Escrito por Aquiles Montoya. 02 de Febrero. Tomado de Contra Punto.
Aportes al debate sobre la democracia en El Salvador y el mundo
SAN SALVADOR-“En el liberalismo, el fetichismo de un supuesto “mercado autorregulado y automático” corre parejo con el de la pretendida “autonomía institucional del Estado republicano y su división de poderes, ...”(Nuestro Marx, Nestor Kohan)
1. Fetichismo es atribuirle a algo cualidades que de suyo no posee, aunque después lo olvidemos. Es invertir la realidad social, el mundo patas arriba. Es deificar una cosa. El fetichismo es lo propio de una sociedad capitalista donde se impone la realidad aparencial sobre la realidad esencial.
2. El Estado se identifica con el gobierno. El Estado que nace claramente como una relación de fuerza, de dominación, hablaba de tres poderes: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial, los cuales ahora se disfrazan y se llaman órganos del Estado. ¿Qué sentido tiene hablar de poder?! Lo importante es “tener el poder “. Pero el poder no es una cosa es una relación de fuerza, de hegemonía, de subordinación. Que si bien los órganos del Estado son útiles y necesarios para ejercer el dominio de clase, pueden ser también dominados, subordinados a los intereses de clase o a los de una fracción de clase. Para eso existen otras relaciones de poder en los ámbitos económico, mediático, ideológico, social, del conocimiento, cultural, social y militar. Además el Estado se identifica con el gobierno y el gobierno se centraliza en el órgano Ejecutivo y éste en el presidente. De donde pareciera que el gobernante es el gobierno, el Estado, el poder. Y más de algún gobernante ha pensado yo tengo el poder, “el Estado soy yo”!
3. El gobierno es concebido como un instrumento neutral, separado y escindido de las relaciones sociales de poder. Un gobierno podría ser neutral si todos los “gobernados” fuesen iguales y aunque la ley diga que ante ella todos somos iguales, lo dice porque se sabe que somos desiguales, de no ser así ¿qué sentido tendría crear tal ficción jurídica? Pero a su vez el gobierno se concibe a si mismo como separado de las relaciones sociales y en tal sentido ajeno a las mismas. Pero las relaciones sociales de suyo contradictorias y antagónicas, porque son relaciones de clase, están allí en lucha, a veces callada, a veces no tanto, a veces pacífica, a veces violenta.
Hay lucha por el agua, por la vivienda, por la tierra, por salarios o por la duración de la jornada, por la salud o por los precios de los medicamentos, por el empleo o por la estabilidad laboral, por los alimentos, por la educación, por la seguridad, por los intereses de las tarjetas de crédito o por las tarifas de agua, de energía, de telefonía, por la explotación, por la expoliación, por los impuestos, por el acceso al dial, por la corrupción...La lucha es diaria y constante, por ello seguramente sostiene Kohan:“Bajo la apariencia fetichista del mercado, el derecho y la república parlamentaria se esconde, en todos los casos y en forma paralela, la lucha de clases” (p. 421)
4. A pesar de que la realidad social de suyo es contradictoria se presenta como armoniosa y, en consecuencia, la pérdida de armonía es imputable a factores externos, ajenos a la realidad misma, es fruto de desestabilizadores sociales, los cuales son como “virus” que atacan al organismo social que quiere vivir en armonía. Así se habla del comunismo, del castrismo, del chavismo, del sindicalismo, del marxismo, de los radicales rojos, etc. como los principales patógenos que atacan a nuestra democracia.
Porque para vivir en armonía hay que vivir en democracia, porque sólo en un régimen democrático se respeta la libertad individual, la libertad de expresión, la libre empresa, el libre mercado, la libertad de invertir, el libre comercio, la libertad política, la libre organización, la libertad de culto y de pensamiento. Lo único prohibido son las doctrinas anárquicas –que no reconocen el poder- y contrarias a la democracia. Seguramente por ello es que “El Salvador no tiene copia” y somos “el país de la sonrisa”. ¿Quién sabe por qué uno de cada dos salvadoreños quiere irse? Aunque ello no es mal visto, ya que gracias a “los hermanos lejanos” es que nuestra economía era y seguirá siendo floreciente, luego de que pase la crisis: ¡La venta de automóviles cayó el año pasado en más del 50%!
5. La democracia se vacía de contenido y se deifica. Es claro que para la democracia devenida en burgocracia –deja de ser poder del pueblo y se transforma en poder de la burguesía- los referéndum y plebiscitos como expresión de la participación popular no tienen sentido y es más, el mismo pueblo los rechaza, cuando se niega a participar. Porque el “pueblo es sabio” y sabe que la “democracia representativa” es la forma propia de la burgocracia, esencia del Estado burgués.
La democracia, vaciada de contenido y devenida esencialmente en burgocracia, se deifica, se convierte en un nuevo Dios y es tan sabia como el mercado, el otro Dios. (Politeísmo, no?)
La democracia no se puede cuestionar, porque hacerlo es cuestionar la voluntad del pueblo, expresada en las elecciones y mucho menos negarla, hacerlo es peor que ser ateo. Nadie quiere ser antidemocrático, ya que eso es lo propio de los estados totalitarios, donde se niega toda libertad, son las encarnaciones del mal y centros del terrorismo.
La democracia, devenida en burgocracia, tiene sus días festivos, durante los cuales se le rinde culto y pleitesía, momentos sublimes de pureza y transparencia, donde el ser se enfrenta con su conciencia: las elecciones. Y los elegidos son ungidos del poder, depositarios de nuestro destino. Y para asegurarnos que ello siempre será así, se establecieron las normas grabadas en piedra: las pétreas. Base y fundamento de la nueva iglesia, emulación de las antiguas piedras.
Pero el devenir de la historia y el quehacer humano destruyen los ídolos, los fetiches. La historia es implacable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.