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2010/02/23

Co Latino-Opinando sin política (574)

Escrito por Eduardo Badía Serra. 23 de Febrero. Tomado de Diario Co Latino.

Dentro de los debates que se presentan ahora en nuestro medio, sobre todo el político, se encuentra este de si es posible modificar o cambiar la Constitución, o al menos algunos de sus artículos, sobre todo, estos tres que se ha dado en llamar “artículos pétreos”. Dicen los entendidos en el asunto, entre ellos muchos políticos y no menos abogados, que estos “artículos pétreos” no pueden cambiarse porque precisamente han sido escritos en piedra.
Necesitaríamos un gran formón, del tamaño del Ecuador, para hacerlo. No discuto aquí las razones que se habrán tenido para ponerlos, pues esto sólo lo conocerán los constitucionalistas involucrados, y porque además no es, con todo, lo más importante. Tampoco discuto si hay o no un procedimiento previamente fijado para poder reformar la Carta Magna, incluyendo aquí estos  puestos sobre piedra. Voy a otro asunto:
Si hay en la Constitución “artículos pétreos”, entendiendo por ello artículos que no pueden cambiarse, estos se constituyen en verdades que no son sujetas a la revisión o a la crítica, esto es, verdades indiscutibles al margen de su estudio, de su crítica o de su debate.
Son, pues, así de claro, “doctrina fijada”, y esto, en griego y en nuestra traducción española, no es otra cosa que dogma, un decreto emitido por una autoridad que no admite réplica y que no se sujeta a prueba o veracidad. Por lo tanto, estos famosos “artículos pétreos” contenidos en nuestra Constitución, son dogmas, y si estarán siempre allí, vuelven a la Carta Magna, en esencia y por doctrina, un cuerpo de ley dogmático. ¡Fíjese usted! Si de alguna manera pudiéramos llamar a esta posición que sostiene que los “artículos pétreos” constitucionales no pueden ni siquiera ser vueltos a ver porque nos puede dar pispelo, es que es un verdadero fundamentalismo intelectual dogmático, así sin más.
Ahora bien, nuestra Constitución, precisamente en uno de esos artículos mencionados, dice que el gobierno nacional debe ser democrático, lo cual entra en choque con su carácter dogmático, pues no es posible una democracia regida por dogmas.
De tal suerte que nuestra Constitución viene a ser, así, antidemocrática, y como ella señala en piedra que debe ser democrática, puede concluirse que nuestra Constitución es anticonstitucional. Lo anterior constituye una enorme contradicción, pero tal contradicción es real, y como debe ser corregida, (porque el mundo avanza en función de la superación de sus contradicciones), entonces, claramente, los que sostienen esa posición de que los artículos pétreos constitucionales existen y no pueden ser cambiados, concretamente a lo que invitan es a que se de en el país un golpe de Estado, con el objeto de superar un estado antidemocrático producto de una Constitución que mandata que sea democrático. ¿O no?
También, los defensores de la existencia de estos “artículos pétreos” en la Constitución, manifiestan una posición verdaderamente anticientífica. La ciencia indica que el conocimiento avanza mediante la presencia y acción de sus dos vertientes: La vertiente sistemática, esto es, hacer los conceptos; y la vertiente histórica, esto es, criticar, someter a crítica los conceptos. Si esta última falta, los conceptos se convierten, como podemos advertir, en dogmas, pues nunca cambiarán, siempre estarán allí.
Un concepto que no se sujeta a su revisión y crítica, a su constatación lógica o empírica, no es un concepto, es un dogma, un verdadero fundamentalismo intelectual. Por lo tanto, esos “artículos pétreos” en nuestra Constitución, que tanto parecen gustar a muchos de nuestros políticos y juristas, y por los cuales dicen estar dispuestos hasta a dar su vida, no hacen otra cosa que volver a nuestra Carta Magna un instrumento jurídico anticientífico.
Imagínense ustedes si no pudieran cambiarse los artículos constitucionales, e incluso toda la Constitución……los griegos estarán viviendo bajo las normas de Pericles o de Solón, lo cual no parecería ser  lo más aconsejable a estas alturas precisamente; en los Estados Unidos, que dicen que es el país más democrático del mundo, no existirían las enmiendas; el mundo estaría creyendo que la Tierra es el centro del universo y que es inmóvil; en nuestras escuelas estaríamos enseñando la física de Aristóteles; y Einstein no hubiera podido ser quien fue porque todo sería geometría euclidiana y por lo tanto no habrían geodésicas.
Claro, esto pudiera ser conveniente para algunos dinosaurios que han sabido, mediante ingeniosos artificios, evitar la evolución y mantenerse en un estado jurásico. Pero para el pueblo probablemente no.
Además, si la Constitución ha escrito en piedra que el gobierno es democrático, esto significa, yendo a la más pura doctrina, que el poder está en el pueblo, y por lo tanto, si el pueblo quiere cambiarse los zapatos y la forma de saludar, ¿quién, en un gobierno democrático, se lo impide? Como digo, lo anterior, al margen de los procedimientos y de las intenciones, que no es, por cierto, lo más importante.
Como dicen, “no es lo mismo Chana que Juana”. Si nuestra Constitución es dogmática, y ello por sus “artículos pétreos”, es, por lo tanto, antidemocrática; y si es antidemocrática, es anticonstitucional. Entonces, en El Salvador tenemos una Constitución que es anticonstitucional. ¡Procede, pues, el golpe de Estado! Ojo con esto, porque pudiera ser que ello fuera el objetivo oculto.
Panta rei. El universo es contingente pues en él todo puede cambiar e incluso haber sido de otro modo o simplemente no haber sido. Lo único que es como es y no puede ser de otra manera es lo necesario; y necesario, sólo Dios.
Por eso, yo digo:
Pueblo, ¡Rechaza las discusiones ligeras!
Pueblo, ¡Cuidado con los cantos de sirena!
Pueblo, ¡Levántate y anda!
Pueblo, ¡Decídete por el cambio! ¡Anida la esperanza!
¿De política? ¡Noooooooooooooooooooooooo ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo-oooooooooooooooooooooooooooooooooo-oooooooooooooooooooooooooooooooooooooo-ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo-ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo oooooooooooooooooooooooooooooooooo!
¿Para qué?
De estas, y de otras cosas, seguiremos hablando, si Diario Co Latino me lo permite.

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