Más que disidentes son descarados, individuos que han estafado a los votantes y han estafado al partido que los postuló. Esa alegada disidencia está reñida con la moral.’
Editorial. Miércoles 21 de Octubre. Tomado de El Diario de Hoy.
La formación de facciones disidentes de diputados, sean del partido que sean, envilece el sistema parlamentario, basado en posiciones claras de los partidos en contienda y de sus candidatos. Desde que inicia una campaña electoral, los partidos definen sus plataformas, presentan a sus candidatos, realizan giras a un altísimo costo, nombran directivas, escogen vigilantes… parte del costo es financiado por donativos y eventos, parte con el dinero de los contribuyentes.
Pero he aquí que pasadas las elecciones se dan más y más los casos de diputados que desobedecen a las directivas partidarias y además hacen denuncias y acusaciones sin mayores fundamentos. Los que sumisamente vistieron colores partidarios, se dejaron mantener campañas y actos proselitistas, recibieron ayuda para sostenerse y financiar grupos de apoyo, comieron lo que les servían, usaron vehículos del partido y en general se beneficiaron del esfuerzo de tantos, ahora "son disidentes". O más que disidentes son descarados, individuos que han estafado a los votantes y han estafado al partido que los postuló. Esa alegada disidencia está reñida con la moral, con la ética del sistema político y con lo que es la conducta decente de cualquier persona bien nacida.
Pocos caen con la historia de la disidencia súbita, de una convicción que vino del cielo, como del cielo recibió San Pablo el mensaje del Señor. Hay que enterarse muy poco de la personalidad y las hojas de vida de la mayoría de esos señores, para ubicarlos, saber de lo que son capaces. Y de lo que son capaces es, por una parte, repetir en nuestro suelo lo que está sucediendo en Nicaragua a raíz del pacto entre Arnoldo Alemán, de señales conocidas, y Daniel Ortega, de señales todavía más conocidas. Entre ambos están asegurando la opresión y la miseria de los nicaragüenses por varios lustros.
Bienvenidos al mundo de la amoralidad
Siempre se necesita de un pervertido y de un pervertidor, del que pervierte con la paga y del que se deja pervertir, como señalaba Sor Juana Inés de la Cruz. La vox populi señala a los personajes a quienes se atribuye la compra de diputados. Si lo que sucede en México es preludio de lo que está pasando aquí, también los señores de la droga y del contrabando van a meterse en ese repugnante comercio. La consecuencia es que la soberanía ya no residirá en el pueblo, sino en los compradores de diputados.
Hay otro componente: un alto porcentaje de los votos que definen una elección se emite en favor de la bandera del partido que es garante de la confianza popular, no por los candidatos como individuos. Esto se demuestra por un hecho irrefutable: que hasta ser designados, como en el caso de los micropartidos, el gran público no sabía nada o apenas muy poco de ellos.
Es grave que casi por definición, los salvadoreños tengan indicios de que una parte de los diputados que los representan son capaces de traicionar a su partido y declararse disidentes a las pocas semanas o meses de haber sido electos. Si el dinero de un manipulador político consigue hacerles cambiar de camisa, igual podrá el dinero del narcotráfico o del crimen organizado, como en Guatemala. El ejemplo que se da a los ciudadanos es terrible: no hay palabra, no hay lealtad, no existen los principios. Impera la amoralidad.
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