Editorial Publicado en La Preensa Grafica. Miércoles, 06 mayo 2009.
En términos amplios, la época de los alineamientos ha pasado en el mundo, pues ya no hay superpotencias que creen y mantengan campos de influencia, como ocurría tan negativamente en los tiempos de la bipolaridad. Sin embargo, en el entorno latinoamericano ha surgido una especie de foco atractivo artificial, vestido de “socialismo” a la antigua y alimentado por un río de petrodólares, que ahora está en fase menguante a raíz de la crisis global. El régimen de Venezuela, fomentador de un caudillismo al viejo estilo, encabeza ese intento, que será sin duda un experimento pasajero, como ya empieza a verse en los hechos. Sin embargo, el peligro inmediato está ahí, y no hay que perderlo de vista.
El eventual triunfo de la izquierda en las elecciones presidenciales produjo muchos temores sobre la posibilidad de que, de darse el triunfo de esa línea partidaria, nuestro país fuera a sumarse a la corriente del llamado “socialismo del siglo XXI”. El resultado del 15 de marzo le dio el triunfo a la izquierda, pero, de esa fecha en adelante, el presidente electo ha reiterado, en distintas ocasiones y formas, que no habrá ningún alineamiento como el que se temía, y el próximo partido gobernante no ha manifestado lo contrario. Más bien la línea principal de simpatía del mandatario entrante se orienta hacia una gestión al estilo de la del presidente Lula de Brasil.
En todo caso, es de reiterar que a nuestro país, en las actuales condiciones y frente a los desafíos de consolidar el proceso democrático en marcha, lo que menos podría convenirle es cualquier forma de alineamiento. Atender bien lo propio requiere criterios propios.
EL ENTORNO ES CAMBIANTE
Si bien es cierto que en los años más recientes se ha producido en América Latina el surgimiento de gobiernos de tendencia de izquierda, la verdad es que, aun en el caso de los que han optado por unirse a la confusa corriente del “socialismo del siglo XXI”, cada situación tiene su propia historia, sus propias condiciones y su propio nivel de arraigo en la realidad. Es decir, estamos, como siempre ocurre, ante una gran variedad de fenómenos específicos. ¿Cómo comparar, por ejemplo, el caso de Bolivia con el de Uruguay, o el de Argentina con el de Nicaragua?
Lo que vemos es un dinamismo evolutivo que incorpora a cada paso nuevos elementos. El contundente triunfo de la derecha el pasado domingo en las elecciones presidenciales de Panamá indica que la democracia se rige conforme a movimientos de alternancia natural mucho más que por impulsos ideológicos. No es que haya una corriente de ideas que toma la vanguardia, como esquemáticamente pudiera creerse: es que la realidad va dando giros para mantener ventilados los respectivos procesos, ahí donde la democracia gana preeminencia, como también es nuestro caso. Este es el dinamismo que tenemos que entender para entender también la dinámica en la que nos vamos moviendo.
Estamos en entornos cambiantes en todas las latitudes, porque el fenómeno actual en el mundo se caracteriza por una extraordinaria fluidez. Y nuestro hemisferio no es la excepción, sino más puede empezar a verse como un ejemplo de dinámica renovadora.
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