Escrito por Ernesto Rivas Gallont.13 de Febrero.Tomado de La Prensa Gráfica.
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Ya antes, hará unos tres años y bajo otro régimen político, escribimos sobre este tema. Hoy nos vemos obligados a hacerlo nuevamente, por los ejemplos que estamos viendo de cómo en nuestra asamblea legislativa (así en minúsculas) se pisotean los principios más elementales de la ética.
Los cínicos reconocemos que ética y política son términos contradictorios. Pero nuestro ambiente y experiencias nos dan la razón.
La mayoría de salvadoreños asocian “política” con engaño, mentira, cinismo, corrupción.. Una realidad necesaria en el vivir común está, sumida en una crisis harto trágica.
Es importante que se distinga entre lo específico de la política, es decir, atender los confines precisos del Estado dentro de la vida social, y el medio que se usa, esto es, el poder. Ahora, el poder consiste en el monopolio de la fuerza y si, cuando el poder lo conserva alguien, ese al guien será un grupo social concreto. Luego, los fines de la política serán los de ese grupo social que posee el poder. No son, pues, fines establecidos para siempre pues los actores sociales tienden a cambiar por la voluntad de los pueblos.
Ese monopolio de la fuerza lo hemos visto concentrado en un grupo de diputados, dirigentes del quehacer legislativo, que han abusado brutalmente de sus privilegios para compartirlos con otros de su alcuña o para compensar favores políticos.
Por política se entiende tradicionalmente un “arte” (forma de saber práctico inmediato o simple actuar de quien posee dotes especiales, más naturales que adquiridas, para la dirección, gobernación o pastoreo de “hombres” en colectividad).
La ética determina, por medio de enunciados normativos, qué debe hacerse (a qué se está obligado o, en general, qué debe ser). Esta determinación se realiza por dos vías: mediante la formulación de principios generales y particulares, o mediante la elección de un procedimiento generalmente aceptado, capaz de permitir una decisión sobre cada acción éticamente relevante.
La ética política puede definirse como la ética del Estado. En este sentido estaría constituida por las normas de acción que efectivamente permiten la convivencia y la cooperación social y coordinan las acciones individuales para fomentar el bienestar general.
Por otro lado, desde un punto de vista moderno podemos definir la ética política como la parte de la ética que se ocupa de los principios o normas de acción que deben regir el comportamiento del político en su calidad de gobernante o legislador, responsable, en última instancia, del bienestar y seguridad de todos los miembros del Estado.
Como lo comprobamos a diario, en nuestro ambiente el concepto de ética política, como queda definido, no forma parte alguna de los proyectos políticos que configuran el contexto político de la nación.
La ética política adquiere su personalidad a partir de las difíciles relaciones históricas entre ética y política. Mientras la ética filosófica se halla comprometida con la formulación de principios universalmente válidos, que han de generar obligaciones (y, en contrapartida, derechos) irrenunciables, la práctica política se ve unida a la toma de decisiones que, para hacer compatibles valores en conflicto, han de negar o limitar derechos que la ética considera inalienables. Aspectos tópicos de esta disputa son el debate libertad vrs. seguridad; derecho individual vrs. interés nacional; derecho de resistencia vrs. obediencia política, etc.
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