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2011/02/16

Co Latino-Coyuntura actual: la conspiración suicida (3) | 16 de Febrero de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.16 de Febrero. Tomado de Diario Co Latino.
(Coordinador del M-PRO-UES) *

En sociología, país y nación no son gemelos, ni gramaticales ni políticos. El país de la posguerra es, realmente, más complejo que la nación en guerra, no sólo por estar en condiciones de desigualdad económica más infames a las que, décadas atrás, justificaron el conflicto, sino, también, porque la alienación y el consumismo -tomando por asalto el púlpito cultural, en un contexto no clásico del capitalismo- tergiversan la realidad para que ésta aprenda a mentir.

El tardío inicio –en la cintura de los 50s del siglo XX- y la debilidad estructural de una industria patria que fue réplica (que se expresó en un sector informal enorme que, por su manía de pensar en un tiempo de comida a la vez, no se enfrenta jamás al empresario, como lo hacen los obreros) incidió en que faltara el factor purificador –en tanto tomar posición- que brinda la existencia de un formado y fuerte proletariado.

La incomprensión de que “país” y “nación” no son gemelos, es la que lleva a creer, ingenuamente, que se puede hacer una revolución sin que los gringos lo sepan… lleva a olvidar que, además, no se debe hacer una revolución ni a espaldas del pueblo ni sin concientizarlo al respecto, si se quiere que ésta tenga larga vigencia y, ante todo, que el pueblo esté dispuesto a ir al infierno por ella, para después ir al cielo con ella. Lo anterior, ha sido comprendido únicamente por el Ministerio de Educación, y de ahí que su labor sea loable en esta coyuntura. 

La falta de un proletariado clásico, provocó que la escisión entre anarquistas y socialistas (propia del inicio de los movimientos revolucionarios, después de Marx) se diera -en un primer caso, en los años 70s- con un retraso de veinte años; y que, en un segundo (el de la lucha electoral) surgiera la escisión como “algo” inconfeso entre ortodoxos y reformistas, escisión que, por cierto, no es una derivación lineal del proceder que se tuvo en la guerra, en el sentido de identificar a los primeros con lo armado, y a los segundos con lo electoral-conspirativo, lo cual es una rareza de nuestra guerra civil, o una conspiración que no logramos decodificar, similar a la conspiración académica que unos cuantos estudiantes organizados –aliándose con la ineptitud de algunas autoridades, docentes y administrativos- llevan a cabo contra la universidad pública, ya sea porque secuestran su campus antojadizamente, porque malversan sus recursos, o porque carecen totalmente de identidad universitaria, pues, lo único que las ata a ella es una relación salarial.

En ese texto –que se repite como pretexto, pero sin balas- es que surgieron tendencias y fracciones; fidelidades traicionadas y traiciones premiadas; audacias ejemplares e ingenuidades inmensas; pasos adelante y pasos atrás. Por un lado, un grupo de intelectuales que, aunque eran lectores asiduos del marxismo, no representaban –como la historia comprobó al final- otra cosa que la tendencia a una reforma democrático-burguesa del Estado, vocación que, incluso, podía ser satisfecha en cualquier partido, lo que explica, por ejemplo, que los máximos dirigentes del Ejército Revolucionario del Pueblo –ERP- (el partido que, en la guerra, fue el más audaz en materia militar, y del que, en su momento, me sentí orgulloso de pertenecer) hoy formen parte del espectro político derechista, ya sea como trasnochados analistas, como asesores imperiales o, en el nivel más obsceno, como miembros del Partido Demócrata Cristiano, que fue el cómplice estratégico del genocidio de los años 80s; o que algunos militantes del FMLN –históricos, unos pocos; oportunistas, los más- cambien de partido para seguir ocupando cargos públicos (vieja costumbre de derecha), lo que es una evidencia tajante de una nula conciencia partidaria, o de una cultura política tan mercenaria como vil, en tanto la cultura política la forman los elementos que configuran la percepción subjetiva que se tiene sobre el poder.

Así, su falso marxismo no se proponía otra meta que organizar la fuerza proletario-campesina -dinamizada por los estudiantes universitarios- para que instaurara la democracia electoral o algo similar a ella, con lo que se cambia nación por país. Por otro, un grupo unido al movimiento obrero –al menos formalmente- que acabó fosilizándose en él, aparentando la representación de una tendencia obrera, pero, usando métodos propios de la derecha y con una falta de conciencia teórica. Personalmente, conocí en la guerra a dirigentes sindicales que tenían no sé cuantos años –y quien dice eso, dice que son muchos- de ser dirigentes y viajantes de los sindicatos.

Por ello, parece que, por ratos, los partidos de izquierda no se proponen otros fines que los de carácter democrático-burgués, con lo que pudiéramos afirmar que, una vez conquistada la libertad de organización e iniciada una frágil fase democrática (después de la guerra civil), se hace evidente la incapacidad de los grupos que componían el frente guerrillero, para darle la fisonomía de un partido marxista de trabajadores e intelectuales, que haga la lucha como partido político legal, en función de borrar la injusta legalidad burguesa y legitimar los cambios sociales sin legitimar al sistema ni reproducir sus manías.

Así, lo que se produce es una depredación del juicio intelectual de la resistencia social, la que se profundiza con el surgimiento de una capa de intelectuales y pequeño-burgueses enamorados de los cargos públicos, asumiendo la conducción de un proceso en el que no creen, y con el que jamás se comprometieron en el pasado, pervirtiendo, por acá, el liderazgo sindical (mas no al sindicalismo) al hacer de él una cuestión oportunisteada por los malos dirigentes que tienen la habilidad de la retórica; y, por allá, la gestión estatal estratégica, ya que muchos de los mandos medios actuales fueron los fieles gestores del neoliberalismo. En ese marco, se corre el peligro de que triunfe en el seno de la izquierda la fracción reformista, que es la expresión, en su pueril verbalismo conciliacionista, de un signo del movimiento popular parido por la debilidad, tanto de la economía como  de la conciencia crítica.

Entonces, el revolucionarismo (jerga revolucionaria y accionar reformista) de los años previos a la guerra, parece que se repite en esta coyuntura conspirativa, en la que la derecha se adueña del populismo –y un sector de la izquierda le teme a lo revolucionario- para seducir a los trabajadores, en el sentido de que se olviden de la lucha de clases y se afilien a la nueva versión de la “alianza para el progreso”: el asocio para el desarrollo.

Coyuntura actual: la conspiración suicida (3) | 16 de Febrero de 2011 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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