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2011/02/21

LPG-Nadie sabe, nadie supo

 ...Lo que los ciudadanos tenemos derecho a saber, y los diputados/as el deber de entregar, son los detalles presupuestarios...

Escrito por Roberto Rubio-Fabián.21 de Febrero. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

“Nadie sabe, nadie supo”. Pertinente frase lapidaria para inmortalizar el caso de las plazas y salarios en la Asamblea Legislativa.

En los últimos días hemos visto desfilar expresiones dignas de monumento al cinismo, la mentira y la hipocresía: el presidente saliente dice que no sabía y/o que no recuerda qué pasó, y que si en todo caso sabía, lo sabían todos los de la directiva... pero no revela nada.

El presidente entrante se compromete en su discurso inicial con la transparencia, pero un par de días después dice que no quiere comprometer la falta de transparencia de sus colegas, y que la opacidad de sus actos es un problema de ellos. Le tira la pelota a Ciro y Ciro se la devuelve, pero ninguno de los dos quiere dar detalles de la pelota, y mucho menos del juego que se ha jugado con ella. Dice que va a investigar (posiblemente se refiere a esas investigaciones sesudas y complicadas que a veces se las traga el tiempo), pero no hace lo fácil e inmediato a su alcance: dar a conocer las plazas y su asignación partidaria detallada. Al final, tampoco revela nada. Como tampoco se atrevieron a revelarlo la directiva y todas las fracciones partidarias.

Allá en la llanura se oye en algunos diputados/as, “a mí que me registren”. Pero la militancia obediente y sumisa no permite indiscreciones, y la expresión no deja de ser un susurro; además no vaya a ser que en el registro a más de alguno/a lo pillen. En fin, cuando todos “se tienen la cola pateada”, lo mejor es esconderse en la oscuridad del tacuazín. La fe cristiana asoma en el hemiciclo parlamentario: “el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, y por supuesto nadie quiere y puede ejercer de tirapiedras. En fin, “un fantasma recorre la Asamblea Legislativa”, diríamos parafraseando a Marx y Engels. La diferencia del fantasma legislativo con el fantasma del comunismo que recorría la vieja Europa es que los impulsores del primero no lo quieren ver ni en pintura.

La presión ciudadana y de los medios de comunicación ha ido sacando a cucharadas y a regañadientes algunos datos. Ahora sabemos cuántas de las 450 y pico de plazas las tienen los partidos mayoritarios. Los chiquitos todavía se resisten a exhibir su grandeza de contratista laboral. También hay pasos positivos en la entrega de información en el sitio web de la Asamblea, pues al fin aparece colocado su presupuesto. Pasos positivos, pero totalmente insuficientes. Todavía la información del presupuesto de la Asamblea solo dice generalidades en su sitio web. Y lo que los ciudadanos tenemos derecho a saber, y los diputados/as el deber de entregar, son los detalles presupuestarios, así como respuestas a preguntas como: ¿por qué en años de crisis y supuesta austeridad se ha venido incrementando sustantivamente el presupuesto legislativo (de $39.3 millones asignados en 2009 lo aumentaron a poco más de $53 millones para 2011), ¿cómo se justifica ese incremento de $14 millones y para qué ha servido?, ¿cuántas plazas tiene cada partido?, ¿para qué le sirven?, ¿las personas que ocupan esas plazas son idóneas al cargo, o han sido contratadas solo por fidelidad partidaria, compadrazgo, lazos familiares y afines?, ¿con qué criterios han sido asignadas y de qué tipo de plazas se trata?

El presidente de la Asamblea dijo en su discurso de toma de posesión que abrazaría la transparencia. Un par de días después la transparencia le pareció un abrazo incómodo. Como dice el dicho, vale más un hecho o un ejemplo que mil palabras. Y para darle un abrazo fuerte a la transparencia, el presidente de la Asamblea debería dar el ejemplo, y anunciarnos cuánto personal tiene ahora a su servicio, con cuántos guardaespaldas anda, con cuánto personal viaja, cuántos carros y vales de gasolina tiene a su disposición. Si lo hace, ciertamente ganaría nuestro respeto y el de millones de ciudadanos/as. Más respeto ganaría aún si se atreviese a revelar lo mismo para sus colegas.

Nadie sabe, nadie supo

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