En esta entrevista, el experto en ordenamiento de la ciudad de Medellín, Colombia, descubre acciones que, de ser tomadas en cuentas por San Salvador, podría aterrizar en una ciudad mucho mejor que la que ahora tenemos.
04 de Febrero. Tomado de La Página.
Jorge Melguizo es un experto en cuestiones de ordenamiento desde su trabajo en la alcaldía de Medellín, Colombia. Ha sido alcalde encargado y gerente del proyecto de recuperación urbana del centro de Medellín, secretario de cultura de la misma alcaldía y secretario de desarrollo social.
Vendrá en los próximos días a El Salvador como invitado especial por la Fundación Empresarial para la Acción Social (Fundemas) a dictar una conferencia en el marco de la aplicación de conductas basadas en la Responsabilidad Social Empresarial (RSE).
Melguizo accedió a contestar en primicia algunas preguntas de Diario La Página sobre el ordenamiento del centro capitalino, un área que domina con conocimiento de causa.
¿Qué es lo que nunca debe hacer un alcalde que persigue ordenar una ciudad?
Hacerlo sin participación de la comunidad, sin incluir en sus planes, programas y proyectos a la ciudadanía.
La tarea de ordenar una ciudad no es exclusiva de la alcaldía ni del alcalde: debe involucrar a todos los sectores ciudadanos, tener en cuenta diferentes lógicas y distintos puntos de vista. Una ciudad pensada por los niños y niñas, por ejemplo, es una ciudad diferente a una ciudad pensada por adultos. Una ciudad pensada por las personas con alguna discapacidad física o mental es una ciudad diferente a la ciudad pensada por personas sin esas discapacidades. Una ciudad pensada por las mujeres será muy diferente a una ciudad pensada por los hombres, y esto se hace más evidente en un tema crucial en nuestras ciudades latinoamericanas: la seguridad ciudadana, pensada desde las mujeres y para las mujeres, tiene un enfoque diferencial muy importante a la hora de diseñar las políticas de seguridad pública. Una ciudad pensada por la juventud es una ciudad diferente a una ciudad pensada por un grupo de "expertos". Un ciudad, una zona de la ciudad, un barrio, pensado, imaginado, diseñado por sus propios habitantes, hombres y mujeres de todas las condiciones sociales y económicas, será una ciudad, un barrio, con mayor posibilidad de éxito en la gestión de ordenamiento y en la apropiación de la ciudadanía de todo lo que se haga en su entorno.
Siempre se habla de diálogo, pero pocas veces funciona tan bien como en la teoría. Cuáles son los pasos básicos para un buen diálogo entre un alcalde y grupos en la ciudad?
Escuchar, escuchar mucho, escuchar con ganas de escuchar y con el compromiso de que lo que se escuche se tendrá en cuenta a la hora de las decisiones. No se puede caer en la prepotencia institucional: como soy gobierno sé lo que hay que hacer y la manera cómo debe hacerse. Conocer cada calle de la ciudad, sentarse a conversar con todos los sectores. Tener espacios informales y espacios formales de diálogo. Impulsar la democracia deliberativa y la democracia participativa, que se suman a la democracia representativa. Concertar no es fácil, pero para concertar se requiere entender los puntos de vista de muchos sectores, ponerse en sus zapatos y estar dispuesto a asumir lo que todo buen acuerdo es finalmente: aquel donde todos quedan un poquito bravos porque todos han tenido que ceder en favor de otros puntos de vista.
En San Salvador el tema de los vendedores callejeros es un dolor de cabeza, son mafias controladas por dirigentes inescrupulosos.
En casi todas las ciudades del mundo existen las ventas ambulantes, y también en buena parte del mundo hacen parte, muchos de esos venteros, de mafias particulares que se valen del espacio público para extender sus negocios, para lavar dinero, para vender sus mercancías ilegales (de contrabando o piratas, falsificadas).
