Ovidio M. González.01 de Febrero. Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR - Solemos asociar el corazón con el afecto, el amor, la pasión; el hígado con el desafecto, la ira , el odio; el estómago con la necesidad, el hambre, el interés; las manos con el trabajo, la actividad, el quehacer y el cerebro con el pensar, con los juicios lógicos, con la razón y la reflexión.
Los humanos somos seres racionales y en tal sentido nuestro quehacer, se supone, guiado por la razón, por el cerebro, el órgano del pensamiento. Al hablar, al decir, al escribir, procuramos ser lógicos; si embargo, aún siendo lógicos en nuestro decir y actuar, no siempre nos guiamos enteramente por el cerebro, por la razón. A veces, nuestras conductas están más impulsadas por el afecto, como si el corazón guiara nuestros juicios, que aunque sean lógicos, están sesgados por el afecto, por el cariño, por el amor. Seguramente, si amaramos a los demás, a todos los otros, los juzgaríamos de manera benevolente, cariñosa, afectiva, e incluso, de manera comprensiva.
Sin embargo, existen ocasiones en que nuestros juicios, nuestras acciones, nuestro decir y actuar están más guiados por el hígado, que por el corazón y aunque usemos el cerebro, razonamos de manera visceral, venenosa, con mucha bilis o “ mala leche”, como si tuviéramos envenenada el alma y odiáramos al mundo, a todos los otros o a aquel sujeto particular del cual nos ocupamos y a quien pareciera mas que señalarle errores en sus juicios o acciones, lo que buscamos es ofenderlo, aniquilarlo con la fuerza furiosa de nuestras palabras u opiniones. Reparamos más en los defectos que en las cualidades, le buscamos el punto negro al lienzo blanco y lo juzgamos, no como blanco sino como manchado.
Existen ocasiones, en cambio, en que el estómago parece guiarnos, imponerse sobre nuestro cerebro y dictarnos nuestro decir, nuestro actuar, nuestro juzgar. Usamos el cerebro, si, para decir o para actuar, incluso lo hacemos con mucha lógica, pero quien dicta nuestros juicios es el estómago, el interés o la necesidad. Y no nos importa para nada qué nos dicta el corazón. Nuestro estómago se impone. Tampoco se trata de que odiemos al otro, a los otros, de que actuemos guiados por el hígado, no. Incluso nos pueden simpatizar los juicios o las acciones de los otros o del otro, pero nuestro interés es más fuerte, ya que se trata de satisfacer nuestras necesidades reales o imaginarias, económicas o políticas.
Los humanos somos seres multidimensionales y es por ello que quizá usemos también un órgano que no se cómo se llama, ni dónde se encuentra ni para qué nos sirve, pero lo usamos. A veces catalogamos su actividad como irónica, humorística, pícara, jodona, etc. Es lo que ocurre cuando decimos por ejemplo:
El gran cambio del gobierno del cambio es que hay que cambiar de comer frijoles rojos a negros. Lo cuales son igual de nutritivos y menos caros, de lo cual resulta que nos habían estado estafando.
Que el FMLN se mantenga como un partido pobre está muy bien...Pero, ¿podemos decir lo mismo de su dirigencia?
Que el gobierno de Funes sea un mal gobierno no es culpa del FMLN, su culpa es haberlo llevado a la presidencia.
De continuar las huelgas y los paros, la honorable Asamblea Legislativa optará por decretar al 2011 como el año del Feriado Nacional.
Otro gran cambio del gobierno del cambio: ahora a las limosnas heredadas de Arena le llaman política de inclusión social.
Promesas cumplidas a los hermanos lejanos: ahora ya tienen a uno como director del ISSS.
Si a la ministra de salud le hubiesen consultado acerca de realizar el mundial en Sudáfrica dados los riesgos de contraer SIDA, ¿qué habría resuelto?
Decía Roque: Dicen que Martínez fue un buen presidente porque entregó casas baratas a los salvadoreños que quedaron. De Funes, quizás digan, que fue un buen presidente, porque entregó algunas casitas a los salvadoreños que no migraron. Además de las ciudades de papel de la primera dama.
Familia enfloró cuatro años osario equivocado. Los difuntos defraudados demandarán a la alcaldía, aunque los muertos enflorados estén dispuestos a devolver las flores.
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