Roberto Turcios, uno de los intelectuales más importantes de la izquierda salvadoreña analiza la realidad actual de cambio suscitado en El Salvador. Siete meses apenas del nuevo gobierno y el cambio se ha convertido en concepto polémico y controversial.
Escrito por Juan José Dalton. 03 de Febrero. Tomado de Contra Punto.
SAN SALVADOR - En la historia moderna salvadoreña no se registra un hecho político como la llegada al poder de Mauricio Funes y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el pasado 1 de junio.
En diciembre de 1931 los militares salvadoreños, por medio de un golpe de Estado, que encabezara el entonces ministro de Guerra, general Maximiliano Hernández Martínez, destruyó los cimientos de lo que podría haber sido la democracia salvadoreña. Desde entonces hasta 1992 en El Salvador imperó la Dictadura Militar en sus diferentes modalidades.
Hay un debate conceptual acerca de si la dictadura tuvo fin en octubre de 1979, con el derrocamiento del general Carlos Humberto Romero. Pero no es hasta la suscripción de los Acuerdos de Paz de 1992, que la realidad política local da un vuelco sustancial y corta de tajo el militarismo en El Salvador.
Roberto Turcios, historiador, analista de la realidad nacional, periodista y en la actualidad uno de los principales ideólogos del gobierno de Mauricio Funes, habla para ContraPunto sobre los cambios que se han operado en El Salvador desde el triunfo en las urnas de Funes, el 15 de marzo de 2009.
Los conceptos de Turcios son de por sí una invitación al debate, al intento de escrutar a fondo la realidad que enfrentamos.
¿Cómo cataloga el proceso que se ha dado en El Salvador a raíz del ascenso del nuevo gobierno?
“En primer lugar hay un aspecto importante en cualquier análisis: asumir que ha habido un cambio de naturaleza política. En segundo lugar, que este cambio le ha puesto fin a un ciclo o a un período político. Y en tercer lugar, que el cambio podría dejar como un primer legado o herencia una normalización democrática en El Salvador”.
¿Qué quiere decir con esto último?
“Bueno, que cuando triunfó el hoy presidente, se anunciaba ese acontecimiento con el apocalipsis y del fin de la supuesta inestabilidad del país. Entonces, en vez de ver las alternancias con esas visiones, creo que en el futuro se asumirán con mayor normalidad. Eso por una parte, la institucionalidad del país se debe equilibrar, porque no lo han estado. Han estado a favor de las derechas; en especial y más visiblemente en el último quinquenio, cuando resultó clara la utilización privada o partidista de los recursos públicos”.
Si hacemos comparaciones, ¿cuáles serían las diferencias y las coincidencias entre 1992, con los Acuerdos de Paz, y en 2009, con la alternancia política?
“Si los Acuerdo de Paz le ponen fin a la guerra y le abren la puerta de la lucha político electoral al FMLN, creo que 2009-2010 le están poniendo final no sólo al dominio político de las derechas, sino un modo de hacer política. Pudiera ser que se le esté poniendo final al modo prevaleciente de hacer política en la posguerra. Por otro lado y como consecuencia de lo anterior, se estaría dando una reestructuración del poder político… Ya se está dando, basado en un hecho novedoso respecto al período de posguerra iniciado con los acuerdos de paz: una alianza política que obtuvo el triunfo electoral en marzo de 2009. Es decir, si para los Acuerdos de Paz confluyen dos grandes sujetos: el FMLN, por un lado, y por el otro ARENA y el Ejército a su lado; en la actualidad lo que tenemos como sujeto del cambio es una alianza político-electoral que triunfa con el FMLN como el partido principal de esa alianza, que lleva a la reestructuración del poder político”.
¿Dónde más se ve este fenómeno de cambio?
“Bueno, es lo que estamos viendo en ARENA y en los nuevos partidos que están surgiendo… Por eso es que es importante reconocer que ha habido un cambio. Si no vemos esa parte de la realidad, se oscurece lo demás y se dice: todo sigue igual, cuando en realidad estamos viendo una reestructuración del poder político”.
Existen algunos sectores que aseveran que no existen cambios… Que hay continuidad. Desde tu punto de vista, ¿en qué se basa Ud. para asegurar que si hay cambio?
