Escrito por Eduardo Torres. 6 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
Tan grande es el agobio que sentimos los salvadoreños, producto de la oleada criminal que nos azota, que por momentos parecería ser que nos abaten las siete plagas de Egipto contempladas en el Antiguo Testamento. Lo que más se siente, como es natural, es la pérdida de vidas humanas, vidas truncadas por los homicidios; aunque también, inmediatamente después, los delitos contra los bienes, encabezados por las extorsiones. Tanto en el ser humano, a nivel individual, como en una sociedad determinada, ya no digamos a través de la historia de la humanidad, han habido siempre hechos que marcan. La Revolución Francesa y la Revolución Industrial en la Edad Moderna, así como las dos guerras mundiales, la caída del Muro de Berlín y la globalización en la Edad Contemporánea, son ejemplo de ello.
La reflexión, por lo tanto, debería ser hasta la médula sobre lo que como país nos está sucediendo. Es como si a nivel individual una persona quisiera seguir negando, digamos una adicción hacia el alcohol o hacia las drogas, cuando resulta tan claro, al menos para su entorno más íntimo, la gravedad del problema. Es importante entonces aceptarlo porque es a partir de ahí que vendrá la posibilidad de recuperación. Por ello, hay que decirlo con claridad: es horrible que se ametralle -–estilo fuerzas especiales-- a diez personas alrededor de una poza, en un río, que mueran siete y aquí se actúe como que no ha pasado mayor cosa; como también es horrible que estén asesinando estudiantes -–entre los trece y los dieciséis años-- semana tras semana y no desarrollen las autoridades planes especiales para evitarlo.
Las señales de descomposición laceran el sentir ciudadano. Siendo el auge de la criminalidad un problema de todos, porque al final en todos repercute, acción es la palabra clave, porque como suele suceder con toda crisis -–los chinos han tenido siempre esto bien claro--, estas ofrecen oportunidades.
El Ejecutivo tiene ahora la posibilidad de liderar un gran esfuerzo nacional que eleve el tema de la seguridad pública a política de Estado. Ya que, más allá del prisma con que vea cada quien el mundo, este es el tema en el que podemos y debemos alcanzar un gran acuerdo básico en beneficio de la mayoría de salvadoreños. La problemática en seguridad repercute en todos los demás ámbitos de la vida nacional.
La Presidencia de la República ha anunciado que convocará a distintos sectores de la sociedad para presentar los planes a ejecutar por su gabinete de seguridad. Enhorabuena, porque este es un esfuerzo que debería ser liderado por el propio Presidente. Que no se resolverá una problemática tan compleja de la noche a la mañana, o que no se resuelva en su totalidad, pues nadie le pide peras al olmo. Pero que debemos dar lo mejor de nosotros, como sociedad, para ayudar a menguar la gravedad del problema, pocos habrán de dudarlo. Cada quien según el área en que se desenvuelva. Acción y prontitud para afrontar el problema, es lo que la ciudadanía demanda. Dios quiera que logremos la eficiencia requerida para reducir por lo menos un tanto el sufrimiento humano.
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