Nosotros en Medellín asumimos en 2004, cuando llegamos a la Alcaldía, un triple criterio inicial para buscarle salidas creativas al problema de venteros ambulantes, uno de los más álgidos en ese momento: las ventas ambulantes hacen parte de nuestra economía, de nuestra cultura y de nuestro paisaje. Y asumimos, como criterio político, que los venteros no deben ser tratados como delincuentes, ni como "basura a la que hay que limpiar", sino como sujetos de plenos derechos, como ciudadanos que están buscando oportunidades legales de sobrevivir.
Los venteros ambulantes hacen parte de la economía de la ciudad y no hay, ni en el sector privado ni el sector público, manera de ofrecerles otro tipo de empleo hoy que los haga cambiar de oficio o que les brinde otra oportunidad para generar los ingresos que obtienen de las ventas ambulantes.
Las ventas callejeras existen porque hay compradores callejeros. ¿Hay alguna manera de destruir este binomio?
Los venteros ambulantes hacen parte de la cultura de nuestras ciudades: a la gente le gusta encontrar en las calles al vendedor de fruta, a quien vende periódicos y revistas, al vendedor de dulces, etc.
Los venteros ambulantes hacen parte de nuestro paisaje: no somos Estocolmo, por decir algo, y por el contrario, las ventas ambulantes hacen parte de nuestro paisaje urbano, son parte de lo que somos.
Con ese criterio decidimos que la solución no era combatir las ventas ambulantes ni asumirlas como problema, sino como una característica y como algo que siempre va a estar ahí. Y asumimos a los venteros como sujetos de derechos (derechos sociales, derechos laborales), a quienes en vez de combatir había que acompañar. El Estado tenía que llegar a esa población con herramientas y proyectos que les permitan dignificar su vida. Y de esa manera, de paso, enfrentamos la ilegalidad: cuando el ventero siente que tiene en el Estado una contraparte con la que puede sentarse, concertar, negociar y en la que encuentra apoyo, se ve menos tentado a buscar apoyo en actores ilegales, en mafias, en la delincuencia.
¿En cuántos años se puede dejar limpia de vendedores callejeros una ciudad, al paso "normal" de la burocracia latinoamericana? ¿Qué recomendaciones brinda?
Hacer censo de venteros: saber quiénes son, dónde viven, quiénes son sus familias, a qué nivel socioeconómico pertenecen. Con ese censo pudimos descubrir, por supuesto, muchas de las mafias que eran "dueñas" de muchos puestos. Pero el censo también nos permitió saber quiénes realmente tienen derecho a estar en la calle con un puesto ambulante: personas sin otro ingreso, familias enteras que dependen de ese puesto callejero para su subsistencia. Una estrategia que usamos: el censo lo iniciamos en los barrios de la periferia, no en el centro. Si lo hubiéramos hecho al revés hubiéramos generado un efecto peor pues muchos se habrían venido a invadir el centro para quedar censados.
Carnetizar a cada ventero: A todos aquellos que se les comprobó que tenían derecho a tener una venta ambulante por carecer de otro ingreso (el derecho a la subsistencia, el derecho al trabajo), se les dio un carné, que siempre deben portar, y que logra 3 efectos principales: su dignidad personal, su respeto por los vecinos donde trabaja y no ser sujetos de persecución por la policía. El carné los obliga también a asumir algunas normas: no pueden moverse del sitio que les fue asignado, su puesto debe tener unas medidas dadas por la alcaldía (1 metro de alto, 1 metro de ancho, 1.20 metros de largo), debe mantener aseado su lugar de trabajo y no pueden vender mercancías piratas o ilegales, entre otras.
Fortalecer las asociaciones de venteros: la mayoría de quienes están en la calle hoy en Medellín pertenecen a alguna asociación, y eso hace más fácil hablar con ellos porque no hay que hablar con cientos o miles de personas por separado sino con unas 20 asociaciones gremiales. No hay que tenerle miedo a ello.
