Escrito por Romeo Ramos Amaya.06 de Febrero.Tomado de La Prensa Gráfica.
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Varias son las citas históricas a las cuales se puede apelar para argumentar la importancia de educar a las personas cuando estas como parte de un colectivo social enfrentan cambios los cuales afectan sensiblemente sus modus vivendi. Dos momentos emblemáticos son suficientes: después de finalizada la Segunda Guerra Mundial se realizaron procesos de desnazificación. Esto implicó llevar a cabo caminos de reeducación para cambiar en las personas todos aquellos conceptos, paradigmas, etcétera. Impregnados en su cosmovisión por la ideología nazi, el otro momento es el final del conflicto armado en El Salvador en donde un grupo de intelectuales intentó realizar un proceso de desideologización y despolitización para iniciar la nueva etapa fuera de las coordenadas de pensamiento y acción que rigieron la guerra fría. Esto tristemente fue impedido por los dos grupos de poder político resultantes de esa coyuntura. Si esto se hubiera realizado, el país se habría ahorrado mucho en términos de desgaste psicosocial por la ya trillada retórica ideológicamente polarizada difundida en los medios de comunicación social y en recursos estatales por las discusiones estériles en el pleno legislativo las cuales en repetidas ocasiones finalizan en enquistamientos partidarios pero sin ningún beneficio concreto para las amplias capas sociales.
En esta hora de la historia el mundo entero y este país como producto de la irresponsabilidad de quienes poseen los recursos para producir en masa, la humanidad está abriendo una incierta y temerosa página, el cambio climático. Este es definido por los organismos internacionales como cambio de clima atribuido a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante periodos comparables.
En El Salvador los indicadores sobre esta realidad son: bajas temperaturas, lluvias en dimensiones no registradas en el historial nacional, incendios forestales, problemas en el cultivo de granos básicos.
Estos datos que parten de mediciones científicas deben ser entendidos como una exhortación para tomar conciencia que en estas circunstancias se vuelve necesidad inaplazable e indispensable como un reto para la naciente década: educar a la población para estas nuevas y progresivas condiciones de crisis ambiental, que afectan todas las áreas de la vida humana.
Se debe hacer uso de la pedagogía y la didáctica para educar a la población para el cambio climático, lo que implica replantear toda concepción basada en el pensamiento mágico. Esto a nivel de método debe partir de una exploración in situ de los conceptos que realmente poseen las personas y a la vez trabajar a instancias sociales como la familia y las iglesias que en muchos casos son los agentes generadores de estos paradigmas. Y secuencialmente a este primer paso, formar una concepción lógica racional de cómo funciona la naturaleza, el porqué del cambio climático y los efectos de este.
Así se crearían condiciones psicológicas, actitudinales favorables para evitar el deterioro ambiental que refuerza el cambio climático y se evitan los daños a la salud mental y física como consecuencia de los fenómenos naturales extremos, es decir: terremotos, huracanes, tormentas tropicales y otros.
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