“Esta afirmación de que no hay cambio, parte de una corriente en la izquierda que quiere evidencia estructural para asegurar que hay cambio. Pero como esa evidencia no es tan palpable en el caso de El Salvador, pues entonces estiman que no hay cambio”.
Pero entonces, ¿por qué se puede sostener que si hay cambio?
“En primer lugar, porque tenemos un gobierno cualitativamente distinto en su integración al gobierno anterior. Está formado un gabinete por figuras que van desde una trayectoria histórica en el FMLN y en primera línea durante la guerra, como es el caso del vicepresidente y ministro de Educación, Salvador Sánchez Cerén, hasta ex ministros del gobierno de Antonio Saca, como es el caso de Guillermo López Suárez, ahora presidente de la autónoma CEPA o el candidato presidencial del Partido de Conciliación Nacional (PCN), Tomás Chévez, que ahora es parte del gobierno…”
¿Un gobierno así nunca había habido en El Salvador?
“Bueno, lo más comparable fue el gobierno de octubre de 1979, después del golpe de Estado contra el general Romero. Es decir, que en hasta después de 30 años tenemos un fenómeno de estas características. Suficiente para advertir que hay un cambio”.
¿Qué más?
“Bueno, podemos decir, que hay un cambio en la manera de cómo se ha enfrentado la crisis: se ha tratado de equilibrar la carga, el costo, a favor de los grupos con menores recursos. Es el caso del sistema de protección social, que significa, por ejemplo, la política de comunidades solidarias urbanas, que no existía; el sistema de pensión universal, que no existía; el sistema del ingreso temporal, que es la atención a la población joven desempleada o que no encuentra empleo, que tampoco existía… Es decir, tenemos un grupo de medidas sociales que hacer ver que existe una reorientación”.
¿Cómo se aprecia eso en el presupuesto?
“Si comparamos en este momento la estructura del gasto público de 2007 o de 2005, con la de 2010, veríamos que hay diferencias sustanciales a favor del gasto social, que es un compromiso. Pero el gran reto es que este cambio político se traduzca en un cambio del modelo económico social”.
¿Qué es lo que los salvadoreños debieran esperar de ese cambio de modelo de desarrollo?
“Debería ser un modo de desarrollo que se traduzca en una disminución de la pobreza, una mejoría de la población trabajadora, de los pequeños y medianos productores y en una reactivación económica, que tiene su asiento principal en el crecimiento de la producción nacional. Ese será, a mi juico, el legado que este gobierno debería dejar en el terreno económico y social ”.
¿No se sabe nada sobre este modelo?
“Paradójicamente se está discutiendo muy poco sobre ello. Creo que después que pasen estas recomposiciones partidarias o surgimiento de nuevas agrupaciones partidarias, ese sería el debate antes de que se imponga el nuevo debate electoral de 2012”.
Ahora pasando a otra cosa. ¿Cómo ves el cambio en la temática de derechos humanos? Habría que tomar en cuenta los reconocimientos que Funes ha hecho a los Jesuitas, a Monseñor Romero… El pedido de perdón a nombre del Estado y la exigencia de la derogatoria de la amnistía.
“El presidente ha expresado una nueva visión sobre los derechos humanos desde el Estado. No es objetable y es clarísimo. En segundo lugar, tras esta visión hay un nuevo objetivo en términos de nación, que es la reconciliación nacional. Funes ha planteado que quiere ser el presidente de todos los salvadoreños y eso supone una reconciliación. Esto no significa ignorar las diferencias políticas ni las diferencias de visiones sobre el desarrollo del país. Una carencia histórica que tenemos como nación es la falta de unidad, es decir, padecemos de una gran fragmentación, profunda en nuestra visión socio-cultural como país. Esa reconciliación sería un paso histórico relevante en El Salvador. Debemos asumir que tenemos un destino común y tenemos diferencias políticas y económicas; que las izquierdas son diferentes a las derechas y que los objetivos de cada una seguirán siendo identitarios, es decir, le seguirán dando una identidad emblemática a cada una de ellas, pero que si hay un terremoto y no tenemos un sistema de gestión de riesgos y mitigación, nos caerá como en feria a todos... Claro, peor le irá a los que menos recursos tienen”.
