Escrito por Alejandro Alle.02 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
No habla como un hombre de izquierda. Tampoco como uno de derecha. En verdad no parece necesitar de disfraces: es simplemente Felipe González, y su discurso actual está muy cercano al de un liberal.
En ello probablemente influya el hecho de ser un "ex ex ex presidente" del gobierno de España, tal como se autodefinió, que está alejado de la política partidaria, y que ha pasado mucho tiempo desde que dejó el poder: catorce años, igual a la duración de su largo gobierno (1982-1996).
Su reciente visita a El Salvador dejó varias confirmaciones: su claridad conceptual, su notable historia personal, y dos expresiones acerca de las cuales vale la pena reflexionar. Sobre todo porque fue él, y no cualquiera, quien las dijo.
La primera de esas expresiones refleja su visión sobre la forma que los Estados debieran adoptar, sin grasa ni huesos visibles, y bautizó como "Estados Ipanema" a los que cumplen con tales requisitos.
Al así imaginarlos González tenía en mente, al igual que Vinicius de Moraes, a las bellas garotinhas cariocas. Es cierto, también hay algunas excedidas de peso, esas a quienes toda retina masculina que se precie, en estricto honor a la justicia, condena a un piadoso olvido.
Lo que nunca debería olvidarse, so pena de ser injustos con los más desprotegidos, es la obligación del Estado de mantenerse en forma atlética, cosa que se logra recortando grasas, tales como la burocracia y la corrupción. También es deber del Estado mantener la musculatura firme, que demuestra cuando existe seguridad jurídica y combate (real…) a la delincuencia.
Además, el Estado también necesita tener oxígeno suficiente para propiciar la generación de empleo, y facilitar las condiciones para el acceso de la población a servicios adecuados de salud y educación.
En América Latina, como usted bien sabe, suelen verse muchos más casos de "Estados caipirinha", por su afición a la borrachera populista, que de Estados Ipanema.
Al escuchar a González queda en evidencia que, más por sus largas vivencias de gobernante que por su aún no tan avanzada edad, ha superado la "enfermedad infantil del izquierdismo", padecimiento que según Lenin estaba afectando al comunismo en 1920, y que lo llevó a escribir un libro con ese curioso título. Los políticos criollos debieran leerlo, o al menos enterarse de su existencia.
No me refiero sólo a los que dicen ser de izquierda, sino también a los que dicen ser de derecha (e incluso dicen ser liberales…), quienes apoyando la bochornosa propuesta de eliminar intempestivamente el cargo básico en la factura de telefonía fija, afectaron de manera muy grave la seguridad jurídica en El Salvador. El daño ya fue hecho, aun cuando un veto lo subsanaría parcialmente.
Con tal accionar se ajustan, patéticamente, a la descripción que Lenin hiciera en dicho libro sobre la psicología del "pequeñoburgués", a quien acusaba de tener "veleidades revolucionarias inconsistentes y estériles, que fácilmente se transforman en sumisión". Una descripción precisa de lo que acaba de ocurrir en la Asamblea.
Después se sorprenden por qué El Salvador perdió el grado de inversión, expresión que para ser mejor comprendida debiera traducirse como grado de empleo, grado de progreso, grado de bienestar, grado de salud o grado de educación. Las cosas en las cuales, más temprano que tarde, el grado de inversión se termina reflejando.
Al hablar de la "redistribución", lejos de caer en la demagogia de muchos de sus colegas actuales, González la delimitó a la provisión básica de salud y educación. Y a la generación de empleo.
La otra expresión del visitante que merece destacarse, no por novedosa sino por lo elegante de su descripción, fue su definición del Socialismo del Siglo XXI, al cual sin agitarse y con una sonrisa catalogó de "mezcla extraña de Marx, Bolívar y Nuestro Señor Jesucristo".
Definición propia de un hombre que, habiendo gobernado desde el socialismo original, y habiéndolo modernizado, contempla ahora con ironía a su torpe caricatura.
Hasta la próxima.
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