Si no hay suficiente inversión privada, nacional e internacional, puede haber algún tipo de brotes de mejoría, pero no se dará la dinámica que se requiere para dar significativos saltos de calidad.
Escrito por Editorial.04 de Febrero. Tomado de La Prensa Gráfica.
Las previsiones sobre 2011 apuntan a que tendremos un año de crecimiento muy insuficiente. Estamos, por desgracia, en el tramo más bajo de las expectativas del crecimiento latinoamericano, y eso ya no puede seguir siendo visto como un dato más: debe hacernos reaccionar a fondo, como institucionalidad y como nación, para que todos los esfuerzos se enfilen hacia la superación efectiva y sostenible de este deprimente estado de cosas. Según el más reciente informe de coyuntura de FUSADES, factores negativos como la inseguridad ciudadana, la contracción de la demanda interna y la persistencia de altos niveles de desconfianza están lastrando el proceso.
Todo esto se nos ha venido volviendo una especie de círculo vicioso, que multiplica los problemas en vez de tender a resolverlos. Lo vemos con patente claridad en el caso de las demandas de aumento de salarios y de ajuste de tarifas en el sector público. En años recientes y ahora mismo se ha tendido a enfrentar la situación con más gasto, y eso lo que viene trayendo es más atascamiento fiscal y endeudamiento creciente. Otro círculo vicioso, aún más distorsionador. Estamos ya en zona de alto riesgo, en lo que al endeudamiento se refiere; y seguir con el mismo expediente fácil de más deuda para gasto corriente o para inversiones de coyuntura es replicar la fórmula que conduce al desastre. Se ha visto en otros países que tienen desarrollos muy superiores al nuestro, y los efectos pueden ser aquí mucho más catastróficos. Hay que tener muchísimo cuidado.
Lo que se necesita, como factor neurálgico, es vitalizar el proceso económico, con objetivos inequívocos como la competitividad, el relanzamiento estratégico de la política que estimule sectores, la visión integral que no tenga sesgos ideológicos ni excluyentes de ningún tipo, la inyección de incentivos inteligentes, entre otros. Y en el centro de todo están las dos palabras de siempre: confianza y efectividad. La confianza es una atmósfera que se respira, no un palabrerío que se reparte. La efectividad es una dinámica que reproduce energías, no una postura institucional del momento.
Iniciativas como la de crear una banca de desarrollo, que se acaba de anunciar en el escenario oficial, pueden ser instrumentos de impacto positivo, si es que no se cae, como tantísimas veces ha sucedido, en la desnaturalización interesada de estos proyectos en los que hay tantos fondos de por medio. Esperamos que en esta oportunidad haya no sólo la debida transparencia sino también la adecuada ejecución.
La inversión pública puede ser un motor inicial de gran importancia en la tarea que el país tiene por delante para salir de este marasmo económico que tanto nos afecta a todos. Pero hay que tener bien claro, para no crear expectativas fantasiosas, que el verdadero motor del crecimiento normal de la economía es el sector privado en todas sus expresiones y niveles. Si no hay suficiente inversión privada, nacional e internacional, puede haber algún tipo de brotes de mejoría, pero no se dará la dinámica que se requiere para dar significativos saltos de calidad.
Como decimos al principio, el reto real e impostergable consiste en apostarle en serio a la economía productiva, en lo agrícola, en lo industrial, en los servicios, en las innovaciones de avanzada. Esto, lo repetimos por enésima vez, sólo podrá lograrse si el país entero toma conciencia de ello y se decide a conseguirlo con disciplina, dedicación y visión de futuro.
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