En el mapa estratégico regional, El Salvador es una de las piezas claves, y no sólo para Estados Unidos, sino, en particular, para nuestra propia dinámica regional.
Escrito por Editorial.14 de Febrero.Tomado de La Prensa Gráfica.
En las antesalas de la visita del Presidente Obama a El Salvador, se están ya perfilando las líneas sustanciales de dicha visita, que, por su propia naturaleza, no podría tener una rutinaria significación diplomática. El Salvador, sin duda, está en la agenda de trabajo de Estados Unidos, por distintas razones. Es cierto que hay una realidad migratoria que cuenta mucho y también que los afanes para lograr un control efectivo eventual del crimen organizado regional, y en particular el narcotráfico, son materia de especial preocupación; pero esos elementos no explican por su sola cuenta este interés específico que recae sobre nuestro país. Interpretamos que es el proceso salvadoreño, desde la guerra hasta nuestros días, el que nos vuelve sujeto de demostración evolutiva y campo para seguir cultivando la ejemplaridad de la democracia dentro de una historia de alta intensidad.
El hecho concreto de que estemos hoy en una fase experimental muy significativa del fenómeno de la alternancia en el ejercicio del poder político es desde luego un factor que pesa en positivo. En el mapa estratégico regional, El Salvador es una de las piezas claves, y no sólo para Estados Unidos, sino, en particular, para nuestra propia dinámica regional. La normalización democrática en El Salvador es palpable, pero a la vez hay problemas de seguridad y de crecimiento que deben ser resueltos dentro del fortalecido proceder democrático. Todo esto crea una especie de laboratorio para procesar posibilidades, esclarecer dificultades y desatar energías de avanzada.
Uno de los “enigmas” por esclarecer es el que se encierra en esa pregunta que surge de inmediato al lanzar una ojeada de horizonte sobre las condiciones de la realidad salvadoreña: ¿Por qué el país no crece económicamente en la misma medida en que se desarrolla democráticamente? Y la pregunta que sigue: ¿Dónde están las trabas que nos mantienen a la zaga de otros países del entorno que padecen situaciones mucho más comprometedoras y limitantes respecto de la democratización real?
Ahora, en vísperas de la llegada multisimbólica del Presidente Obama a tierra salvadoreña, se anuncia que El Salvador es uno de los cuatro países escogidos por la Administración estadounidense para formar parte de la Asociación para Crecer (Partnership to Grow), que es un proyecto global impulsado por el Gobierno estadounidense para asegurar y acelerar el crecimiento en países que se consideran puntos vitales de irradiación dentro de sus respectivas esferas regionales. Se habla en específico de identificar las retrancas del desarrollo, para removerlas y darle paso a un crecimiento sostenido y suficiente.
El hecho de que este análisis de situación y de medidas se haga en un ejercicio en el que participe un socio tan especial como es Estados Unidos puede ser de gran ayuda en muchos sentidos; y, en primer término, en el sentido de propiciar un ambiente analítico más objetivo, que permita superar la atmósfera de crispaciones constante entre los actores internos, comenzando por el Gobierno y el sector privado. Esto haría posible contar con una especie de auditoría analítica, para hacer que las realidades se vayan imponiendo sobre las percepciones. Crecer a buen ritmo es una urgencia nacional inocultable e impostergable. Y cuanto contribuya a lograrlo debe ser bienvenido. Todos los grupos y sectores deben estar dispuestos a participar y a contribuir en la tarea de mover el país hacia adelante, que es donde están todas las oportunidades.
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