Publicado por pocote (Blog El Salvador). 20 de Febrero. Tomado de Simpatizantes del FMLN.
No se trata de “rebelarse” o imponer criterios al símbolo de autoridad, sino de juzgar imparcialmente y con total derecho el pobre papel desempeñado en la Secretaría de Cultura
La remoción de la titular de la Secretaría de Cultura me renueva en los grandes objetivos y en la misión suprema de las bellas artes, de la necesidad de impulsar ambiciosos programas liberadores de toda propuesta dominadora y extraña a la idiosincrasia de los salvadoreños y, por supuesto, negadora de nuestros valores y de esa identidad muy alejada en el tiempo, si ustedes lo prefieren hasta el origen de los pueblos ancestrales.
Con los cuatro nefastos regímenes areneros se vivió un arte dominador, impositivo, autoritario, en que las reglas del juego estaban impuestas por el “yo supremo”, el “yo mando” y dirijo las propuestas y la forma para hacer cultura. Es decir, primero el arte elitista, el gusto de pocos, contra la creencia en un arte nuevo en el que la imaginación y la espontaneidad sean los ejes de una aventura que ponga al descubierto al artista oculto en todo hombre y mujer. Los conocedores me dirán esta es una tesis fundamental del pensamiento anarquista referido a la estética. Algo de cierto hay.
Sin embargo, en las anteriores administraciones de CONCULTURA se plasmaba un arte totalmente elitista, muy ligado a la producción y al mercantilismo, la misma manera de la edición de libros y el “mercadeo” de las exposiciones en la Sala Nacional del parque Cuscatlán, así como los festivales nacionales de la orquesta sinfónica y de teatro, estaban concentrados en la capital y muy al gusto de una minoría. Con el nuevo gobierno se esperaba una gestión más dinámica, enérgica y creativa de la titular y los funcionarios medios de esa Secretaría; pero al cabo de siete meses no se han dado los planes integradores, no se han desconcentrado las actividades artísticas y culturales y simplemente las “cosas” se han dejado transcurrir y dejar que la misma dinámica salpique a los visitadores cotidianos de ferias del libro, conciertos, juegos florales, exposiciones pictóricas y recitales.
Es sabido que la sensibilidad no autoritaria reúne distintas corrientes libertarias (las individualistas que proclaman la potencialidad creadora y la originalidad de cada persona, las colectivistas que exaltan la capacidad de creación de las comunidades), funde el culto a la creatividad con una actitud iconoclasta (persona relacionada a un movimiento religioso) que mantiene lejos de las posiciones deterministas y comienza a cuestionar la cultura de otros países y continentes preconizando ya el regreso a un arte antiguo, popular, ya el surgimiento de un arte nuevo “en situación”.
Si nos atenemos a las razones esgrimidas por el presidente Funes, para despedir a la Secretaria de Cultura, le damos la razón por cuanto se ha ingresado a una nueva época, a una administración distinta, y es necesario por lo tanto que los funcionarios sean creativos y audaces en sus programas y propuestas. Llegar simplemente a los cargos para hacer “más de lo mismo”, devengar un salario y nombrar a los amigos en los puestos, no es la tarea encomendada. La señora Breni Cuenca, por cierto muy alejada del pensamiento y los principios del partido FMLN (deben leerse sus artículos publicados hace unos años en la revista Tendencia, en la cual ella laboraba), no estaba cumpliendo con el papel asignado al frente de tan importante dependencia.
Si bien es cierto que el ejercicio artístico requiere una libertad total, no admite sometimientos ante autoridad alguna, ella no realizaba de manera individual su gestión, ni tampoco obedecía a un pensamiento anarquista, por el contrario debía de haber impulsado planes a mediano y largo plazo para crear nuevas y agresivas políticas culturales y poner en marcha influencias valiosas, libremente aceptadas, tan útiles y eficaces en otros países donde las manifestaciones espirituales no son complementos sino que constituyen parte del alma de los pueblos y de sus habitantes. En los regímenes areneros los funcionarios de esta Secretaría se caracterizaron por el autoritarismo y la prepotencia, al grado que en muy contadas ocasiones se reunieron con los protagonistas y hacedores de arte en El Salvador. Un hecho que a la larga resultó pernicioso para las manifestaciones culturales y artísticas.
