El cisma en ARENA se profundiza

En nuestro país tenemos que cuidar, con gran esmero, las conquistas —insuficientes pero reales— de racionalidad política e institucional que hemos venido acumulando en esta posguerra.

Escrito por Editorial. Viernes 23 de Octubre. Tomado de La Prensa Grafica.

Como era fácilmente previsible, ayer por la tarde los 12 diputados disidentes del partido ARENA se declararon independientes, con lo cual se cierra la posibilidad de reunificación de la bancada legislativa. El hecho cambia, como dijimos en Editorial anterior, la aritmética legislativa, y pone en suspenso prácticamente todas las decisiones tomadas desde que comenzó la actual legislatura, el pasado primero de mayo; para empezar, las decisiones sobre organización interna de la misma Asamblea.

Esta situación no es coyuntural, sino que refleja profundas disidencias internas, que vienen tomando cuerpo desde hace bastante tiempo, aunque hasta ahora se hagan visibles en la forma dramática que presentan. Desde luego, las verdaderas fuerzas en pugna no han aparecido aún, y hasta es posible que no aparezcan del todo, porque en el país, en el ámbito político, lo que viene prevaleciendo, como una de las amenazas más peligrosas al sistema, es el disimulo y la tendencia a las medias verdades. En el caso de ARENA, la derrota electoral de marzo ha sido más que un detonante un revulsivo, cuyas consecuencias todavía no son medibles en su verdadera dimensión.

Lo que parece incomprensible es que la autoridad imperante en ARENA no visualizara lo que estaba pasando, y, por consiguiente, no fuera capaz de desarrollar una estrategia preventiva de urgencia. Si se usó la lógica del purgante, éste puede resultar más dañino que la enfermedad, lo cual sólo podrá saberse en definitiva en el curso de los hechos. Lo que quisiéramos es que, más allá de los traumas inmediatos, éstos no perjudicaran al proceso democrático en su conjunto, con más inseguridad, más irresponsabilidad y más desorden.

MÁS ALLÁ DE LOS NÚMEROS

En la Asamblea se pueden hacer ahora diversos cálculos de votación, como anticipábamos en Editorial de días pasados. Esto puede incidir en los movimientos inmediatos del aparato legislativo; pero, a pesar de la importancia que puedan tener para decisiones específicas, lo más significativo no es eso, sino el hecho de que se alejen las posibilidades de generar entendimientos de fuerzas que sean más coherentes y sostenibles. Lo que vemos –y no de hoy— es efecto de que las dos fuerzas principales, el FMLN y ARENA, con tal de no entrar en el compromiso sustantivo y realista de entenderse entre sí han optado por buscar alianzas alternativas, que casi siempre derivan en componendas oscuras y contrarias al interés nacional.

El mejor servicio que los partidos grandes le pudieran hacer al proceso nacional en estos momentos es entrar, pese a las tentaciones de irse por veredas, en la vía franca del acuerdo abierto, de cara al país, en el que prevalezca la racionalidad del bien común. Hacerlo de otra manera, aunque parezca más fácil y hacedero, es persistir en un vicio del pasado, que tantos malos efectos ha venido dejando en el ambiente.

De cualquier manera que se interprete o se califique lo que ahora mismo está pasando dentro de ARENA, lo cierto es que debería servir de estímulo para comprometerse a hacer las cosas bien. El país merece que su institucionalidad política tenga la suficiente dignidad para sobreponerse a todas sus falencias, en función del avance democrático real.