Hoy, salvadas todas las distancias del caso, la opinión pública se manifestó de distintas maneras para que del forcejeo partidario no fuera a surgir una Sala de lo Constitucional fragmentada y disminuida por estrictas fidelidades partidarias.
Escrito por Editorial. Viernes 17 de Julio de 2009. Publicado por La Prensa Grafica.
La complicada decisión política sobre quiénes ocuparían las vacantes en la Corte Suprema se produjo avanzada la noche del 15 de julio, luego de muchos encuentros interpartidarios. Aunque sigue siendo cuestionable el injustificado quebranto de los plazos constitucionales, hay que decir con claridad que el resultado conseguido se ubica bastante más allá de las expectativas iniciales. Esto es producto de muchos factores: la presión pública para hacer una selección que esté por encima de los pequeños intereses partidarios, la situación en que se encuentran los partidos en esta nueva fase generada por la alternancia, el clamor nacional para contar con una Corte que de veras sea el más alto y confiable Tribunal de la República y la energía propia del proceso de democratización, que se hace sentir cada vez con mayor vitalidad ordenadora y depuradora.
En lo que toca específicamente a la Sala de lo Constitucional, ha quedado muy bien constituida, con equilibrios pero sin repartos. Esto es vital. En el caso emblemático del Presidente, se ha escogido a una persona de impecable trayectoria profesional y personal, que llega sin compromisos con nadie, como debe ser. Y esa es la línea general que está prevaleciendo.
El rol de la Corte Suprema de Justicia, como cabeza del sistema judicial, es ahora más determinante que nunca. Este no es un juicio de valor sobre lo que había, sino una valoración sobre lo que se demanda de este momento en adelante: una justicia institucional en la que brillen, en todos los niveles, la capacidad, la honradez, la consistencia y el estar sobre todo vaivén de intereses de cualquier tipo. Y a la Corte, como cabeza, le toca dar el ejemplo. Hay confianza vigilante en que será así.
El proceso funciona bien
Experiencias como ésta nos demuestran que, pese a los obstáculos que se presentan en el camino, algunos de ellos puramente artificiales, otros derivados de la inmadurez institucional de las fuerzas políticas, nuestro proceso de democratización va avanzando satisfactoriamente en lo básico. Y hay que subrayar el hecho de que la opinión ciudadana, organizada o espontánea, se está haciendo valer cada vez más. Esto no es de hoy. En 2006, ante el brote de violencia política homicida en las calles, aquel 5 de julio, el rechazo unánime de la opinión pública le cortó todas las alas a esa tentación destructiva. Hoy, salvadas todas las distancias del caso, la opinión pública se manifestó de distintas maneras para que del forcejeo partidario no fuera a surgir una Sala de lo Constitucional fragmentada y disminuida por estrictas fidelidades partidarias. Y lo que se tiene en definitiva es lo contrario de tal distorsión.
Hay que decir que el método negociador fue muy atinado. El hecho de que el Presidente Funes asumiera papel conductor de la negociación política fue sin duda un factor productivo. Los partidos, además, están por lo que se ve bastante menos crispados de lo que podría haberse temido, y este es un dato revelador y estimulante.
Como decíamos hace poco desde este mismo espacio, la alternancia va funcionando de una manera promisoriamente normal. Hay mucho trabajo interactivo por hacer, en lo político así como en otras áreas fundamentales de la realidad. Hagámoslo bien, todos.
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