Escrito por Ramón D. Rivas. 05 de Febrero. Tomado de Diario Co Latino.
Hablar de cultura en este país es un reduccionismo. Es curioso pero aquí, se sigue identificando la cultura con tan solo las bellas artes, con todo aquello que ocurre alrededor de los museos, las bibliotecas, las galerías y demás instituciones vinculadas con esas actividades.
Llama la atención, pero la cultura no es vista como una actividad humana de influencia en otras esferas, y en particular en la economía, el medio ambiente, las relaciones entre nosotros los salvadoreños y el mundo exterior, la política y la religión. Créamelo, la cultura es todo lo que el ser humano hace.
Ya en 1871 uno de los célebres padres de la antropología, E. Tylor, definía la cultura como “el todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la ley, la moral, las costumbres y cualquier otra capacidad adquirida por el hombre como miembro de la sociedad”.
La cultura es todo en una sociedad y, año 2010, debemos alejarnos de toda terquedad, o a lo mejor ignorancia, y verla como un motor del desarrollo, como una puesta integral al futuro.
La contaminación ambiental, ese acto de lanzar basura desde los automóviles y autobuses, la negación de las personas a vacunar a sus hijos, a usar condón, la cura de “empachos” en los recién nacidos con todas las consecuencias del caso, el frecuentar brujos para consultar el futuro y otras cosas, así como otros males del país, tienen su origen en el área cultural.
Si los problemas tienen este origen, las soluciones deben de venir desde el área cultural. Entonces, en ese sentido, la cultura no puede seguir siendo vista como lo que ocurre al interior de determinadas instituciones del Estado o de la empresa privada o de la misma Iglesia.
La cultura es el eje transversal de todas las actividades del ser humano, y, por tanto, no puede ser reducida a la medida permanente del presupuesto nacional, en el que ni siquiera alcanza el 1% al año para el funcionamiento de las entidades estatales encargadas de esa área.
Lo cultural debe ser un tema de nación y de las comunidades salvadoreñas que viven dentro y fuera de las fronteras nacionales. Entonces, si esto es así, es a lo que hay que aportarle todos, desde diferentes ángulos y enfoques y con distintos propósitos.
Es decir, está bien apoyar las actividades de una institución dedicada a las bellas artes, pero también hay que apoyar los trabajos conducentes a vincular el trabajo cultural con la salud pública, con el deporte, con el trasporte, con la seguridad, con el medio ambiente, con la economía, o sea, con todos aquellos aspectos necesarios para la vida y el desarrollo humano de un país.
Con todo, la cultura no debe seguir siendo vista como un gasto sino como una inversión, a mediano y largo plazo, por parte de las autoridades centrales, municipales, la empresa privada, la ciudadanía y los organismos de cooperación internacional.
Invertir en cultura es invertir en el futuro, en un futuro mejor, más próspero, más consciente y más humano donde pueda haber personas e instituciones que vivan del quehacer cultural, de la investigación, del ejercicio académico y artístico y de todo aquello que vincule a la cultura con la cotidianidad del pueblo.
Los proyectos de investigación, la producción literaria, los talleres artesanales, las rutas turísticas y demás actividades coexisten con otras más de corte urbano y que vinculan al país con los grandes momentos y movimientos de la mundialización o globalización, como quiera que se llame. Eso revela que nuestra identidad no es estática ni que se ha perdido, que sí se esta trasformando constantemente y que se pone a tono con los tiempos.
¿Cómo es posible, entonces, que si la cultura se puede actualizar constantemente, lo estudios e investigaciones sobre ella quieran permanecer atrasados o petrificados tan solo por intereses partidarios, ideológicos o de otra índole? El tema de la cultura no solo es para dedicarse a la búsqueda de fondos nacionales o internacionales para asegurarnos la subsistencia personal, sino que debe formar parte de un proyecto integral e integrador de la nación desde el cual se aseguren los ingresos y salarios de todas aquellas personas y sectores involucrados en la labor cultural.
La cultura, entonces, debe salir del control de unas pocas manos estatales o privadas para convertirse en uno de los elementos más auténticamente democráticos o democratizadores que tenga El Salvador. Hablar de cultura ya no debe ser tema de burócratas, escritores, artistas plásticos, teatreros, magos y demás cultores de las palabras, las imágenes y el movimiento.
Hoy, más que nunca, la cultura debe ser tema obligado de visionarios políticos, ciudadanos y educadores quienes deben buscar que esta sea un motor del nuevo país que todos queremos. Tan solo así podremos darle una oportunidad a la patria que todos amamos.
La cultura la vamos a encontrar todos los días y en cualquier parte y de diferentes maneras, y en diferentes soportes materiales y espirituales, porque la cultura es, al mismo tiempo, material e inmaterial, tangible e intangible.
Lo importante es que nos demos cuenta de que todas esas manifestaciones culturales forman parte del patrimonio común de todos los salvadoreños y por qué no decirlo, de la humanidad.
La cultura la vemos plasmada en esa pupusera, en el limpiabotas, en el vendedor de sandías, en el minutero, en la vendedora del mercado, en los estudiantes, los maestros; en ese motorista malcriado, en el cobrar de buses por igual; en el que cultiva la tierra, en el delincuente organizado, en el policía, en el obrero, pero también es cultura lo que hace y cómo se comporta el ejecutivo, el religioso, el empresario, etc.
Pero ¡ojo..!. Si bien es cierto que la cultura es todo, hay que modificar precisamente ese todo sin perderlo de vista para que se vaya encausando.
No debemos aceptar la contracultura, es decir; ese malcriado que se “surra” en la calle, que bota la basura donde quiere, o ese que se estaciona mal para amargarle la vida a cualquiera. Es cierto que existe también la subcultura y otras llamadas “culturas” que no hay que fomentar.
Por otra parte, las estructuras estatales deben de ser menos burocráticas y saber de lo que hablan, pues, de lo contrario, nos ahogarían en un vaso de agua e inhibirían cualquier buen intento de la sociedad civil por tener acceso a la cultura sino la comprenden. Todas las empresas, en este país, deberían de apuntarle a promover la cultura en sus empleados, deberían de patrocinar investigaciones de corte antropológico, etnográfico, histórico y arqueológico. Eduquemos a nuestro pueblo.
Lo importante es ver que todos vivimos en el mismo país. Urge apuntarle a la cultura del entendimiento, pero desde bases sólidas; y ello solo lo da la investigación del pasado y del presente, sin dejar de lado cada uno de esos actores que hemos mencionado. Creer que cultura es solo esto o aquello…, lo que solo yo estoy haciendo, es perder el tiempo, es pensar de forma egoísta. Alguien dijo: “Sembrar maíz es un acto cultural”. He ahí el detalle.
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