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2011/02/01

Simpatizantes FMLN- La corrupción y el oportunismo sindical

 01 de Febrero. Tomado de Simpatizantes del FMLN.

Por enésima vez suben exageradamente los precios del frijol, lo mismo de la harina y el aceite.
Ya ni mencionamos a los derivados del petróleo porque es un fenómeno mundial desde luego con graves influencias en nuestra precaria economía. Las presiones son varias y en la cima de la cresta los grandes monopolios, los comerciantes sin escrúpulos y la voraz oligarquía siempre a la caza de las ostentosas ganancias.

Esto no es una simple opinión personal, sino el resultado de un examen con esfuerzo de objetividad frente “a tantas buenas intenciones” que inspiran las palabras y son negadas por los hechos en la rutina. No es la congelación del alza síntoma solitario, excepción circunstancial, paso de emergencia y — ni siquiera– prueba de hasta dónde se hace más y más necesario un bien vigilado y rígido control de precios por lo menos en víveres y medicinas.

Es, más bien, resultado de las peculiaridades en boga de nuestro equilibrio – desequilibrio, propiamente dicho– de la acción política. Hay otras congelaciones evidentes desde las esferas gubernamentales. La cuestión agraria es un claro ejemplo. A pesar de esa limitadísima Ley de Reforma Agraria (“La extensión máxima de tierra rústica perteneciente a una misma persona natural o jurídica no podrá exceder de 245 hectáreas. Esta limitación no será aplicable a las asociaciones cooperativas o comunales campesinas…” inciso segundo del Art. 105 de la Constitución), saludada en su tiempo por los cortesanos y los ingenuos como el instrumento que habría de transformar las caducas estructuras socio-económicas y conducir a los campesinos a “sus últimas consecuencias”, la imagen de esa bien acoplada mancuerna de la acción oficial – Ministerio de Agricultura e Instituto Salvadoreño de Transformación Agraria– siempre ha gustado de colores y rasgos demagógicos.

Los campesinos han esperado largos años y algunos cientos ahora se “sienten agradecidos”, el premio a su resignación y solidaridad, con el gobierno actual por la entrega de títulos de propiedad de parcelas agrícolas. Con ello, desde luego, no se alarma a los terratenientes ni se molestan las cúpulas empresariales, mucho menos la oligarquía. Ya venimos de antecedentes, tan pronto como dueños de extensas plantaciones y ganaderos de inversión privada mostraron o muestran su disgusto, la demagogia agrarista se apaga y los hechos — y ahora hasta las palabras– sólo muestran al país la “patriótica” decisión de dar seguridades a las inversiones agrícolas, crear un clima de “seguridad en el campo” y emplear al ejército en los aislados casos cuando los campesinos intentaron o intentan invadir alguna propiedad rural. Así con el transcurrir del tiempo, la esperanza campesina se ha convertido en frustración.

Tanto en el ambiente rural como en el urbano, el desprestigio de hombres y sistemas en el panorama del sindicalismo satura la atmósfera salvadoreña. Los sindicatos no son ya, salvo excepciones, instrumentos de lucha proletaria, sino agencias o clubes para obtener dividendos personales, servir a intereses distintos para los cuales fueron creados, digamos en función de los requerimientos de una política ajena a los intereses de su clase y, con frecuencia, hasta adversa a la misma identidad obrera o campesina. Las grandes, combativas y aguerridas luchas que caracterizaron al sindicalismo en el pasado reciente, parecen haber desaparecido. Los esfuerzos del presente, sólo han servido para comprobar que a los líderes tradicionales se les podrá reconocer “su frustración” como candidatos a diputados u otros puestos, pero no en las amañadas elecciones internas de sus organismos sindicales pues, en ese reducto, todo el aparato oficial respalda tanto a los hombres como a los sistemas imperantes. También la anhelada democratización sindical se congela hasta que futuros — y problemáticos veranos– inicien el deshielo definitivo. Hasta hace apenas unos días hemos comprobado lo que es en la realidad esa democratización sindical al ceder la Corte Suprema de Justicia a los desmanes y presiones de las dirigencias y dejar en libertad a energúmenos tristemente conocidos como “sindicalistas”.

Sí, los buenos propósitos se han congelado, como los precios altos y como se intentará con los salarios, con la auténtica democratización sindical y con las ilusiones de llevar adelante el proceso de la reforma agraria, a la cual hay que quitarle ya las mayúsculas del optimismo revolucionario de otros tiempos. Sólo que esas congelaciones son de diferente naturaleza. La de la carestía es para institucionalizar los precios en su nivel más alto; la de los salarios para inmovilizarlos en su disminuido valor real; la de la democratización sindical en beneficio de dirigentes corruptos y la del ímpetu agrarista para “implantar las garantías y seguridades” que los inversionistas exigen en sus negocios agroindustriales.

Estas frustraciones fundamentales ¿no van configurando, infortunadamente, una decepción más, la de la apertura democrática y el anunciado cambio estructural? A un tercio del régimen habría que preguntar al vigía ¿qué dice la noche? Esperemos por otra larga mañana, al fin y al cabo los guanacos viven de esperanzas y frustradas ilusiones.

Publicado por pocote

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