Escrito por José María Sifontes. 20 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
Cuando la vi supe de inmediato que estaba mal. La tristeza y la frustración se marcaban claramente en su rostro. Es una persona que, aunque la vida le ha dado penas, se las ha arreglado para ver el lado de bueno en todo y ha sabido salir adelante. Pero lo que sentía al parecer superaba su natural fuerza interior y su expresión daba a entender que las cosas habían rebalsado. Me contó.
Con un grupo de su iglesia había planificado una actividad para recaudar fondos. Comida, rifas, juegos y otros entretenimientos se habían organizado al detalle y con mucha ilusión. El día llegó y la gente acudió en un número mayor del esperado. La actividad prometía ser un éxito y el grupo estaba entusiasmado. Al fin iban a tener el dinero suficiente para los arreglos que la iglesia necesitaba desde hacía tiempo. Talvez incluso sobraría algo para otras necesidades.
Ya avanzada la tarde llegaron dos individuos y se dirigieron a la oficina parroquial. Cerraron la puerta y uno de ellos apuntó con una pistola a la cabeza del tesorero de la comunidad. Poco tiempo después y aún temblando el tesorero llamó a los organizadores para contarles lo sucedido: Se habían llevado todo lo recaudado en el día.
Mientras me contaba su expresión cambiaba. Por unos momentos se notaba la cólera, en otros la tristeza. Finalmente me dijo: "Me duele lo que pasó porque ya es el colmo, ni la iglesia respetan. Después de eso ya cualquier cosa puede pasar".
En mi profesión nos acostumbramos a tener una respuesta para todo, algo que ayude o por lo menos dé consuelo a los que están pasando situaciones de crisis. Pero en esta ocasión una respuesta rápida era especialmente difícil, primero porque la señora tenía completa razón para estar así. Una comunidad pobre, víctima de la maldad, y con una ilusión que se les fue de las manos. No había atenuantes.
Segundo porque yo mismo me sentía colérico y frustrado por lo que oía. No encontraba palabras para calmarla. Pero en situaciones difíciles siempre surge una idea, un chispazo que a veces no se sabe de dónde viene y que se presenta ante nosotros de repente. Le pregunté cuántas personas habían llegado a la actividad. Me contestó que como doscientas. Le pregunté después cuántas personas habían cometido el robo. Dos, contestó.
Le dije: "Doscientas personas que llegaron a ayudar a la iglesia y dos que cometieron el delito. La relación es correcta. Mientras haya doscientas personas de buena voluntad que hagan el bien y sólo dos que hagan el mal, las cosas no están perdidas. Perdidas van a estar cuando sólo haya dos haciendo el bien y doscientas el mal". Pareció consolarse, cambió a su suave expresión de siempre y me dijo: "Vamos a ver si organizamos otra actividad para la iglesia".
Me quedé pensando un rato, un tanto admirado de mi suerte que hizo que encontrara las palabras precisas. Después recordé que había leído estas mismas ideas de unos columnistas. Lo importante es que dieron en el clavo. Y dieron en el clavo porque lo que recordé es una gran verdad. Mientras sean más las gentes de bien, las que intentan con esfuerzo hacer lo correcto y ayudar, no estamos perdidos. Antes de desanimarnos debemos recordar eso. Hay más gente buena que mala, y es por esta gente que el mundo sigue siendo un buen lugar.
*Médico psiquiatra y columnista de El Diario de Hoy. sifontesjose@yahoo.com
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