Salta a la vista la posibilidad de que se rompa la correlación de fuerzas que refleja la voluntad del electorado, pero no necesariamente para beneficio del FMLN.
Escrito por Joaquín Samayoa. Miércoles 21 de Octubre.
En la crisis interna por la que atraviesa ARENA, lo más importante se resiste a salir a la superficie. Los diputados que han desafiado la autoridad del nuevo COENA se han justificado con argumentos que, en otro contexto, habría sido difícil refutar. Sin embargo, viniendo de quien vienen y teniendo en cuenta los antecedentes de su rebeldía, esos argumentos deben leerse en clave de sospecha. Los móviles verdaderos del enfrentamiento que estos señores han provocado apuntan hacia objetivos poco transparentes.
Así como el padre que golpea o humilla a su hijo se defiende diciendo que lo hace por el bien del niño, para corregirlo; hay muchas otras acciones objetables que se justifican con razones aparentemente válidas. En psicología eso se conoce como “racionalización”, el encubrimiento de impulsos o propósitos inconfesables apelando a nobles intenciones o a buenas razones. Es un mecanismo de defensa muy común y, con demasiada frecuencia, también muy exitoso.
Las racionalizaciones pueden ser un calculado engaño a los demás, pero fundamentalmente constituyen un recurso de autoengaño para tranquilizar la propia conciencia. De cualquier forma, cuando se convierten en la parte medular del discurso político, los ciudadanos debemos analizarlas con actitud crítica, con una sana dosis de suspicacia. Solo así podremos protegernos del engaño y evitar que nos den gato por liebre.
Antes de discutir el hecho político y los argumentos, es preciso señalar un error en el que han incurrido algunos periodistas. No es correcto referirse al diputado Gallegos y a su séquito como disidentes. Este adjetivo significa diferencia de ideas y el problema que se está dando en ARENA tiene poco que ver con ideas y mucho que ver con intereses. El mismo COENA carece de ideas claras sobre lo que quiere hacer con el país y con el partido. De la otra parte, han sido escasas las ocasiones en que los diputados han expresado alguna idea. A la mayoría de ellos ni siquiera les conocemos el timbre de voz.
Ahora vienen a reclamar porque el partido se está conduciendo con excesivo verticalismo. Curiosamente, esto no les pareció problemático en el transcurso de todos los años en los que su partido tuvo el liderazgo más autocrático que hayamos visto en la corta historia de la democracia en nuestro país. ¿Ya se olvidaron? ARENA perdió la reciente elección presidencial porque su líder supremo pasó por alto cualquier información, razón, ruego o presión que le hubieran llevado a hacer las cosas de diferente manera. ¿Por qué entonces no era malo el verticalismo y ahora sí lo es? Muy sencillo, porque antes estos señores eran parte de la estructura de poder partidario o se beneficiaban de la misma, mientras que ahora temen haber quedado fuera de ella.
Es deseable que los partidos políticos sean más abiertos y más democráticos, pero quienes están exigiendo ese tipo de transformaciones en ARENA tienen poca o ninguna autoridad moral para hacerlo. Si fuera el caso que estos señores han recibido una súbita infusión de conciencia política y responsabilidad social, no necesitan plazas en el COENA para promover los cambios que su partido ciertamente necesita realizar. Como diputados, tienen las mejores plataformas que una democracia ofrece para el debate de ideas al interior de los partidos y de cara a la sociedad.
Hay otro planteamiento del discurso rebelde que debe analizarse con detenimiento. Los diputados advierten que, si no se satisfacen sus exigencias, votarán de manera independiente. Esto sería fabuloso si pudiéramos albergar siquiera una tenue esperanza de que los diputados rebeldes votarán conforme a las necesidades y aspiraciones de sus electores (y apegados al mandato constitucional), aunque ello suponga separarse ocasionalmente de la línea partidaria. El problema es que tal advertencia, lejos de ser indicativa de responsabilidad frente a los ciudadanos, es recurso de chantaje político.
El peligro, ya no solo para ARENA, sino también y principalmente para el país, no es que un número considerable de diputados queden como machos sin dueño. En este drama político, hay dueños y posibles compradores, solo que no están dando la cara. Si atamos cabos y ponemos atención a otras cosas que han venido sucediendo, salta a la vista la posibilidad de que se rompa la correlación de fuerzas que refleja la voluntad del electorado, pero no necesariamente para beneficio del FMLN. La crisis en ARENA podría derivar en la formación de un fuerte grupo legislativo que no se mueve por ideologías ni responde a cúpulas partidarias, sino a gente inescrupulosa, resuelta a corromper nuestro sistema político para lucro personal.
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