La economía no despega, las cifras de criminalidad son sólo un poquito mejores que las de los años anteriores, mucha gente se siente defraudada con la gestión gubernamental y la popularidad del presidente Funes empieza a verse impactada negativamente en las encuestas de opinión.
Añadimos a lo anterior algunos temas particularmente complejos o importantes, comola focalización del subsidio al gas licuado y la próxima visita del presidenteObama, y se entiende perfectamente por qué el presidente ha querido completar en estos días una ronda de entrevistas en los programas televisivos de mayor audiencia. En la jerga de politólogos ymercadólogos, las entrevistasquehasolicitadooconcedidoelpresidentepuedenverse como acciones de “control de daños” a su buena imagen.
Más adelante se podrá apreciar cuán efectiva ha sido estaestrategia,perovalelapenacomentaralgunoselementos de forma y contenido sobre las referidas entrevistas. Cualquiera sea la actitud de los ciudadanos hacia el presidente, me atrevería a decir que hay un fácil consenso en la apreciación de que el mandatario lució sereno, articulado y con pleno dominio de toda la información pertinente a los temas que se abordaron.
Lo anterior no sorprende a nadie, pues la entrevista televisiva es la salsa en la que el presidente se marinó por muchos años. Sin duda, el buen manejo de esemedio puede contribuir en algunamedida a reafirmar la confianza demuchos en su capacidad, pero siempre habrá tambiénmuchas otras personas que prefieren juzgar su desempeño con otros parámetros ahora que ya él no es periodista sino presidente de una nación.
Con el debido respeto, lo que yo encuentro problemático en esas entrevistas es la actitud defensiva del presidente, porque esa imperiosa necesidad que él parece sentir de defenderse de todo y de todos, sin bajar la guardia un solo instante, lo vuelve poco receptivo a lo que pueda haber de útil y válido en las críticas que se le hacen a su gestión.
Por añadidura, su actitud defensiva lo hace reaccionar,muchas veces conalgunacarga emocional, a señalamientos que ni siquiera van dirigidos a su gestión, sino a la de los otros poderes del Estado; le impide analizar observaciones que podrían ser de mucha utilidad para lograr mayor eficacia e impacto en el ejercicio de sus complejas responsabilidades.
El ámbito político es como un estanque poblado por tiburones y pirañas. Eso se da por descontado. Sin embargo, en lo que pueda tener de validez esa imagen, lo que un presidente necesita para nadar en esas aguas es cuero de lagarto. Y necesita también entender que en el estanque habitan algunas criaturas que no son voraces, cuya presencia es muy necesaria para el equilibrio ecológico.
Usted, presidente Funes, debiera saber esto mejor que nadie. Los cuestionamientos que siendo periodista les hizo a los presidentes que le precedieron fueron útiles y, asumo, bien intencionados, aunque no siempre justos o atinados. Lo que digamos los columnistas, presidente, no va a cambiar la realidad del país. Lo que usted nos responda, tampoco.
Lo que cuenta son sus acciones y las de los ciudadanosquepuedandarsecomoresultadodesuliderazgo. Puede perfectamente explicar, por ejemplo, cómo funcionará el subsidio focalizado al consumo de gas licuado, sin necesidad de convertir su planteamiento en una discusión con elArzobispo o con otras personas que han opinado al respecto.Puede dar lamismaexplicación brillante que dio en otros temas, sin necesidad de desacreditar a quienes venlas cosasdediferentemanera.
Usted es el presidente. No se desubique. Usted no es un miembro del equipo de debate de la escuela; no es fiscal o defensor en las cortes; es el presidente de todos los salvadoreños, incluidos los que no lo quieren y los que no están de acuerdo con usted. Es el presidente también de esos empresarios a quienestantonecesitayaquienes siempre estáqueriendo culpar del estancamiento económico. Si me permite un consejo, guárdese las palabras hirientes, aunque algunos de ellos las hayan lanzado primero o como reacción a las cosas que usted dice.
Pero, sobre todo, trate de entender sus realidades y la razón que pueda haber tras su desconfianza y sus temores. Aunque algunos lo hacen, no espere de ellos que actúen por idealismo, porque la economía no se mueve con intenciones sino con inversiones y las inversiones requieren un grado razonable de certeza que no se logra solo ni principalmentemediante discursos. Para el productor o el comerciante pequeño, las extorsiones y los costos adicionales que genera la ola de criminalidad constituyen un potente desincentivo. Para los grandes capitales, las inversiones se piensan a largo plazo, mucho más allá del período para el cual usted puede ofrecer algunas garantías.
El clima de negocios necesita tambiéndeundesempeñoconfiablede toda la institucionalidad del Estado, no sólo de la que depende de usted, y todos sabemos que ahí hay un grandísimo problema. Me parece, presidente, que en su recién finalizada ronda de entrevistas televisivas usted prefirió defenderse de las críticas y desaprovechó una buena oportunidad para ejercer un liderazgo aglutinador y positivo. Perdone que se lo diga con la franqueza que suele faltarles a sus colaboradores y a quienes se consideran sus amigos.
:: OBSERVADOR POLÍTICO - www.elsalvador.com :: Muchos argumentos, poco entendimiento
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