Domingo, 3 de Mayo de 2009. Editorial de El Diario de Hoy.
El viernes, casi al finalizar la marcha del primero de mayo, fecha establecida por Carlos Marx, una turba de sujetos con camisolas y banderas del FMLN se metió al recinto legislativo a protestar por la elección de la junta directiva. A causa del relajo se suspendió la plenaria. El suceso pone al desnudo algunas de las tácticas de los comunistas: por un lado tienen una representación de diputados electos, los que tomaron parte en las negociaciones para elegir a los nuevos directivos; por otro, mandan chusmas a intimidar y presionar a los opositores.
Lo que los rojos no consiguen con los votos lo quieren alcanzar con las turbas. En otros términos, el país tendrá un partido oficial pero también una turba oficial y acompañamientos de chusmas y grupos no reconocidos pero semioficiales. Serán gobierno pero asimismo serán oposición y para remate serán "protesta social".
La función esencial de una legislatura, originalmente "parlamento", es debatir racionalmente los problemas urgentes de un conglomerado. La discusión muere cuando se decide por la fuerza y con ello se desvirtúa la democracia.
Hay otro elemento adicional en este puchero: de acuerdo con la voz pública, los rojos andan activamente comprando diputados, con lo que pueden revertirse los balances en la Asamblea. Se habla de un diputado que se pone como ejemplo a otros diputados de lo rentable que es traicionar a la bancada.
Todas estas maniobras no sólo son una burla al espíritu y la letra de nuestra Constitución, sino que potencialmente pueden derrumbar la democracia y el Estado de Derecho. A varias puyas no hay toros bravos; se montarían acciones envolventes contra los que quieren preservar el Orden Jurídico, los principios que sustentan una sociedad libre y la defensa contra el crimen organizado.
No se debe permitir el suicidio de la democracia
De acuerdo con la Constitución, El Salvador se rige por una democracia representativa; los diputados son electos por el pueblo que no vota por ellos individualmente, sino por el partido que los postula. El pueblo no otorga, por tanto, mandatos individuales sino un mandato partidario.
Siendo consecuente con ese principio fundamental, los diputados que traicionen a su partido traicionan a los ciudadanos que votaron por ellos. Los diputados tienen una representación delegada y por tanto poderes delegados, no poderes propios que pueden vender a su antojo.
Una democracia que se vende deja de inmediato de ser democracia. Se vende cuando funcionarios y diputados ponen sus votos y decisiones en venta, como también se vende cuando éstos sucumben a intimidaciones, presiones o halagos.
Hace poco leímos una frase de un analista mexicano parodiando el título de un libro de García Márquez: "la democracia en tiempos de la droga". En el norte de México las instituciones y el orden democrático se están derrumbando ante el embate de la droga, que compra, amenaza o mata. Jueces, diputados, policías, comunicadores… todo el entramado de la autoridad pública está siendo carcomido por el narcodinero.
Es posible impedir que aquí caigamos en los problemas de nuestros vecinos. El primer paso es que la Asamblea y los partidos representados en ella, inicien investigaciones sobre los incidentes del viernes y lo que se viene diciendo y mirando de las deserciones partidistas. Sería ruinoso tolerar que las turbas y el dinero reemplacen los votos y el debate, pues cometeríamos un suicidio nacional.
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