El Ejecutivo, asediado, como es natural, dadas las circunstancias, por el coro de voces constantes que le exigen acción efectiva y resultados verificables en la lucha contra el crimen, anuncia un nuevo plan estratégico.
Escrito por Editorial. 05 de Febrero. Tomado de La Prensa Grafica.
La preocupación es cotidiana, la temática es recurrente, el apremio de efectividad se agudiza cada vez más. Nos referimos, desde luego, a la cuestión Seguridad, que viene estando desde hace ya bastante tiempo en la primera línea de las angustias de la población, sin que hasta la fecha haya habido ningún tratamiento verdaderamente eficiente. Y no ha podido haberlo porque siempre se parte de diagnósticos superficiales que llevan a recetas circunstanciales. Ahora, con una nueva Administración, con diferente correlación de fuerzas políticas y con un repunte inocultable de las conductas antisociales y delincuenciales, el clamor por que las iniciativas y estrategias funcionen se generaliza.
En lo que se refiere a las instancias públicas encargadas del tema de la seguridad ciudadana y de la lucha contra el crimen, tres cosas son básicas de entrada, para pasar al ámbito de la efectividad: abandonar la actitud autodefensiva, decidirse a una reingeniería institucional sin reservas y entrar de lleno en la línea de la cooperación interinstitucional. Ejemplos de esas tres cosas: las autoridades tendrían que reconocer su responsabilidad actual, fijándose más en su desempeño que en las críticas del entorno; instituciones como la Policía deben abrirse al escrutinio de sus estructuras y métodos de trabajo; y es indispensable crear mecanismos de enlace real y profundo entre la PNC, la FGR y el Órgano Judicial, como entes determinantes de la eficacia del proceso en general.
La problemática de la Seguridad, en cuanto a su desenvolvimiento institucional, es mucho más compleja de lo que parece. Más que agregar medidas, de lo que se trata es de estructurar un sistema que funcione conforme a la magnitud de los desafíos reales.
La tarea debe ser integral
El Ejecutivo, asediado, como es natural, dadas las circunstancias, por el coro de voces constantes que le exigen acción efectiva y resultados verificables en la lucha contra el crimen, anuncia un nuevo plan estratégico. Es, desde luego, oportuno, configurar y lanzar una iniciativa de esa índole. La Policía necesita perfeccionar métodos de acción, contar con recursos adecuados para cumplir su responsabilidad de 24 horas diarias en todo el territorio, y adelantarse funcionalmente a la creatividad delincuencial. Pero hay que subrayar al mismo tiempo que la Policía debe prepararse de inmediato para una reingeniería de fondo, sobre todo en áreas absolutamente vitales, como la investigación y la inteligencia, que, por más que se venga declarando periódicamente y desde hace años lo contrario, no han estado nunca a la altura de las circunstancias y de los retos.
Esa reingeniería también tendría que emprenderse en otras instituciones fundamentales, como la Fiscalía General de la República y aun el Órgano Judicial. Por supuesto, se requieren buenas inyecciones de recursos económicos, hoy aún más escasos; sin embargo, aumentar recursos sin garantizar que las estructuras institucionales estén en línea con lo que debe ser una administración confiable, moderna, suficiente y eficaz podría llegar a fomentar vicios, desperdicios y desempeños contraproducentes.
Todo –lo estructural, lo funcional, lo social– debe ir de la mano, para que se logren los efectos que necesitamos, reclamamos y esperamos como colectividad.
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