Lo que se ha puesto en evidencia en las últimas horas es una lucha de poder, la misma lucha que ha venido desgastando al partido desde antes de las recientes elecciones.
Escrito por Joaquín Samayoa. Miércoles 14 de Octubre. Tomado de La Prensa Grafica.
El diccionario de la Real Academia Española (22ª edición, 2001) ofrece tres significados de la palabra “encrucijada”: (a) lugar en donde se cruzan dos o más calles o caminos; (b) ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada, asechanza; y (c) situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir. Cada uno de esos significados define a cabalidad un aspecto importante de la situación en la que se encuentra ARENA tras la manifestación abierta de rebeldía de algunos de sus diputados.
En lo que concierne al COENA, por mucho que su presidente haya querido evitarlo, ha llegado a un punto en el cual se bifurca el camino y cualquiera de los rumbos que pudiera tomar implica riesgos que deben ponderarse; pero sea por inercia o por decisión consciente, deberá tomar uno solo de dos caminos que son incompatibles y conducen a destinos muy diferentes.
Si el COENA no tiene lucidez y agallas para asumir los riesgos y las consecuencias de seguir una de las dos rutas, el partido quedará paralizado; podrá moverse y agitarse, podrá albergar por un tiempo la ilusión de que avanza, pero más temprano que tarde deberá reconocer que está estancado y que ha perdido un tiempo muy valioso en la lucha contra su principal adversario político.
Desde la perspectiva de los diputados rebeldes, la encrucijada se ve como un punto de asalto, como una emboscada al COENA, cuando ese organismo creía haber dado un paso importante hacia una unidad que se rompió hace casi dos años y no se ha podido recuperar más allá de ciertas imágenes y apariencias en momentos oportunos.
Las declaraciones que en las últimas horas han emanado de las dos partes en conflicto son verdaderamente asombrosas. Hace falta haber perdido completamente el contacto con la realidad de la opinión pública para pensar que la gente pueda tragarse semejantes explicaciones de lo que está aconteciendo en las entrañas del partido. Parece que siguen sin entender por qué perdieron la elección presidencial y qué hace falta para recuperar la confianza de los electores. Están tratando de tapar el sol con un dedo.
Lo que se ha puesto en evidencia en las últimas horas es una lucha de poder, la misma lucha que ha venido desgastando al partido desde antes de las recientes elecciones, impidiéndole proyectarse hacia el futuro como una organización que sabe aprender de sus errores y tiene voluntad para cortar por lo sano las profundas raíces de los males que la aquejan.
No es un problema de diferencia de ideas. Es una pugna por el control partidario. La agenda de los diputados rebeldes tiene como propósito inmediato obtener posiciones en la máxima instancia de dirección del partido para evitar desde ahí el desmantelamiento de la estructura de mando territorial y sectorial que cuidadosamente ensambló el COENA de Tony Saca y René Figueroa. El problema no es que el nuevo COENA no les escucha o que el partido no les esté ofreciendo mecanismos e instancias para expresar sus puntos de vista. El problema para ellos es que han perdido y podrían seguir perdiendo el poder y las prerrogativas que antes tuvieron.
Por su parte, el grupo que ha tomado las riendas de ARENA sabe lo que debe hacer pero se siente asediado por los fantasmas de la división y, en esa medida, renuente a actuar con la firmeza que el momento político requiere. El nuevo COENA ha tomado decisiones que contrariaron a sus antecesores, como la de reivindicar a algunos de los líderes que habían sido desplazados y negarles cabida en su seno a diputados que ponen sus intereses personales y de grupo sobre los intereses del país y del partido. Tales acciones son precisamente las que han movido a esos diputados a jugar su última carta en una acción de franca rebeldía. La gran pregunta es si el COENA tolerará el chantaje o hará valer su autoridad.
Si el COENA cede y hace concesiones, podrá mantener, hasta la próxima insubordinación, una aparente cohesión de su bancada legislativa; pero ese curso de acción socavaría la autoridad del COENA y, me atrevo a vaticinar, sería muy mal visto por muchos correligionarios que esperan de su dirigencia una firme voluntad de romper con todo lo que ha deteriorado la credibilidad del partido.
La otra opción, si los insubordinados persisten en su actitud, es expulsarlos de partido, con lo cual ARENA quedaría bastante debilitada en la presente legislatura, pero podría empezar a recuperar la confianza de la población.
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