Escrito por Geovani Galeas.Martes 28 de Julio.Tomado de La Prensa Grafica.
Un pastor evangélico llamado William Osmar Chamagua, residente en Estados Unidos pero originario de El Salvador, fundó aquí una radio emisora a la que dotó de un fuerte contenido de denuncia política y de reivindicación revolucionaria. Durante la pasada campaña electoral esa emisora, Radio Cadena Mi Gente, se puso al servicio prácticamente incondicional del FMLN.
Por esa vía, barajando el evangelio con una suerte de leninismo tropical que no se atreve a confesar su nombre, el pastor Chamagua conquistó un segmento de oyentes susceptibles a la seducción por el discurso mesiánico, principalmente en las zonas rurales del oriente del país. Ignoro la extensión cuantitativa de ese segmento, pero no dudo que en todo caso logró movilizarlo efectivamente en apoyo electoral al FMLN.
Pero el pastor Chamagua, que sostiene que la verdad es necesariamente violenta, en sus encendidos sermones radiales no llama a la reconciliación y a la unidad nacional sino al levantamiento de los pobres contra los ricos; no convoca al fortalecimiento de la democracia representativa sino al estallido de la revolución socialista. De ese modo, entre los anatemas bíblicos contra los fariseos, mezcla las consabidas amenazas de Fidel Castro “contra el imperialismo yanky, la oligarquía criolla y los traidores vendepatrias”.
En el pensamiento expreso del pastor Chamagua, los Acuerdos de Paz más que un error constituyeron una traición al pueblo. Para él, en la lucha de clases no puede ni debe haber pactos ni treguas. La música, las consignas y las arengas constantes de su radio no tienen absolutamente nada que envidiarle, por su enardecido aunque tardío fervor combativo, a la Radio Venceremos de la montaña en plena guerra.
Abierto partidario del radicalismo ideológico propugnado por el coronel Hugo Chávez, el pastor Chamagua no vio con buenos ojos la opción de Mauricio Funes por la moderación política encarnada en el liderazgo de Luis Inácio “Lula” da Silva. Por extensión, tampoco aprobó el protagonismo del agrupamiento socialdemócrata de amigos del entonces candidato, y condenó la aproximación de este último a ex dirigentes de derecha y representantes del gran capital.
Cuando Mauricio Funes, ya en su calidad de presidente electo, optó por desdramatizar la transición, reduciendo sensiblemente su potencial conflictividad, el pastor Chamagua elevó su discurso de enfrentamiento político y social hasta los decibeles de los tambores de guerra. Su desacuerdo creció con la conformación del gabinete de gobierno, en el que vio demasiados burgueses que para él no son más que futuros traidores (sí, la traición obsede a nuestro reverendo).
Ahora denuncia que el cambio prometido no se produjo, y comienza a hablar nuevamente de traición al pueblo. Por supuesto, para el pastor Chamagua el pueblo está constituido exclusivamente por quienes están de acuerdo con su manera de pensar. Todos los demás somos traidores, ahora incluido el presidente Funes, a quien no parece dispuesto a dar ninguna tregua.
No sé si el movimiento contestatario liderado por el pastor Chamagua tiene en realidad alguna relevancia en términos de incidencia política. Mi punto es otro al escribir estas líneas. El domingo pasado, al clausurar un evento de recaudación de fondos para su radio “y su causa revolucionaria”, faltaba más, el pastor Chamagua hizo al aire muy graves acusaciones contra el presidente Funes y algunos de los patrocinadores de su campaña.
Eso confirma un argumento que muchas veces he expuesto en esta columna: lanzar acusaciones de traición y corrupción en general, pero especialmente entre las propias filas o hacia los disidentes, ha sido y es una de las mayores irresponsabilidades de la izquierda salvadoreña, o al menos de algunos de sus sectores y representantes. Y el problema es que no pocas veces ese tipo de acusaciones ha provocado tragedias irreparables.
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