Escrito por Otoniel Guevara. 20 de Febrero. Tomado de Contra Punto.
Tengo la convicción de que los libros soñados serán libros reales
SAN SALVADOR
- Yo conocí a Breni Cuenca en su despacho; como Secretaria de Cultura del Gobierno. Y luego la encontré por los pasillos de la Secretaría, yendo a giras de trabajo a cualquier punto del país, o de nuevo en su despacho en una vertiginosa labor que varias veces nos obligó a pactar reuniones de trabajo en horas tan inusuales como las 8 o 9 de la noche. Porque en esa Secretaría se trabajaba 10 a 12 horas diarias, sábados y domingos, dormidos y despiertos.Cuando fui nombrado Coordinador de Colecciones de una Editorial que fue rediseñada en algo que quizás ya no será, se me encomendó la revisión y análisis de las colecciones existentes en la DPI y de ahí partir hacia una proyección editorial estratégica para el periodo de cinco años de gestión que pensábamos cumplir. Todo esto bajo el paraguas de inéditas políticas públicas que la entidad desarrolló después de meses de trabajo comprometido. Políticas públicas que tenían como eje el rompimiento de los paradigmas culturales de sometimiento para instaurar desde todos los flancos posibles una nueva cultura emancipadora, con un claro acento popular y un tremenda proyección territorial que abarcaría todos los rincones del país a través de la potenciación de una renovada red de Casas de la Cultura.
El resultado fue una condensación de 22 colecciones que incluían desde el rescate y preservación de nuestra memoria histórica más inmediata (en lo que imaginamos como un Monumento de Papel), hasta saldar la deuda histórica que el Estado tiene con decenas de escritores vivos y muertos, incluyendo nuestros escritores y poetas mártires. Impulsar colecciones como la de Biografías de personalidades salvadoreños o Monografías de nuestros municipios constituía parte de las novedades.
Se tenía muy avanzado el trabajo de la colección de Arqueología que incluye la traducción de libros capitales para la comprensión de nuestro pasado, con un equipo de arqueólogos salvadoreños insuperable en capacidad, vitalidad y creatividad.
Se apoyaría al Instituto de Investigaciones Centroamericanas “Cultura y Pensamiento” con la creación de una colección que se encargara de editar los avances y resultados de las investigaciones que produjeran.
Estaba ya en marcha la colección Bicentenario, que revisaría críticamente la gesta independentista centroamericana bajo la lupa de un equipo de lúcidos historiadores.
Se había pactado con varios escritores la puesta en marcha de sus respectivas memorias, de un valor histórico y literario inestimable.
Se tenían avanzadas ya las diligencias para celebrar el año de Roque Dalton con ediciones especiales de gran valor, así como una campaña permanente que fijara en la población ya no sólo el nombre del poeta sacrificado, sino también su multifacética y riquísima obra.
Había un plan para promover el libro salvadoreño en las ciudades del mundo donde la comunidad centroamericana es numerosa.
Se trabajaba a la par del Plan Nacional de Fomento de la Lectura para ediciones mancomunadas de considerables tirajes. Se tenía la confianza y el entusiasmo de importante sectores del mundo intelectual, literario y artístico hispanoamericano que estaban decididos a solidarizarse con esta empresa.
Se había proyectado un mínimo de 700 nuevos títulos para los próximos 5 años. Ni siquiera nos dejaron imprimir el primero.
Se tenía un sueño realizable y de una sola firma lo lanzaron al fondo del basurero.
Cualquiera que sea el rol que desde Casa Presidencial le quieran adjudicar hoy al libro de autor salvadoreño, pienso que se desperdició un tiempo valioso y se ha generado entre los creadores una desconfianza legítima.
Breni Cuenca y su asistente, Claudia Olvera, ya descansan de las frenéticas jornadas que incluían a una cantidad inédita y exasperante de artistas, trabajadores, diplomáticos y todo el que quiso tener una audiencia con esta funcionaria ejemplar. Deja una fugaz pero luminosa etapa para nuestra historia cultural institucional. Hay que escribir en las paredes que el arte debe permanecer alejado de la política.
Por mi parte, tengo la convicción de que los libros soñados serán libros reales. Porque son valiosos, porque los necesitamos. Y porque ningún gobierno jamás ha detenido a un pueblo que lucha por su emancipación más esencial.
Y lo que espero es que no se utilice a la cultura para hacer propaganda electoral. Y espero también que nos quede claro que el problema no es la destitución de una Secretaria, ni la renuncia de un equipo ejecutivo completo. El verdadero problema es que el pueblo salvadoreño ha sido borrado de la agenda cultural del gobierno del cambio.
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