Escrito por Marvin Aguilar.04 de Febrero. Tomado de La Página.
En la Unión Soviética existía un delito penal: enemigo del pueblo; este podía incluir desde lo antisocial hasta el contrarrevolucionario, básicamente consistía en disentir del orden establecido. La dictadura de la mayoría, que era guiada por una minoría: nomenclatura, diseñaba la moral, creencias, costumbres y tradiciones de todos. El pensamiento y la palabra que fuera distinta era considerada peligrosa, sus exponentes debían de ser silenciados, al principio fue con la muerte, luego con la prisión, después los encerraban en hospitales psiquiátricos, finalmente les negaban trabajo, sus vecinos temerosos los condenaban al ostracismo, así derrotaban la naturaleza humana. Los enemigos de la revolución se quedaban solos.
Coincidentemente, al igual que en nuestra sociedad, se instaló el miedo al qué dirán, el disimulo, la doble moral. De allí mi tesis que la moral burguesa es hermana gemela de la moral comunista. El Salvador ha atravesado por todo eso, excepto el internamiento psiquiátrico, a menos que yo lo ignore.
Henrik Ibsen escribió una magnífica pieza teatral que tituló: Un Enemigo del Pueblo: Thomas Stockmann se enfrasca en una discusión con los habitantes de su ciudad, quienes lo acusaban de pedante y arrogante, de hablar de noblezas; todo por intentar detener la apertura de un balneario de aguas contaminadas que traería el crecimiento económico:
Thomas Stockmann: La aristocracia que yo defiendo es la del carácter, de la voluntad, la única que puede salvarnos. ¿No me entienden? Lógico, porque yo hablo para la minoría de corazones libres, y no me importa que el resto no me entienda. Yo hablo para los pocos que siempre están en primera línea, lejos de la mayoría agazapada, luchando por las nuevas verdades, demasiado nuevas para que la mayoría las comprenda y las admita.
¿Qué clase de verdades puede abrazar la mayoría? Verdades viejas, y cuando una verdad es vieja, está en camino de convertirse en mentira.
Como medico (Thomas Stockmann lo es), les aseguro que las ideas caducas son un alimento dañino, igual que la fruta podrida o la carne rancia. Ellas son la fuente de las enfermedades morales que matan al pueblo.
La absurda fe en la mayoría arruina nuestra capacidad de pensar. No puede ser que la estupidez reine siempre sobre la razón, la moral y la justicia no puede dictarlas la mayoría, la moral y la justicia nada tienen que ver con la mayoría.
Hovstad: Habla con un tono de superioridad inaceptable. La mayoría tiene buen cuidado de no aceptar una verdad sino cuando es evidente.
Thomas Stockmann: Las verdades evidentes para la mayoría son las que proclamaban las vanguardias de nuestros abuelos. Ya no nos sirven. Para mí, la única verdad evidente es que el cuerpo social no puede sobrevivir alimentándose de ideas caducas.
Hovstad: ¿De qué habla? ¿De qué ideas caducas se alimenta nuestro pueblo?
Thomas Stockmann: Podría nombrar muchas. La mayor de todas, y que comparten los creyentes de la gran prensa es precisamente la creencia de que la voz de la mayoría es la voz de la razón. Aunque la mayoría esté formada por idiotas cuya idiotez se fomenta. Aunque se trate a esa mayoría como a niños pequeños. Dígame señor Hovstad: a su juicio, el hombre ignorante el que encarna todas las enfermedades de nuestra sociedad, ¿tiene el mismo derecho a aprobar y a condenar, el mismo derecho a gobernar que los más sabios?
Peter: ¿Están oyendo, ciudadanos?
Ciudadano 1: ¡Está insultando al pueblo!
Ciudadano 6: ¡Clasista!
Ciudadana 2: ¿Es qué quiere que vuelvan a mandar los reyes?
Ciudadano 3: ¿Vamos a consentir que nos insulte?
Ciudadana 4: ¡A la calle con él!
Ciudadano 5: ¡A la calle!
Hovstad: ¡Fuera!
Thomas Stockmann: No esperaba convencer a nadie, pero pensé que cuando menos, estarían de acuerdo conmigo los directores de la gran prensa que adulan a la masa y al tiempo la trata como a un rebaño de borregos.
(Escándalo)
Ciudadano 1: ¡Nos llama borregos!
Ciudadana 2: ¡No somos animales!
Hovstad: Doctor, soy hijo de una familia humilde y estoy orgulloso de pertenecer a ese pueblo al que usted esta insultando.
(Aplausos y voces de asentimiento)
Thomas Stockmann: La masa a la que me refiero no se encuentra sólo en las clases humildes. Se encuentra en todas las clases. Baste mirar a nuestro alcalde.
Da igual que mi hermano descienda de reyes o de pastores (el alcalde de la ciudad era el hermano de Thomas Stockmann). Espiritualmente es un plebeyo, tan vulgar como cualquier adicto a la gran prensa. (Protestas). Esta elogia la sabiduría del pueblo pero cada hora suministra a ese pueblo grandes dosis de estupidez, ¿a qué clase de democracia aspira fomentando los peores vicios de la gente? En el fondo la gran prensa cree que la cultura debilita al pueblo. Lo que verdaderamente debilita al pueblo es todo lo que lo mantiene embrutecido.
Cuando en una casa no se barre el polvo, se acaba perdiendo toda noción de moralidad. Cuando en una casa no entra oxigeno la conciencia se atrofia. Sobra polvo y falta aire en casi todas las casas de esta ciudad. Y por eso a la mayoría no le importa basar su prosperidad sobre mentiras.
(Gran escándalo)
Ciudadano 1: ¡Háganle callar!
Thomas Stockmann: Nadie me impedirá decir la verdad. Amo tanto a mi ciudad que prefiero que se arruine a que progrese sobre una base corrupta. ¿Qué importa que perezca una sociedad podrida? Lo mejor que se puede hacer es arrancarla como a la mala hierba.
Peter: ¡Está hablando como enemigo del pueblo!
Ciudadana 4: ¡Odia al pueblo! ¡Es un enemigo del pueblo!
Hovstad: ¿Ya escuchó doctor? Esa es la voz del pueblo
Thomas Stockmann: ¡Y si toda la nación enfermase de esa misma enfermedad! ¡Si toda la humanidad enfermase…!
Ciudadanos: ¡ENEMIGO DEL PUEBLO!
(El grito “¡enemigo del pueblo!” se impone sobre la voz de Thomas Stockmann que sigue hablando sin que se le pueda escuchar, su esposa logra sentarlo junto a sus hijos. El grito ¡enemigo del pueblo! Se repite…)
El teatro de Ibsen es uno de los más reales, y ha sido determinante en la dramaturgia moderna, yo lo estudie en la universidad para las clases de teoría e historia del teatro, decidí fuese su estilo mi modelo para lo que sería mi examen final en esta asignatura, donde tuve que escribir una pieza de teatro.
Los lectores, no deben en algún momento sentirse aludidos, ya sea tanto en el sentido de la ubicación geográfica: El Salvador, porque Ibsen era noruego y, menos en relación al pueblo, ya que igual escribe sobre uno que dejaría de ser periférico. Los salvadoreños somos mejores que los demás, por eso no podemos ser esos protagonistas de Ibsen, no necesitamos revisar nuestras creencias, tradiciones y costumbres y, si por alguna rara causa surgen aquí disidentes, pues ¡que se vayan! Si no les gusta nuestra patria. ¡Que se vayan, que se vayan!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.