Hace un par de semanas escuchaba por televisión la conferencia del ex presidente del Gobierno español Felipe González, quien manifestaba que nuestra sociedad debía buscar un modelo de Estado Ipanema, refiriéndose a la conocida playa de Brasil donde las mujeres son perfectas –decía él–, no tienen nada de más ni de menos. En efecto, muchas mujeres buscamos un patrón de belleza, aunque en el campo social y político las cosas no se arreglan tan fácilmente con una cirugía.
Escrito por Carmen Elena Pineda Colorado.19 de Febrero. Tomado de La Prensa Grafica.La pregunta del millón es qué tan grande y fuerte queremos a nuestro modelo de Estado o si queremos una doncella dulce y sumisa, con menos voluntad para actuar. Hay diversas teorías que encuentran ventajas y desventajas en los modelos de Estado mínimo o regulador. La pregunta obligada es: ¿Qué tipo de Estado necesitamos hoy, ahora, con nuestros problemas y especiales circunstancias?
Antes de dar con la respuesta, es preciso considerar que independientemente del tipo de modelo que se utilice, es más necesario que este funcione adecuadamente. Lograr esto significa, en primer lugar, que funcionen las instituciones o respeto a la institucionalidad, lo que posibilita la gobernabilidad. Es decir, el respeto a las reglas del juego auto impuestas. Léase a la seguridad jurídica, que lleva a generar un clima de confianza donde cada uno sabe lo que le va a suceder si hace u omite una acción; el respeto a la legalidad, donde el funcionario ejerce únicamente sus potestades determinadas en las normas jurídicas. Esta condición debe dejar a un lado solucionar problemas coyunturales con medidas irracionales y poco discutidas, olvidando la visión de país que busca satisfacer el interés general, que contempla una serie de esferas, que la simple mayoría numérica. En segundo lugar, encontrar el equilibrio perfecto entre el respeto de la división de poderes y la coordinación de funciones para que el aparato estatal marche muy bien. Difícil, pero no imposible. Implica una madurez no solo personal, sino política, que incluye sustraer las ideologías en las posiciones, reconocer lo bueno, lo malo y lo feo en las actuaciones de los demás; realizar una crítica constructiva, propositiva, responsable y respetuosa, abierta a discusión, aceptando, en la medida de lo posible, soluciones intermedias. Disculpar errores y olvidar rencores. Eliminar descalificaciones personales y difamaciones No se trata de ganar/perder, sino más bien de ganar/ganar, donde ganamos todos los salvadoreños.
En otro orden, se necesita un trabajo en equipo dentro del gabinete de gobierno, donde el presidente de la República ejerza un liderazgo sin cortapisas, adaptado a un plan de gobierno que contenga las diferentes políticas públicas, que no estarán escritas en piedra, sino que se irán esculpiendo con un sutil cincel, que lime asperezas y supla vacíos. Este equipo deberá estar integrado con personas de su confianza, competentes, capaces de trabajar en equipo, que jueguen como en un partido de fútbol, en que cada funcionario tenga su posición, respetando al entrenador, a los árbitros y las reglas del juego. Sobre todo, respetando la calidad de funcionario público, que los hace funcionarios de todos los salvadoreños, apartándose de representar o hablar como directivo de un partido político, con posturas que no podrá sostener mientras ejerza un cargo público, lo que equivale las 24 horas y los 365 días.
Por su parte, se necesitan servidores públicos eficientes, responsables, identificados con sus actividades institucionales, consolidando una verdadera carrera administrativa.
Y, finalmente, una sociedad civil muy bien organizada con participación activa que garantice el verdadero control ciudadano, que pueda construir opinión y colaborar honestamente en el quehacer público.
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