El país no está bajo asedio de la delincuencia común, común aunque en extremo violenta, sino que sufre el ataque de una fuerza militarmente organizada que opera en toda la región
Editorial. Martes 20 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.
No es siempre posible solucionar problemas tirando dinero encima de ellos… con frecuencia éstos se agravan o nada cambia. Dos Observadores de EL DIARIO DE HOY sostienen que recurrir a patrullajes del Ejército en combinación con la policía, pero bajo el mando del Ministerio de Seguridad, no sólo no va a resolver nada, sino que también menoscabaría el prestigio de nuestras Fuerzas Armadas.
Consideremos un factor de esencial importancia: el país no está bajo asedio de la delincuencia común, común aunque en extremo violenta, sino que sufre el ataque de una fuerza militarmente organizada que opera en toda la región. Desde muchos puntos de vista se está repitiendo el horror de los Años Ochenta, lo que demanda la aplicación de estrategias similares aunque adaptadas a las presentes circunstancias. La nueva guerra en nuestro suelo se asemeja a la que libra el fundamentalismo islámico en el Medio Oriente, que reviste múltiples facetas. La agresión en América del Norte, de la cual somos víctimas, no reconoce fronteras –-cubre desde Chicago y Virginia hasta San José-- lo que facilita el repliegue de sus grupos de choque y sus cabecillas. Río de Janeiro es un nuevo escenario de las guerras de droga.
El otro grave problema es que los patrullajes no es lo único que se requiere, sino que se deben complementar con medidas legales, supervisión y control en las cárceles, atención a lo que hacen ciertos jueces (como liberar secuestradores echando mano de leguleyadas) y el general debilitamiento de medidas carcelarias. Debería ser imposible que los reos tengan acceso a celulares o que se registre a los visitantes de los penales sin que haya supervisión externa, como cámaras de vídeo operadas a distancia.
En adición, como lo venimos diciendo desde hace años, es inconveniente y absurdo asignar a un mismo grupo de personas, los directores de la PNC, funciones administrativas y disciplinarias además de lo propiamente policial. Son tareas de distinta naturaleza que requieren de conocimientos y experiencias especializadas; o hacen bien una cosa o la otra, pero sólo en casos excepcionales podrán manejar con acierto dos campos. Por eso es que en los Estados Unidos quien administra es distinto al que manda la policía como tal. La policía, como entidad de servicio, es manejada por administradores especializados, profesionales cuya formación se inicia en pequeños poblados hasta asumir responsabilidades en ciudades grandes.
¡Todos bajo ataque, todos a unirse!
Los patrullajes tienen un importante poder disuasivo pero en cierta medida pasajero: al pasar el cuerpo policial, las cosas tienden a volver al punto donde estaban, con el agravante de que los delincuentes toman venganza contra los quejosos. Además la lentitud y desgano con que las denuncias se procesan favorecen al criminal. A esto se suma el que los testimonios iniciales de los testigos pierden valor si los criminales los matan; pese a que desde hace tiempo se pide que ese testimonio tenga pleno valor y que las penas se dupliquen de ser asesinado el testigo, ¿pues quién sino el indiciado tendría interés en matarlo? Sin embargo, aún no se han hecho las reformas requeridas.
La naturaleza regional de la guerra contra el país -–guerra del narcotráfico, del crimen organizado y de las maras— obliga a estrategias comunes, permanente intercambio de información, trabajo de inteligencia y operativos conjuntos. El que luche solo será derrotado
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