Ofrecerles proyectos personales, familiares y sociales de la Alcaldía: a los venteros se les vuelve sujetos de derecho y atención, y en muchos casos de atención prioritaria: el carné los obliga a capacitarse en temas como manejo de alimentos y hasta algunos ya han recibido cursos de inglés para facilitar su atención al creciente turismo. Pero también se les ofrecen los servicios municipales de salud, se promueve que sus hijos estén estudiando, se inscriben en programas de vivienda de interés social, etc.
Diseño y construcción de módulos de venta para poner en muchas calles: hoy en Medellín tenemos más de 1,000 módulos construidos por la Alcaldía y entregados a los venteros (unos en arriendo, otros en cesión sin costo). Estos módulos se diseñaron con los propios venteros, definiendo con ellos medidas internas y externas, materiales, superficies de trabajo, etc.. El diseño concertado ha logrado, por supuesto, su mayor aceptación, adaptación y buen uso. Estos módulos tienen normas estrictas: quien venda mercancía de contrabando o pirata pierde su derecho al puesto.
Creamos el programa de calles transparentes y calles reguladas:
Las calles transparentes: definimos circuitos del centro de la ciudad (entre 500 metros y 1 kilómetro, continuos) en los que no se permite la venta ambulante y lo único que se permite son los módulos oficiales.
Las calles reguladas: son zonas "de tolerancia" a los venteros, carnetizados, con las normas de las que hablé en el punto 2, donde se permite su mayor concentración.
Inclusión de módulos de venta ambulante en todos los grandes proyectos urbanos de la ciudad: al contrario de lo que antes pasaba, que se rechazaba la presencia de venteros, hoy la Alcaldía, en todos los nuevos espacios urbanos que diseña y ejecuta (y también en lugares como parques de barrios y del propio centro), incluye espacios para llevar venteros con los módulos, o en los que se permite la presencia de un número determinado de venteros con sus propios puestos de bebidas o comidas: se gana en paisaje (mejor un espacio público habitado por puestos de frutas, o de dulces, o de periódicos, en fin), se gana en oferta de productos a la ciudadanía que visita esos sitios y se gana en seguridad: un lugar donde hay venteros organizados es un lugar más seguros, porque además a ellos mismos les conviene.
Control permanente: La Alcaldía tiene una SUBSECRETARÍA dedicada al tema de Espacio Público. En ella trabajan unas 600 personas como DEFENSORAS DEL ESPACIO PÚBLICO, y son quienes ayudan, con el apoyo de la policía nacional, a controlar los abusos que se cometen en este campo, no solo por parte de los venteros ambulantes sino también por parte de los comerciantes tradicionales (se ha comprobado que son estos comerciantes los que más contribuyen a la ocupación indebida del espacio público).
¿Cómo usar la fuerza para imponer el orden sin caer en abusos ni generar mayores rencores sociales que desemboquen en una "ciudad fallida"?
La mayor fuerza es la de la presencia del Estado en todo nivel. Si el Estado no está presente en una comunidad, en un sector, otros suplen esa presencia del Estado: mafias, delicuentes, grupos armados. Y, cuando se requiere el uso de la fuerza en términos de presencia de fuerzas de seguridad, esto debe responder a situaciones muy claras, no caprichosas, no abusivas por parte del Estado.
Un ejemplo con los venteros, para volver al tema anterior, ayuda a entender lo del uso de la fuerza y a cerrar estas respuestas: hasta 2003, la Alcaldía y la policía se la pasaban enfrentados a los venteros, con periódicas batallas callejeras y siempre con malos resultados. Desde 2004, al cambiar el paradigma, los enfrentamientos han sido 2 o 3, y menores, pues la "fuerza" la hemos dedicado a construir, conjuntamente alcaldía y venteros, soluciones creativas y reales. Hemos dedicado "la fuerza" a entendernos unos y otros. No hemos solucionado el problema de venteros (ni siquiera pretendemos solucionarlo, es decir, acabarlo): se mantienen muchos venteros en las calles y espacios públicos y con muchos de ellos la tarea de control es permanente. Pero hoy el tema de ventas ambulantes no está considerado por la ciudadanía como uno de los problemas graves de la ciudad, diferente a lo que pasaba hace 7 años.
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