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2009/07/14

No basta votar

No se puede seguir hablando de la herencia hispánica, del imperialismo norteamericano o del comunismo internacional. Nuestras repúblicas aún adolecen de inmadurez democrática y ello se advierte en el debate diario.

Escrito por Julio María Sanguinetti. Miércoles 15 de Julio de 2009. Publicado en La Prensa Grafica. 

Se sabe que la democracia no es solo elecciones, condición necesaria pero no suficiente. Una democracia supone un gobierno electo por el pueblo; como dice Popper, procedimientos no violentos para sacudirse una mala administración; la autonomía de los poderes de gobierno; la vigencia de un Estado de Derecho y el respeto por las libertades y garantías de los ciudadanos.

En el umbral del Bicentenario de nuestras repúblicas latinoamericanas, ese ideal tan largamente acariciado está aún lejos. Se vota: todos los gobiernos, salvo la conocida excepción cubana, son resultado de elecciones y ello debe valorarse. Incluso en los dos países más grandes, podemos señalar algunos avances notables. Brasil posee hoy partidos nacionales estables y México ha estrenado un sistema electoral transparente con una alternancia política aceptada.

Más allá de tan gratificantes comprobaciones, nos encontramos con inestabilidades y degradaciones imposibles de ocultar. Caído el Muro de Berlín y superada la guerra fría, nuestro hemisferio se alejó de la diabólica dialéctica de unos sustentando guerrillas marxistas desde Cuba y otros dictaduras desde Washington. Pareció que nos llegaba un tiempo de paz, en que la democracia podría brillar, pues dependía del esfuerzo de los demócratas latinoamericanos. Los hechos no han sido tan gratificantes.

En Brasil (1992), renuncia el presidente Fernando Collor de Melo ante la inminencia de un juicio político. En Paraguay (1999), el presidente Cubas renuncia y se exilia en Brasil, quedando la Presidencia en manos del titular del Senado González Macchi, quien a duras penas termina su mandato. El caso peruano fue uno de los más detonantes, con la dimisión de Alberto Fujimori (2000), quien abandonó la Presidencia luego de ser reelecto, a raíz de descubrirse una trama siniestra de corrupción y espionaje que manejaba un capitán Montesinos, de triste memoria. Argentina (2001) vio caer al presidente Fernando de la Rúa a raíz de una crisis severa y el acoso de piquetes que se adueñaron de la calle. En Bolivia, entre 2003 y 2005 se produce la estrepitosa caída del presidente Sánchez de Lozada, y más tarde la de su sustituto Carlos Mesa, para abrir espacio finalmente a la elección de Evo Morales, administrador de un país agrietado por un persistente conflicto étnico. En Ecuador (2005), el presidente Lucio Gutiérrez cae en medio de revueltas populares.

No podemos ignorar la degradación democrática que se vive bajo gobiernos populistas como el de Venezuela, donde se ha instaurado la Presidencia eterna y cerrado la principal estación privada de televisión, mientras la otra independiente sobrevive bajo amenaza. A lo que se añaden vaciamientos institucionales tan fuertes como el de que, electo en Caracas un alcalde opositor, se dictó una ley despojándolo de todas sus competencias, transferidas a una nueva superautoridad creada para administrar la ciudad capital. Tampoco cabe olvidar la permanente furia reeleccionista que entra a los mandatarios en ejercicio y que no parece terminar.

Todo esto viene a cuento de los dramáticos episodios ocurridos en Honduras, que registran el primer golpe militar de esta etapa histórica. Golpe sui géneris, porque nació del Parlamento y el Poder Judicial, que enfrentados al presidente terminaron reclamando una intervención militar para deponerlo y desterrarlo. No hay duda de que este presidente se había extralimitado hasta el punto de que no hubiera un solo diputado de su partido que levantara la mano en su favor. Pero tampoco hay duda de que cualesquiera fueran sus excesos, nunca debió ser el Ejército el arbitrario ejecutor de un derrocamiento presidencial, que bien ha sido calificado como un golpe de Estado.

Dos siglos de independencia no habilitan ya más excusas. No se puede seguir hablando de la herencia hispánica, del imperialismo norteamericano o del comunismo internacional. Nuestras repúblicas aún adolecen de inmadurez democrática y ello se advierte en el debate diario. Si una dictadura es de izquierda o derecha, será buena o mala para unos u otros, al margen de su condición autoritaria. Y ello ocurre en los medios políticos tanto como en las universidades, todavía ancladas en debates ideológicos que ya debían haberse librado a la historia.

Hemos vivido un quinquenio milagroso del mercado internacional, que derramó excedentes fabulosos. Hubo algunos avances, pero magros en el conjunto, porque –como dice Alain Touraine– “las chances de desarrollo dependen hoy más de las condiciones políticas y sociales que de las condiciones económicas”. Solo los países con estabilidad pudieron aprovechar satisfactoriamente la bonanza, como pasó en Chile, Brasil, Colombia o Perú. Pasada la buena racha y enfrentados a la dura competencia de los mercados, se hace más imprescindible que nunca la seguridad jurídica y la estabilidad política. Que es, justamente, lo que vemos resquebrajarse en variadas partes del hemisferio.

1 comentario:

  1. Pierde un aspecto importantisimo al hablar de democracia, guerrillas y dictaduras, y del descepcionante casi inexistente desarrollo democratico en el continente y es el aspecto economico. Cuando se habla de conflictos politcos, ideologicos etc no se habla de lo economico. El problema boliviano no se queda en lo etnico sino que se refleja, quizas mas palpable que en cualquier otra esfera de la vida, en lo economico. Bolivianos etnicos americanos habian sido apartados de los beneficios que los recursos naturales generan. Y no por que ellos quisieran sino por que la estructura de la sociedad es una limpia copia de la colonizacion. Igual sucede en Centro america. Las clases dominantes siempre tendran el reflejo de responder con violencia ante las demandas de mas justicia por parte de las clases pobres. Una condicion para que esto disminuya en intensidad es el desarrollo economico, un desarrollo hacia la modernidad. De nada sirve si el desarrollo solo contiene alzas en la cantidad de platanos vendidos a USA. los pobres que los cultivan estaran igual condenados a la miseria de siempre para poder garantizar la misma ganancia al productor bananero. Entonces por que tendra el campesino pobre que creer en la tal sra democracia? Y como no cree esta alli el isntinto rebelde latente, en el fondo se sabe de la injusticia a la que se le somete. Esto tambien es percibido por el terrateniente y pues mata..simplemente mata a todo aquel a quien el inconscientemente considere una amenaza para su estandard de vida. las clases dominantes no desarrollaran su pensamiento mientras no sean capaces de crear riqueza an base a nuevas tecnologias, nuevas ramas de la economia, turismo etc. En otras palabras el señalado atraso democratico del que somos testigos en AL es producto de la mediocridad de las clases elites economicas al no poder abrirse camino en la modernidad del primer mundo. Sus alterntivas todavia son vender platanos y tomates al primer mundo. No pasan de alli.

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