Se está tratando de levantar un proyecto de lucha contra la delincuencia, desde el Ejecutivo, bajo fuerte presión ciudadana. En ese marco, un buen número de alcaldes han demandado una veda nacional de armas. Es hora de hacerles caso.
Escrito por Editorial.17 de Febrero. Tomado de La Prensa Grafica.Por diversas vicisitudes históricas, en el país se vino generando una especie de siniestralidad ambiental que afecta profundamente el ánimo de la población, y que tiende a producir una gran cantidad de distorsiones, tanto en las actitudes como en las conductas. No es que los salvadoreños seamos violentos por naturaleza, pues aceptar tal caracterización sería caer en un determinismo superficial: es que a lo largo del tiempo no se ha desarrollado una verdadera cultura de la convivencia pacífica, democrática y progresista, y eso se ha vuelto una trampa de la que es cada vez más difícil salir. La guerra fue la expresión máxima de una forma radicalmente errada de “tratar” problemas y diferencias; y cualquier solución militar de la misma hubiera sido un embudo macabro hacia la barbarie institucionalizada. Pero la solución política de la guerra abrió un nuevo capítulo, inédito en nuestra historia, para pasar a la construcción de una renovada cultura de la salvadoreñidad en acción.
En una sociedad donde impera la imagen del “enemigo interno”, hay que estar permanentemente en guardia. Antes, era el enemigo interno político; hoy es el enemigo interno delincuencial. La tarea, pues, es desmontar todas esas imágenes, para lidiar en serio con las causas de lo que estamos padeciendo.
El concepto de “enemigo interno” político quedó atrás con la solución política de la guerra; hoy toca estructurar una estrategia para luchar contra el crimen, que se ha vuelto ya otro enemigo interno. Y para que esa lucha prospere hay que empezar a construir de veras una cultura de convivencia diferente, aparte de hacer todo lo que hay que hacer para atacar la emergencia de la inseguridad galopante.
Decir adiós a las armas
En un ambiente en el que prevalecen la inseguridad crónica y el flujo de imágenes que endiosan la fuerza como expresión de poder es prácticamente inevitable que se instaure una forma de culto al imperio de las armas. La guerra, por otra parte, convirtió al país en un océano de armas sin control. Esto nunca se intentó corregir en la posguerra. No se ha podido, por diversos intereses imperantes, regular de veras el ingreso de armas ni establecer controles adecuados tanto para la tenencia como para la portación de las mismas. Y el auge delincuencial, generado por muchas perversiones acumuladas, viene a ser un argumento muy poderoso para dejar las cosas como están.
Sin embargo, la misma inseguridad provoca clamores para hacer algo en serio en una línea de controles no sólo más estrictos, sino sobre todo más eficaces. Se está tratando de levantar un proyecto de lucha contra la delincuencia, desde el Ejecutivo, bajo fuerte presión ciudadana. En ese marco, un buen número de alcaldes han demandado una veda nacional de armas. Es hora de hacerles caso. Tendría que estructurarse un proyecto completo al respecto, que debe contener una buena dosis de componente cultural.
En este ámbito, hay que desmontar la idea fantasiosa de que estar armado es estar más seguro; y a la vez implementar un programa de desarme efectivo y contundente de antisociales y delincuentes. E instaurar mecanismos de control que no estén regidos por intereses creados, que son los que hasta ahora se han impuesto.
Es fundamental encontrar las verdaderas causas de los niveles actuales de violencia. Estos idealmente deben ser llevados a cabo por las universidades e instituciones afines al tema. Ellos deberian de servir los resultados cientificos a las instituciones politicas para decidir que camino tomar. Personalmente veo yo un error garrafal en el analisis de esta situacion al evadir la inclusion de lo salvaje y altamente individualista de la sociedad salvadoreña en directo contraste con la dificil situacion economica, social y cultural en la que viven centenas de miles de compatriotas. No son las armas, no es la guerra, no son los genes, es lo inhumano del capitalismo salvadoreño lo que obliga a nuestros jovenes a agruparse para separarse de la sociedad, a la que ellos nada le deben ni respetan, y hacer su vida haciendo incursiones en la sociedad que no les ofrece nada. Siempre y cuando este hecho no se tome en cuenta, las soluciones a implementar estaran de antemano destinas a fracasar. A falta de iniciativas del gobierno, la iglesia y de la izquierda la masa de jovenes que sueña a la gringa y vive la realidad salvadoreña, frustrante y humillante para el ser humano, la masa de compatriotas fuera de la socoedad encontro esa manera de "solidaridad" entre ellos y en contra del resto: las maras!
ResponderEliminarEs fundamental entender que de la parte " sana" de la sociedad no es tan sana como pretenden los sesudos. En la medida en que el humanismo, moral y principios en nuestros jovenes mareros se han ido extinguiendo o deformando tambien los civilizados de El Salvador nos hemos transformado en una sociedad totalmente indiferente e insensible al dolor humano, alli a la par nuestra, todos los dias, nos hemos transformado en una sociedad irresponsable ante los errores cometidos y jamas corregidos en nombre de la libertad del que tiene mas, libertad de no aflojar nada para apalear el sufrimiento de los menos afortunados. En nuestro pais se viven dramas humanos indescriptibles y no muy caros( por lo general los dramas tienen a la base unos cuantos dolares para subsistir) y todos los demas ya nos acostumbramos a verles, no sentir, borrarles y hecharles la culpa a las victimas de su suerte.
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