Escrito por Juan A. Valiente. 17 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
Vivimos en una sociedad subyugada por el relativismo moral y la promoción de la sensualidad. La sociedad de consumo y la globalización ejercen presiones sobre nuestros hijos de naturaleza diferente al pasado. La subyacente tecnología que con tanta potencialidad facilita las comunicaciones también nos distancia convirtiéndonos en extraños y evitando la construcción de relaciones reales. Llegamos a pensar que la virtualidad cambia las reglas del juego y que los valores se pierden en la nebulosa de la red. Padres y madres de familia debemos enfrentar situaciones que desconocemos y que a veces no logramos comprender en su totalidad.
Hace poco tiempo me encontré por primera vez con la palabra "SEXTING" y desde entonces me ha preocupado el uso que algunos niños y jóvenes de uno y otro sexo le están dando a las nuevas tecnologías. Con la irrupción de los celulares comenzó lo que se llamó "texting", término en inglés que se refiere al envío de mensajes cortos de texto. Con la extensión de las capacidades multimedia de los dispositivos, se agregaron fotografías y videos a estos mensajes. Cuando el contenido de dichos envíos es de naturaleza erótica o sexual, la actividad se conoce como "sexting", contracción de dos palabras en inglés: "sex" y "texting".
En nuestro país no contamos con estudios sobre el tema, pero usaremos los resultados de una investigación reciente en Estados Unidos para iluminar la problemática ("Teen Online & Wireless Safety Survey"). Una de las principales conclusiones es que los jóvenes están bien conectados y dedican una buena cantidad de horas a estar en línea, realizando actividades como manipulando correos, investigando, jugando, "chateando", subiendo o viendo fotografías y videos, y usando redes sociales.
A pesar de conocer los riegos y de haber tenido contacto con personas que han tenido problemas por información publicada electrónicamente, los jóvenes elijen asumir riesgos cuyas consecuencias pueden ser desastrosas. Publican información personal acerca de ellos en la Internet y casi 75% tienen un perfil en línea en una red social, donde además han publicado fotos de ellos y sus amigos.
Por el mencionado estudio se sabe que uno de cada cinco adolescentes se ha involucrado en "sexting". La mayoría ha enviado mensajes a sus novios o novias, porque se les ha pedido como muestra de "amor" o simplemente para divertirse "inocentemente". Algunos producen estos mensajes aprovechando maliciosamente el descuido de otros, incluso conocidos. Aunque ya esto puede alarmar a muchos padres, lo más preocupante es que 10% de dichos jóvenes ha enviado esos mensajes incluso a personas que no conocen.
Un caso emblemático ocurrió en julio de 2008 en Ohio, cuando Jessica Logan, una joven de 18 años, se suicidó. Ella envió a su novio una foto de si misma desnuda, quien a su vez se la envió a otros. Cientos la vieron y fue atormentada por meses con epítetos como "reina de la pornografía". Muchos jóvenes no parecen entender la humillación y el acoso que puede ocurrir cuando las fotos o videos son reenviados.
Casi la totalidad de los adolescentes piensan que es peligroso involucrarse en "sexting", aunque sólo una pequeña porción de los que se involucran en esta actividad han sido descubiertos. Cerca de la mitad de los jóvenes piensan que los adultos sobre reaccionamos acerca del "sexting" y que cuando alguien es descubierto enfrenta serias consecuencias legales.
¿Y cómo lo enfrentamos? Esta moda está inundando las escuelas de América Latina y El Salvador no será la excepción. La delgada línea entre un supuesto juego inocente y la pornografía infantil están entrampando los debates legales. Los padres debemos estar más vigilantes. Los jóvenes deben asumir mayor grado de responsabilidad personal. Las empresas y gobiernos necesitan ayudar a proteger a los niños y darles herramientas para tomar buenas decisiones. No ayuda estigmatizar a los jóvenes como pedófilos, así como tampoco el permitir que cualquiera, incluso un niño o niña, pueda producir pornografía infantil. Como escribía una editorialista en Estados Unidos: "Necesitamos dejar de lado nuestro pánico, nuestra indignación moral y las agendas políticas, y preguntarnos: ¿Cómo podemos ayudar a estos jóvenes?"
Los colegios y escuelas necesitan entender cómo los niños y adolescentes están usando esta tecnología con o sin el consentimiento de las víctimas. Para enfrentar este tema no hay mejor solución que la educación, en especial la promoción de valores como el respeto a otros y a si mismo. Eduquemos para luego exigir.
Hay recomendaciones sencillas que pueden ayudar, como revisar los estados de cuenta de los celulares para ver cuándo los jóvenes han estado más activos usándolos, promover políticas que restrinjan el uso de celulares dentro de las instalaciones educativas, habilitar ciertas horas del horario escolar (como por ejemplo durante el almuerzo), para que los jóvenes puedan hablar o enviar mensajes, revisar el celular de sus hijos (es más importante su protección que su derecho a la privacidad), y solicitar de las empresas de telefonía celular el uso creativo de la tecnología para limitar "texting" durante ciertas horas, bloquear celulares o ajustar el plan de manejo de datos para permitir únicamente mensajes de texto y no imágenes o videos.
En general la investigación mencionada revela que los padres estamos demasiado ausentes de la vida de nuestros hijos. Dos de cinco adolescentes dicen que sus padres saben muy poco o nada de lo que hacen en línea. Sea travesura, abuso o pornografía es responsabilidad de los adultos orientar en las comunidades educativas y en las familias lo que se puede y lo que se debe hacer con dicha tecnología. No evadamos nuestra responsabilidad.
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