¿Qué quiere decir esto?
“Bueno que el equilibrio que debe procurar el gobierno, desde una perspectiva de las izquierdas, no debe ignorar la necesidad de una reconciliación. Este es un fenómeno que está atravesando ese hecho histórico que son los bicentenarios en América Latina. Nos está obligando a examinar lo que hemos sido. Para El Salvador es decisivo una nueva visión sobre los derechos humanos y sobre la unidad nacional forjada a partir del reconocimiento de las diferencias políticas y de las identidades ideológicas distintas entre las agrupaciones y organizaciones”.
Existen aún visiones, tanto en la derecha como en la izquierda, que se niegan a reconocer los crímenes que cada bando cometió... ¿Será trascendente ese pedido de perdón?
“Sí, porque fue un mensaje en el que el Estado asume la responsabilidad por sus acciones y por sus omisiones. Las críticas que he conocido no les encuentro relevancia. ¿Por qué no aludió al FMLN? Bueno, porque era el jefe de Estado que se estaba refiriendo a las responsabilidades del Estado. Esto va a contribuir a la reconciliación, como contribuyeron a la reconciliación los acuerdos de paz. Estamos en un ciclo años de 18 años que poco a poco ha conducido a la convivencia nacional, pero todavía tiene corrientes que ven al vecino como enemigo que no debe existir. Pero cada vez más hay corrientes que asumen que la convivencia política entre adversarios es fundamental y necesaria para la vida del país”.
Quizás hablamos de otros detallitos del cambio. ¿Cómo ves a las izquierdas y a las derechas después de siete meses de cambio?
“Dentro de la actuación de las izquierdas, la actuación del FMLN me ha parecido buena. Si he entendido los mensajes de sus dirigentes, me parecen bien. En primer lugar: el gobierno lo dirige el presidente; los titulares en el gabinete que son miembros del partido responden por su desempeño ante el presidente; el partido no se ve como un partido de gobierno... Son estos tres mensajes contundentes, que se engloban en uno que han suscrito sus líderes, que en el gabinete lo que se expresa es una alianza. Hay un quinto mensaje en el que expresan que en la próxima competencia presidencial irá un candidato del partido. Pero ésta última idea me parece que es muy temprano para considerarla como parte del análisis”.
¿Y las otras izquierdas?
“Respecto a las otras izquierdas no tengo claridad sobre cuáles son sus apuestas. Pero a mi me parece que la alianza electoral que produjo el cambio en 2009 fue un fenómeno histórico y relevante que va a marcar el futuro inmediato en la competencia entre las izquierdas y las derechas. Quiero decir: va a marcar en las siguientes elecciones, el futuro político del país”.
¿Y las derechas?
“Creo que se está notando mucho una inmadurez frente a la derrota. Las derechas, especialmente las agrupadas en torno a ARENA, estaban tan acostumbradas al uso legítimo e ilegítimo del poder público, que cuando se dan cuenta del significado de su derrota, no lo procesan correctamente. Creo que en las derechas está pesando mucho la culpabilidad más que el análisis. Me refiero a que está pesando más la atribución de culpas mas que el análisis histórico. El problema en las derechas es que se han quedado sin proyecto para el país. Claro, se han quedado sin gobierno, sin partido y sin proyecto”.
Todo ello debería exigir muchos análisis...
“Exacto. Esto lo pudiéramos al plano de las corrientes político-intelectuales. Pero no me siento satisfecho con los análisis que estamos haciendo. Claro, algunas interpretaciones me dejan aún más insatisfecho, como esas que quieren seguir haciendo eternamente el análisis de las simulaciones: de cuándo el presidente está simulando; de cuándo el partido está simulando... lo que necesitamos es análisis de las realidades. Necesitamos ver los acontecimientos políticos como hechos reales. Nos está haciendo falta más interpretaciones sobre el país, más agudeza interpretativa de la realidad y de El Salvador de hoy, del país político y del país cultural”.
Visite: Suplemento Especial Transiciones Políticas (1932-2010)
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