Violencia, sangre y muerte, ayer, hoy y mañana. La libertad de la sociedad salvadoreña se encuentra de rodillas, el escenario es dantesco, se vive en una auténtica selva que peligrosamente está llevando a que se imponga la ley del más fuerte, por sobre la ley del Estado. Ante esta realidad, el Estado salvadoreño ha tocado fondo, y de un Estado ineficaz nos conducimos a un Estado barbárico.
Escrito por José Tomás Calderón González.19 de Febrero. Tomado de La Prensa Grafica.Recientemente escuché a un estadista manifestar que el Estado, desde sus inicios históricos, cumple dos funciones vitales: asegurar la libertad de sus habitantes y salvaguardar la seguridad jurídica; ninguno de esos apartados se cumple a cabalidad en este país, y se puede concluir que el Estado salvadoreño no está cumpliendo con los fines para los que existe. Por libertad se entiende aquello que permite a un individuo hacer lo que desea, según su conciencia o inteligencia se lo indique, dentro de un marco de reglas, por ejemplo: “yo deseo caminar por un parque”. Lo anterior resulta algo natural y que todo ser humano debería poder hacer, cosa que no es posible actualmente por las circunstancias violentas, y por ende optamos por no caminar por el parque, y nos volvemos esclavos de la impotencia estatal. Igual sucede con la seguridad jurídica, es decir, aquel concepto que da certeza de lo que es permitido, prohibido y mandado dentro del Estado, seguridad jurídica que cada vez resulta más incierta, generando desconfianza en las reglas del juego, coartando todo tipo de progreso y desestimulando la inversión local y extranjera, anclándonos inexorablemente al subdesarrollo social y económico.
Cuando en un Estado como el nuestro la sociedad siente que no tiene libertad ni seguridad jurídica, y que aún pagando sus impuestos no se le resuelven sus problemas, los habitantes empiezan a tomar la solución de estos por sus propias manos, situación que se está empezando a dar en El Salvador. Lo anterior, lejos de ser una situación que los habitantes hacen porque quieren, se vuelve una necesidad de supervivencia, ya que simplemente no hay otro camino que tomar, se traduce en vivir o morir, y poco a poco el Estado salvadoreño se va reduciendo y dejando de ser los aproximadamente veinte mil kilómetros cuadrados de territorio, ya que cada quien lo convierte en un micro estado que se ubica en el lugar donde reside con su familia, y lo único que le interesa es sobrevivir junto con los suyos al costo que sea. Ante esta situación se revive la famosa pregunta: ¿puede un hombre moral mantener su código de moralidad, en un mundo inmoral?
La necesidad de tomar la ley por las propias manos viene como resultado de que nuestras leyes están divorciadas de la realidad y por lo tanto son ineficaces, o, quienes deben aplicar las leyes no las aplican ni ejecutan correctamente, en ese sentido al país le urgen acciones correctivas en ambos sentidos. Aclaro que al referirme al Estado me refiero a El Salvador en su conjunto, desde sus habitantes hasta sus instituciones, ya que el Estado lo somos todos, y esta problemática trasciende cualquier miopía política y debe convertirse en un esfuerzo de país y principal punto de Agenda de Nación, conscientes de que el gobierno del FMLN es ahora el obligado a liderar esta lucha e implementar las medidas respectivas, debiendo rendir cuentas a todos los salvadoreños por su labor en la erradicación de la barbarie y la recomposición de un auténtico Estado de Derecho. Recordemos la famosa frase, que “la ley sin la fuerza es la impotencia” y que “la fuerza sin la ley es la barbarie”, pero esta barbarie solo es el resultado de un Estado ineficaz.
Concluyo esta nota extendiendo mis más profundas condolencias a un amigo, cuyo hijo adolescente fue brutalmente asesinado la semana pasada, la cual hago extensiva a los millones de hermanos salvadoreños que día a día viven esclavizados por nuestra violenta realidad.
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