No sería realista negar que la necesidad de más recursos públicos es imperiosa; pero sí sería contrario a la realidad hacer cualquier cosa con tal de allegarse dichos recursos, sin tomar en debida cuenta las condiciones concretas del momento nacional...
Escrito por Editorial. Viernes 30 de Octubre. Tomado de La Prensa Grafica.
La discusión actual sobre el paquete tributario propuesto por el Gobierno da pie para reflexionar en serio, no sólo sobre las medidas puntuales en sí, sino especialmente sobre los lineamientos básicos de la estrategia económica. Hay que partir de un punto metodológico: siempre conduce a problemas graves el querer corregir una escasez temporal de recursos con impuestos permanentes. Una recesión es, siempre, el momento menos oportuno para aumentar la carga impositiva, porque la presión agregada puede hacer que muchas estructuras económicas debilitadas colapsen.
La focalización de subsidios es urgente, y de hacerla de inmediato y bien, se puede evitar buena parte del gasto presente; y si a eso se une una real política de austeridad gubernamental, el monto de lo ahorrado podría ser significativo. Esto, unido a una redefinición sustancial y bien medida de la carga impositiva propuesta, haría posible preparar condiciones para un repunte del crecimiento el próximo año, con posibilidad de recaudar más de lo presupuestado. Todo ello junto andaría en un resultado muy cercano a los 250 millones que se busca obtener de la reforma tal como está.
Lo anterior es conseguible siempre que haya, de parte de las autoridades, la suficiente apertura para considerar alternativas en serio, sin prejuicios. Es decir, si se logra entablar un diálogo de veras, no un monólogo disfrazado. Hay que tener presente, por parte de todos, que hay puntos que son vitales, como la apuesta al crecimiento económico y el consiguiente estímulo al empleo. Cualquier estrategia que ponga en riesgo esos objetivos fundamentales hará que la presunta medicina resulte peor que la enfermedad.
En el fondo, lo que está en juego es la viabilidad de establecer un verdadero ejercicio de unidad nacional. El Presidente ha insistido en que este es, en esencia, un Gobierno comprometido prioritariamente con la unidad nacional, y esta es la primera prueba para demostrar que es así, más allá de las palabras. Incluso la suerte del trabajo dentro del Consejo Económico y Social puede estar en riesgo si en este punto llega a imponerse la intransigencia.
No sería realista negar que la necesidad de más recursos públicos es imperiosa; pero sí sería contrario a la realidad hacer cualquier cosa con tal de allegarse dichos recursos, sin tomar en debida cuenta las condiciones concretas del momento nacional, tanto en lo macroeconómico como en lo microeconómico.
Es cierto que no se puede dejar abierta la brecha fiscal, porque por ahí podría irse mucho de lo que hemos acumulado, sobre todo dentro de la rigidez que lleva siempre consigo un régimen como la dolarización; pero, aceptado esto, hay que reconocer a la vez que eso mismo reclama soluciones especialmente cuidadosas, que no quieran tapar una brecha dejando al sistema expuesto a muchas otras brechas, que podrían llegar a ser inmanejables. Hay que recordar que el comportamiento económico es, en buena medida, el resultado de múltiples percepciones; y si las percepciones empresariales y ciudadanas entran en más crisis, la crisis general va a empeorarse en vez de ir cediendo. Apelar al buen sentido de todos, y en particular del Gobierno, es más urgente que nunca.
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