En nuestro caso, seguiremos vigilantes de todo lo que atañe a la preservación de las libertades en el país, como lo hemos hecho a lo largo de nuestra ya casi centenaria vida periodística.
Escrito por Editorial . 04 de Febrero. Tomado de La Prensa Grafica.
El debate público abierto por la reactivación de la demanda de inconstitucionalidad del artículo 191 del Código Penal, que impide la penalización de la crítica periodística, ha servido para poner de nuevo sobre la mesa de la discusión abierta el tema fundamental de la salvaguarda de las libertades básicas en el país. La libertad de expresión que, en el caso específico de los medios, empalma complementariamente con el derecho a la información que tiene la ciudadanía, no es un componente opcional del Estado Democrático de Derecho, sino una pieza verdaderamente clave del mismo. Y por eso no es de extrañar que los regímenes antidemocráticos, cualquiera que sea su línea, su color o su ubicación en el tiempo, tengan de inmediato en la mira el coartar, y si es posible eliminar, toda expresión de disidencia, de opinión contraria y de crítica, aun cuando ésta sea humorística, como estamos viendo en el caso esperpéntico y a la vez patético de la Venezuela actual.
En nuestro país, la reforma del artículo 191 aludido fue, en su momento, una decisión de avanzada, históricamente congruente con la dinámica de desenvolvimiento de nuestra democratización, tanto política como social y cultural. La responsabilidad presente, y desde luego futura, consiste en ir perfeccionando en los hechos una libertad que debe ser asumida, como en verdad lo deben ser todas las libertades, en forma de responsabilidad colectiva, con todo lo que ello implica de compromiso y vigilancia.
Es la ciudadanía la principal beneficiaria de la libertad de expresión, y cualquier cosa que la limite, la distorsione, la someta, la debilite o la quebrante es un atentado contra los más elementales derechos ciudadanos. Y eso no es justificable ni admisible de ninguna manera.
Nunca descuidar las libertades
El debate provocado por la amenaza de retroceso ha servido, entre otras cosas, para generar una fortísima corriente de reflexión sobre esta libertad básica, en primer lugar entre los que estamos directamente conectados con el ejercicio más directo y cotidiano de la misma, como somos los medios de comunicación social. Vivimos regionalmente un momento de mucha complejidad y de evidentes riesgos. La ola antidemocrática, vestida caricaturescamente de “democracia popular”, quiere seguir creciendo, aunque ya han empezado a evidenciarse los signos de su inviabilidad histórica. No podemos bajar la guardia ante ello, ni interna ni internacionalmente. La esencia del régimen de libertades es lo que está en juego y en peligro. Que nadie se engañe al respecto.
Si bien este no es momento para excavar y fortificar trincheras, ideológicas o políticas, tampoco lo es para desentenderse de los agudos y decisivos retos que les surgen a cada paso a la democracia y al desarrollo en democracia. Los que tenemos responsabilidad de informar y de formar opinión debemos estar alertas las veinticuatro horas del día frente a cualquier amenaza contra la vigencia de las libertades que tanto nos ha costado instalar en el país, y a las cuales hay que dedicarles todo el empeño necesario para que se perfeccionen y arraiguen definitivamente.
En nuestro caso, seguiremos vigilantes de todo lo que atañe a la preservación de las libertades en el país, como lo hemos hecho a lo largo de nuestra ya casi centenaria vida periodística.
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