Las manifestaciones culturales y artísticas deben administrarse con mucho conocimiento y sabiduría, el mismo hecho que al frente de una dependencia como CONCULTURA se ponga un escritor o un artista no indica que sea la persona más idónea, pues se trata de administrar, de dirigir, de concertar y conciliar distintas posiciones, de “hacer” participar al público y no limitarlo en sus preferencias. “El público –dice Oscar Wilde—utiliza los grandes clásicos de un país para detener el progreso del arte. Los degrada transformándolos en manifestaciones de autoridad. Los usa, como si fueran matracas, para impedir la libre expresión de la belleza bajo formas nuevas”. Si bien el arte debe ser social, no necesariamente debe ser panfletario o sujetarse a simples programaciones para deleite del público; el someterse a un espíritu burocrático de la vida pública o llevar la cultura a forzados programas lo orillan irremediablemente a quebrar o conspirar contra sus raíces populares.
El arte y la cultura salvadoreña no son decadentes, son las actitudes de los funcionarios los que pervierten las manifestaciones espirituales. El arte es el símbolo del poder creador de una sociedad, y si nosotros asistimos a un nuevo despertar, la futura sociedad revolucionaria, democrática y participativa deberá crear un arte que se inspire en lo auténticamente popular, en las manifestaciones comunitarias ancestrales, en la identidad originaria pospuesta por cientos de años. Si nosotros hemos entendido bien, el presidente Funes, se refiere a estos postulados, reclama desde su posición intelectual, que el nuevo arte y las propuestas culturales, sea el producto de una comunidad de hombres y mujeres con plena libertad en el ejercicio de sus facultades creadoras. Digamos en propias palabras que un arte y una cultura “en situación” se opondrá al arte artificial.
El mandatario quiere una editorial pública trabajando incansablemente, publicando muchos libros de calidad y de gusto estético, textos enaltecedores para los educandos, colecciones de clásicos nacionales y extranjeros, convenios con casas editoras de otros países para masificar las impresiones y la lectura; demandaba, así queremos creer, festivales de música y de teatro en todo el país, mayor coordinación de las Casas de la Cultura. Dejar a un lado el arte elitista y permitir a la mayoría de salvadoreños acceder a todas las manifestaciones culturales, escuchar y participar con sus aportes en distintas manifestaciones artísticas. En ¿Qué es el arte?, Tolstoi distingue entre un arte verdadero –popular—y un arte falso –de la minoría selecta–, ve en el artista un trabajador y en el arte del futuro la obra de todos los hombres, experiencia libre y espontánea.
Sólo una auténtica cultura, un arte liberador, puede devolver el sentido de la vida al hombre alienado por el mundo moderno. Por ello los anarquistas se oponían a un arte militante, subordinado a alguna causa, y defendían aquel que daba cuenta de la pasión y la acción del hombre. El mismo Bakunin, expresaba que “El arte es, pues, en cierto sentido el regreso de la abstracción a la vida. La ciencia es, por el contrario, la inmolación perpetua de la vida, fugitiva, pasajera, pero real, ante el altar de las abstracciones eternas”. La ciencia a la que hace referencia Bakunin es aquella inhumana, opresiva e impersonal, nueva teología de la edad moderna, que junto con la “banalidad del bienestar” ejerce una fuerza enajenante.
La remoción de la funcionaria titular de la Secretaría de Cultura es un acierto, lo decimos por los pobres resultados obtenidos hasta hoy en la administración de las artes y la cultura, por la nula proyección nacional y el desconocimiento del patrimonio histórico, natural y cultural. Esperamos un nuevo nombramiento más cercano a las realidades que demandan tiempos y épocas distintas, un encargado que entienda y conozca de museos, de sitios arqueológicos, de administrar la cultura y el arte y sobre todo dispuesto a buscar los caminos siempre renovados de la creación.
Simpatizantes del FMLN » Un paso acertado en la Secretaría de Cultura
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