02 de mayo de 2009 – Publicada en El Faro.
Salvo algunas apariciones públicas en las Asambleas Generales de ARENA, y su participación en las últimas semanas en la comisión política de su partido, convertida en un improvisado gabinete de crisis, Cristiani se había mantenido, desde que dejó la presidencia del COENA en 1999, alejado de las cámaras y las negociaciones políticas. Encumbrado en la historia por su firma de los acuerdos de Chapultepec, admirado por la mayor parte de la derecha, y considerado por la izquierda el símbolo perenne de la vertiente más empresarial de Arena, se había dedicado en silencio a sus negocios, cuidadoso de no poner en riesgo su imagen de “presidente de la paz”.
Entre 1989 y 1992, en contra de sus más radicales amigos y aliados, Cristiani decidió durante su presidencia guiar a la derecha salvadoreña hacia la firma de los acuerdos de paz con la rebelde izquierda, el enemigo jurado. La historia aún tiene pendiente un juicio depurado sobre su presidencia, pero es claro que se sobrepuso a enormes presiones de quienes se negaban a pactar con el FMLN por obsesiones ideológicas o intereses personales. Entre ellos, gente de su partido y oficiales de la Fuerza Armada salvadoreña, que no sólo temían perder negocios creados en la guerra sino el poder político que la institución armada había ostentado por décadas.
Pero por encima de estos intereses, y consciente del estancamiento de ambos bandos en el terreno militar, el entonces presidente priorizó las demandas nacionales e internacionales de paz. El país exigía entrar a otra etapa. Él supo leer esa necesidad y darle respuesta.
Ahora, a solo un mes de que ARENA pase a la oposición, el ex presidente acepta guiar a la derecha política del país a la nueva etapa, y se estrena tomando decisiones urgentes e importantes. En sus primeras declaraciones como presidente de su partido, Cristiani dijo el viernes 1 que pretendía "volver a las raíces del partido, donde la gente trabajaba por principios e ideales, y por nada más".
Su primera decisión contradice, sin embargo, su propia historia: apoyar a Ciro Cruz Zepeda para la presidencia de la Asamblea ha sido dar un aval al clientelismo, a la vieja política basada en la prebenda como único argumento y al desapego hacia las necesidades nacionales.
Cruz Zepeda habría sido el presidente de la Corte de Cuentas cuando Cristiani asumió la presidencia de la República de no ser porque pocos meses antes, en marzo de 1989, fue destituido de ese cargo por corrupción. De ello lo acusó en aquel momento la fracción legislativa de ARENA, de la ARENA de las raíces.
Desde entonces, Cruz Zepeda ha sido el líder inamovible de un partido que se aprovecha de la dudosa ética de ARENA y el FMLN y de su incapacidad para hablar entre ellos a pesar de ser los partidos mayoritarios. Las taras de ambas fuerzas políticas han permitido al PCN mantener legislatura tras legislatura la presidencia de la Asamblea, y sobre todo la Corte de Cuentas, como territorio partidario, y conservar a esta última como una de las instituciones menos transparentes y más cuestionadas del país.
Es obvio que ARENA atraviesa una etapa de ausencia de liderazgos, de pulsos internos y de divisiones, que la tientan a buscar fortaleza en el supuesto bloque de derecha que conforma con PCN y PDC. Pero es lamentable que los primeros pasos visibles hacia su recomposición sean un regreso a las prácticas más viciadas.
Más que bloques de derechas e izquierdas, El Salvador necesita en estos momentos de políticos serios que guíen el debate nacional hacia un debate más constructivo y logren entendimientos. Es lo que demanda la complicada situación actual de crisis económica, política y de seguridad. Es lo que dicen compartir el presidente Antonio Saca y el presidente electo Mauricio Funes. Es lo que demandan la comunidad internacional, los centros de pensamiento, la academia y los analistas políticos y económicos de izquierda y de derecha. Es lo que prometieron los candidatos a la presidencia del FMLN y Arena. Es lo que exigió la ciudadanía, con su voto, el 18 de enero y el 15 de marzo. Es lo que requiere poner fin a la posguerra y la polarización malsana y ser consecuentes con los tiempos que corren. Eso, y no lo que el ex presidente Cristiani decidió para estrenarse al frente de su partido, es lo que puede permitir la evolución de nuestro sistema político, y el abordaje responsable de las necesidades del país.
Es demas no salimos del mismo circulo vicioso en el que nos metieron nuestros no tan ilustres sres poderosos del pais. Esa cultura bajera en todas las esferas de la vida nacional no se quita asi nomas. Es una verguenza para todo politico honesto participar en juegos sucios como el de Ciro y su nueva presidencia. El tipo apesta a corrupcion. Tremendo error de parte del frente jugar este juego. Si no hay una estrategia para darle giro a este rumbo de nuestra cultura politica significaria que en realidad no hemos avanzado mucho. Es el frente quien tiene la tarea de reeducar a nuestros politicos(a todos no solo a la militancia izquierdista) en una nueva cultura de gobernar. El fin del politico debe ser servir al pueblo y no servirse de el. El juego del mas vivian no cabe en una izquierda seria y de futuro. Esos del PC deben repenzar su estrategia. No hacerlo implica traicionar las ultimas conquistas.
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