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2011/02/12

LPG-El FMLN Y ARENA: vidas paralelas

 El Acuerdo de Paz puso a los dos actores en un solo escenario, en igualdad de condición legal. La derecha y la izquierda cara a cara, a la luz del día, sin necesidad de disfraces o subterfugios ocultadores. Ahora, a medirse en la competencia abierta.

Escrito por David Escobar Galindo.12 de Febrero. Tomado de La Prensa Gráfica.

 

Para emprender un análisis comprensivo sobre las dos organizaciones partidarias más fuertes del país hay que partir de un dato de origen. Tanto ARENA como el FMLN son productos históricos de la realidad evolutiva del país; y el hecho de que estos dos productos políticos surgieran en el momento más traumático de la historia nacional, es decir, en las fases iniciales de la guerra interna ya en el terreno militar, no les quita la naturalidad de lo que se necesita para que la evolución avance. Es importante entonces ir al encuentro de esos orígenes, que marcan sin duda no sólo el perfil de estos dos entes partidarios, sino también –y de manera decisiva— su desarrollo posterior. Al no reparar en este tipo de precisiones se corre el riesgo cierto de no entender a fondo lo que son, en su propio devenir, sujetos orgánicos fundamentales de la vida nacional como éstos.

ARENA nació como primer vehículo partidario autónomo de la derecha nacional, con el sello retórico de la contienda ideológica entonces ya al rojo vivo. El país estaba en ebullición bélica, y la imagen prevaleciente era que la guerra encarnaba un enfrentamiento de ideologías; pero en verdad lo que se había desatado era una guerra política, alimentada por combustibles socieconómicos explosivos. El FMLN nació como sujeto armado para hacer la “guerra revolucionaria”, pero con evidente connotación política. Ambos surgieron con vocación de permanencia, como se vio desde sus pruebas de arranque. La primera gran batalla del FMLN sería en enero de 1981, en aquella “Ofensiva Final” que acabó siendo sólo el principio de una guerra larga; y la primera gran batalla de ARENA se dio en marzo de 1982, al posicionarse en la Constituyente.

Aunque en aquellos tramos iniciales de su participación competitiva ARENA tuvo como contrincante principal a la Democracia Cristiana, el mensaje de choque iba dirigido al FMLN —que enarbolaba la bandera de la revolución marxista-leninista—, como puede advertirse en la letra de su himno, cuyo estribillo es una declaratoria de principio: “Patria sí, comunismo no”. Por su parte, el FMLN centraba su mensaje más aguerrido en la lucha contra el “poder oligárquico”, que significaba una total sustitución de sistema. La lucha política cuerpo a cuerpo se daba, pues, entre el FMLN y ARENA. Y eso explica que la Democracia Cristiana no fuera el sujeto idóneo para emprender la solución política de la guerra, y fuese necesario que ARENA tomara la conducción gubernamental para que los sujetos adecuados configuraran la mesa.

Ya en la posguerra, la lucha política se da entre partidos. No es casual que una de las primeras medidas fuera la conversión del FMLN: de fuerza guerrillera a partido político. El Acuerdo de Paz puso a los dos actores en un solo escenario, en igualdad de condición legal. La derecha y la izquierda cara a cara, a la luz del día, sin necesidad de disfraces o subterfugios ocultadores. Ahora, a medirse en la competencia abierta. Pero lo que más cuesta siempre es cambiar las formas mentales. Y en estos ya casi 20 años se ha visto que si algo se les hace cuesta arriba tanto a la derecha como a la izquierda es pasar de sentirse “partes” a actuar como “partidos”. Las partes sueñan con victorias absolutas; los partidos tienen que conformarse con ventajas relativas. La democracia implica manejar las relatividades, y nadie puede dejar de hacerlo sin consecuencias.

La dinámica real es siempre la mejor escuela. En 2009, esa dinámica les puso una prueba necesaria e inescapable tanto a ARENA como al FMLN. A ARENA la prueba de la derrota electoral y al FMLN la prueba de la victoria electoral. Cosas normales, pero que, dadas las circunstancias anímicas y estratégicas de ambos partidos, se les vuelven pruebas ácidas. A ARENA porque, luego de 20 años de estar en el poder, la sola posibilidad de soltarlo le trastornó el juicio electoral y luego se le volvió fractura evasiva; al FMLN porque se vio de inmediato que la victoria traía más desafíos que satisfacciones, y eso le exige un ejercicio de racionalidad que está muy distante de sus postulados más sentidos. El paralelismo, pues, vuelve a hacerse presente. Y ahora además se manifiesta en la necesidad que encaran ambos de madurar a marcha forzada.

Como dos muchachos que tienen que entrar en una capacitación intensiva para recuperar el tiempo perdido y ponerse al día en los conocimientos que se les exigen para pasar el curso, el FMLN y ARENA tienen hoy que acelerar dicha capacitación porque las próximas pruebas están a las puertas. Hay que estudiar y asimilar de día y de noche, porque de lo contrario habrá resultados fallidos, cualquiera que sean las cifras asignadas a cada quien. La realidad, como buena maestra, inspira y exige al mismo tiempo, y no es complaciente con nadie. La realidad es educadora, no consentidora.

El FMLN Y ARENA: vidas paralelas

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