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2009/10/23

Reciben millones de millones y todavía quieren subsidios

Las pésimas administraciones se convierten en barriles sin fondo que todo lo tragan, pues además es muy fácil y alegre hacer fiesta con dineros que otros generaron.

Editorial. Viernes 23  de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.

Como lo señaló el señor Ramiro, del FMLN, los empresarios producen los bienes y la riqueza pero deben ser otros quienes los distribuyan, como con sus variantes hacen desde las burocracias estadounidenses hasta las congolesas. Es lo que, para desgracia de ellos, no entendieron los castristas, que eliminaron a los burgueses y no tienen ahora, como informan las agencias noticiosas, nada que repartir; se comieron sus pocos ahorros y sobreviven con apenas los ingresos del turismo, de turistas burgueses, y el petróleo que Chávez les regala.
Un caso igual de patético se está ahora dando en nuestro suelo: el Instituto Salvadoreño del Seguro Social, que recibe un 10.5 por ciento de todos los salarios que se pagan en el sector formal, vale decir de las empresas organizadas del país, ha pedido subsidios al gobierno, ya que sus ingresos no son suficientes para mantener el enorme enjambre de parásitos y despilfarradores que son su "personal técnico y administrativo". Y en lugar de cortar gastos, procurar ser más eficientes, echar a la calle a los incapaces y cortar las ganguerías de los sindicalistas, quieren más dinero.

Lo que se administra con torpeza no se arregla tirándole dinero encima.

De otorgársele al ISSS esos fondos adicionales, en seis meses van a pedir un incremento en los subsidios hasta que el presupuesto general de la nación sea insuficiente para mantenerlo, como echar sal al agua de mar. Las pésimas administraciones se convierten en barriles sin fondo que todo lo tragan, pues además es muy fácil y alegre hacer fiesta con dineros que otros generaron.

Que se abra la medicina a la competencia

Las primeras víctimas de la incapacidad administrativa son los pobres asegurados y en segundo plano las empresas esquilmadas con el pretexto de que con esas contribuciones se da asistencia médica a su personal. Pero con el paso del tiempo son más y más los casos de mala praxis, los diagnósticos equivocados, las citas a tres, cinco o seis meses, la falta de medicinas para atender enfermos crónicos. A esto se suma que la mayoría de especialistas y jefes de departamentos que habían ascendido por méritos y experiencia, han sido sustituidos por agitadores políticos, agravando los riesgos que corren los enfermos.

Más y más empresas se ven forzadas a contratar servicios médicos privados para atender casos graves de su personal, sostener sus propias clínicas para dar una primera consulta, dispensar medicinas y hacer campañas internas de vacunación. Es claro que no todos los negocios pueden soportar esa doble carga, menos en un momento en que se sufre una crisis económica sin que se vea una salida próxima a ella, si es que en las circunstancias por las que pasa el país puede esperarse tal cosa. El efecto será un incremento en los costos de productos y servicios, un encarecimiento del nivel de vida.

Lo único que podría solucionar la situación, a lo que se oponen ciegamente los partidos extremistas, es introducir la competencia en la prestación de servicios, abrir el campo a empresas que por un menor precio y en mejores condiciones prestarían servicios médicos. La oposición al paso es similar a la que hubo a la de las telecomunicaciones: se niegan a privatizar porque se acaba el secuestro de los usuarios por los sindicatos.

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