Cada día que pasa las atrocidades van en aumento, tanto en el número de víctimas como en los extremos de crueldad a los que recurren sus verdugos y lo absurdo de las muertes y agresiones
Editorial. Miércoles 28 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.
La defensa propia es un derecho inalienable de la persona, ligado a su supervivencia, a proteger su vida y la de los suyos. Y cuando alguien se pone en peligro para defender a otros, más si se trata de desconocidos atacados por una pandilla, lo que merece es el reconocimiento general, no la persecución.
En EL DIARIO DE HOY registramos un abrumador número de correos de respaldo para un vigilante que después de ser asaltado repelió a los individuos que habían herido a una señora embarazada, uno de los casos críticos de indefensión que se puede imaginar. El anónimo héroe fue apresado pero luego puesto en libertad por la Fiscalía.
Nadie está de acuerdo con que la gente tome en sus manos la aplicación de la justicia, como ha sucedido tantas veces en Guatemala, donde enardecidas poblaciones y vecindarios linchan a ladrones, violadores y homicidas que malos jueces liberan. Pero cuando no hay respiro en los niveles de violencia y las autoridades son incapaces de detener los constantes homicidios, asaltos y extorsiones, las comunidades tienen que actuar por su cuenta, pues se trata de protegerse de algo que las coloca en peligro mortal.
En la mayoría de estados de Estados Unidos, el que vive en una casa tiene el derecho de disparar contra sujetos que se meten por la fuerza rompiendo techos, puertas o ventanas, "breaking in". Las estadísticas también indican que en los estados y ciudades donde los ciudadanos pueden portar armas, los niveles de criminalidad disminuyen.
Por si no se enteraron, estamos en guerra
Lo que no se quiere admitir es que los índices de criminalidad a los que se ha llegado en los últimos cuatro meses, desde que el nuevo gobierno asumió la administración, sobrepasan la tolerancia que puede tener una sociedad que no está en guerra. O dicho a la inversa, lo que se sufre es una nueva guerra, una agresión en múltiples frentes cuyos principales blancos son adolescentes, niños, dueños de pequeños negocios, empleados y vecinos de colonias bajo asedio de las pandillas.
Cada día que pasa las atrocidades van en aumento, tanto en el número de víctimas como en los extremos de crueldad a los que recurren sus verdugos y lo absurdo de las muertes y agresiones: una niñita de cinco años degollada; tres niños muertos a tiros porque uno de ellos rehusó incorporarse a una mara; buseros masacrados; un niño de catorce años, miembro de la Sinfónica Juvenil, asesinado; dueños de pequeños negocios que rehusaron pagar "renta" (el viejo impuesto de guerra); transeúntes emboscados…, no hay un patrón que sea común a las víctimas, fuera de tratarse de seres inocentes. En Bagdad casi ciento cincuenta personas, todas sin pecado, murieron en la guerra de sectas musulmanas entre sí, la demencia religiosa; en Pakistán cien personas fueron muertas por un coche bomba a la salida de un mercado. El Medio Oriente está bajo asedio de los fundamentalistas, una de las consecuencias de las políticas que Jimmy Carter impuso sobre Irán.
Masacrar a inocentes es lo que define el terrorismo. Y el terrorismo es con frecuencia la etapa inicial de las guerras. Y en guerra es que estamos cayendo, una guerra de alcance regional, que tiene ramificaciones por todo el Hemisferio Norte, como lo demuestran los actos de violencia en México y el sur de los Estados Unidos.
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