Escrito por José María Sifontes. 06 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
Hace un par de semanas, mientras manejaba por un redondel, me detuve brevemente en la orilla para comprar el periódico. Tomé el ejemplar y lo puse en el asiento del acompañante. La noticia de primera plana llamó tanto mi atención que me descuidé por un momento.
Se trataba de dos personas, madre e hija, a quienes un vehículo había atropellado dejándolas muertas a media calle. Al volver a acelerar mi carro ladeó y estuve cerca de subirme a la acera, derribar la pila de periódicos y, tal vez, golpear a la vendedora. El hecho me impactó ya que, por ver la foto de la tragedia y no la calle, iba a ocurrir algo parecido a lo que estaba viendo en el periódico.
Muchas tragedias automovilísticas ocurren por descuidos de segundos. Una mirada a un lado, sacar algo de la guantera o, ahora más comúnmente, hablar por teléfono celular, pueden distraer lo suficiente como para ocasionar una desgracia.
La vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos, y los accidentes automovilísticos asociados a distracciones son el ejemplo más claro. En un instante un conductor involucrado en una muerte pasa de ser un ciudadano común que iba a algún lado al enemigo público número uno. Causa tristeza pensar en todas las tragedias que pudieron evitarse, en las familias que pierden a sus seres queridos, pero no se puede evitar tampoco ponerse en el lugar de la persona que provoca un accidente.
Haga lo que haga no puede revertir lo ocurrido, no puede retroceder el tiempo y hacer que las cosas sucedieran de otra manera. Su vida se transforma por completo, la culpa le acompañará siempre, y eso también es una tragedia.
Nadie es inmune a los accidentes, y seguimos haciendo cosas que nos distraen mientras manejamos. Los que conducimos debemos entender que los vehículos son en potencia armas letales. La combinación de peso y velocidad los hacen así. Las distracciones son peligrosas y el hablar por celular es actualmente la primera causa de distracción mientras se conduce. El ver quién llama, el conducir con una mano y el estar pendiente de la conversación produce riesgos significativos.
La acción de conducir requiere de diversas funciones cerebrales. El panorama cambia constantemente, se necesita coordinación muscular, visión central y periférica. Eso implica que toda la atención debe estar concentrada en la conducción y que cualquier elemento que la altere afecta drásticamente la seguridad.
Los accidentes de tránsito provocados por personas que se distraen hablando por celular son cada vez más frecuentes. Estadísticas de los Estados Unidos indican que un 25 por ciento de los accidentes están relacionados con esta actividad y se ha calculado que los que la practican tienen cuatro veces más probabilidades de accidentarse. Ahora se agrega el hecho de que muchos no sólo hablan por celular sino que también escriben mensajes de texto mientras conducen.
Estamos tan acostumbrados a manejar que creemos que una actividad extra mientras lo hacemos no afectará nuestro desempeño. Cuesta darse cuenta pero estudios en la Universidad Carnegie Mellon demostraron que la actividad cerebral requerida para conducir disminuye un 36 por ciento al usar un celular.
Los humanos somos curiosos por naturaleza y cuando suena el teléfono mientras conducimos queremos saber inmediatamente quién es y qué quiere. Debo confesar que a veces me han picado las manos por contestar. Pero las desgracias ocurren y he comprendido que no vale la pena buscarlas por una llamada.
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