Escrito por Luis Mario Rodríguez R. 10 de Febrero. Tomado de El Diario de Hoy.
Admiro profundamente a las mujeres. Primero porque una de ellas, la llena de gracia y más importante, trajo al mundo a nuestro Señor Jesucristo y continúa intercediendo por nosotros para ganarnos la vida eterna. Segundo porque mi querida madre ha sido un ejemplo de entereza, carácter, entusiasmo y la luz de nuestro hogar, sin quitarle el mérito que nuestro padre tiene como ejemplo digno de imitar dándonos la guía de la honradez, la decencia y la sencillez.
Finalmente porque la madre de mis hijos, mi querida esposa, es la eterna compañera, mi amiga del alma, mi inspiración diaria y el sostén de mis angustias –-le viene de la madre, a quien aprendí no sólo a querer sino a respetar y admirar, cuando puso en riesgo su vida donando un riñón para alguien a quien no conocía.
Lo dije una vez en este espacio y lo reitero con todas las fuerzas: las mujeres llegaron a la política para quedarse. Y es que su "don de gente", su sensibilidad a flor de piel, su "sexto sentido" para intuir la mentira y la hipocresía, y las ganas que le inyectan a todo lo que hacen y dicen, las convierte en receptoras de cualidades extraordinarias para entender los problemas ajenos, administrarlos y encontrar una solución quizás sin el pragmatismo que nos caracteriza a los hombres, pero con la serenidad que sus propios sentimientos, esos que sólo las mujeres tienen y que les permiten ver allá donde el ego, las pasiones, los intereses personales o la política, nos ciegan a los del sexo masculino.
Laura Chinchilla representa otro ejemplo más de ese nuevo liderazgo que está surgiendo a nivel de las administraciones públicas. Ganó las primarias de su partido cuando más de medio millón de costarricenses votaron por ella el año pasado. Desde su discurso como candidata electa del Partido Liberal Nacional, demostró que tenía "casta" de estadista, pues perfiló con claridad que soñaba con una Costa Rica libre, próspera y verde –-esto último en relación al extraordinario trabajo que han realizado en Costa Rica para la protección de la biodiversidad y el medio ambiente--. Su campaña fue limpia y propositiva.
Mientras los otros candidatos se dedicaron a criticar lo que Arias no hizo, la Presidenta electa repitió miles de veces lo que ella pensaba hacer cuando llegara a la presidencia. Sus antecedentes como Ministra de Defensa en el primer mandato de Oscar Arias y como Vicepresidenta de la República en el segundo gobierno del Nobel de la Paz, le valieron para explotar electoralmente su carácter, visión y claridad para resolver el problema de la inseguridad y el narcotráfico, que como a nosotros, agobia grandemente a este país centroamericano. Sus principales propuestas se centraron precisamente en la seguridad, sin dejar a un lado el desarrollo social y la igualdad de género.
Hacer de Costa Rica la primera nación desarrollada en Latinoamérica es una de las aspiraciones de la Presidenta electa del país más democrático de la región centroamericana. Con esta única declaración podemos intuir la clara y sólida visión de la nueva mandataria costarricense. En su discurso del pasado domingo, Chinchilla agradeció a sus compatriotas y les prometió no traicionar "el más preciado de los bienes que le entregaron los costarricenses: la confianza". Como inminente gobernante de Costa Rica, sabe que tiene un gran reto entre manos: no sólo es la primera mujer que accede a la Presidencia de la República, sino también tiene sobre sus espaldas mantener intacto el legado que esta nación tiene como la más democrática de la región y la que ha logrado dar un salto de calidad en materia ambiental, atracción de inversiones y educación.
Prometer que su mandato será independiente, sin intromisiones de ninguna clase –-probablemente se refería al fantasma del Presidente Arias que desde ya le imputan-- y que no sólo llevará al desarrollo pleno a sus connacionales, sino que hará de Costa Rica la primera nación con el cien por ciento de energía renovable, son estándares altos que utilizarán sus adversarios políticos para medir el cumplimiento de las promesas de campaña. Sin embargo, escuchar esas ideas con la convicción que doña Laura las expresa, inspiran, dan confianza, reconfortan y generan una sana envidia sobre la clase política costarricense, que no obstante sus problemas, dejan de gobernar aldeas y pasan a gobernar estados, para el presente y para el futuro.
Laura Chinchilla es una más para la historia del liderazgo femenino en el mundo. Su ideología es social demócrata, pero ha dejado claro que lo que le importa es gobernar, seguir abriendo Costa Rica al mundo, generar desarrollo y empleo, y ampliar la cobertura social a niños, mujeres y adultos mayores. No cabe duda que los sectores más vulnerables constituirán una debilidad para la Presidenta, pero también su clara visión acerca del estratégico papel que juegan las inversiones nacionales y extranjeras, y el enorme riesgo que representa para su estabilidad y permanencia la inseguridad pública, la guiarán por un camino en el que de manera equilibrada, atenderá las necesidad sociales y asimismo tenderá la mano al empresariado para continuar generando riqueza y distribuyéndola de mejor forma, ahora, no cuando rebalse la copa. La nueva Presidenta gobernará con minoría en el Congreso, pero la oposición, que cuenta con una cultura política sólida y democrática, contribuirá a la gobernabilidad, haciendo de Costa Rica el modelo de siempre.
Ojalá este nuevo antecedente político, mueva los corazones de varias mujeres con probado liderazgo a nivel nacional, en uno y otro lado del espectro político, para que en unos años, probablemente sea el turno de nuestra Laura Chinchilla en El Salvador.
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