No respetar las leyes, desafortunadamente, está muy enraizado en nuestra sociedad; y los encargados de construir la institucionalidad para que la sociedad funcione mejor, los obligados a que esto se dé, actúan de manera errática, equivocada, proteccionista y violatoria de la ley. Entonces ¿qué nos espera? La respuesta es obvia: seguiremos cayendo en espiral.
Escrito por Rafael Castellanos. 19 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
Está comprobado que mundialmente la delincuencia normal es inversamente proporcional a la probabilidad de que quien delinque sea apresado, juzgado y encarcelado. En nuestro país, la posibilidad de que eso suceda es menor del 1%, consecuentemente, el temor de violar la ley es mínimo porque la posibilidad de quedar impune es inmensa. Es el síndrome de pasarse el semáforo en rojo porque no pasará nada.
La solución no está solamente en la capacidad de la policía de apresarlos, sino en el resto del sistema. La fiscalía para acusar presentando el caso con las pruebas y procedimientos adecuadamente; que el sistema judicial actúe correctamente; que las leyes que actualmente son garantistas sean adaptadas a la realidad y que los penales sean manejados por las autoridades no por los reclusos. En todos los casos –policía, fiscalía, jueces, sistema carcelario– existe el fantasma de la corrupción, que es algo que debe combatirse y castigarse duramente.
El crimen organizado se trata de otra forma, se reprime con fuerza. La fiscalía tiene procedimientos y agencias especiales, con facultades especiales y un sistema de leyes especiales y muchos casos jueces y fiscales sin rostro, para evitar la capacidad del crimen organizado de amedrentarlos o de matarlos.
La política ha jugado un papel destructivo en lo que vivimos. La constante violación de las leyes en contra de la población desde los tiempos del conflicto –que sigue impunemente 18 años después– contribuye a esa cultura de romper la ley impunemente. Cualquier grupo, por la razón que le venga en gana, cierra una y viola el derecho de muchos. Por la mala tradición del conflicto, de que la izquierda organizaba o instigaba a eso, era “políticamente inconveniente” hacer cumplir la ley, es que se ha quedado con nosotros y sufrimos las consecuencias.
Esta semana se dio una vez más una toma de la abusada Universidad Nacional, de la que con mucho orgullo me gradué cuando era un centro de estudios respetable, no refugio de políticos y vividores. Lo emblemático es que es la primera toma que se da cuando el Gobierno es la izquierda, que la usó tantas veces; y aunque las autoridades actuaron de acuerdo con lo que se esperaba, no hicieron nada. Se sentó una “comisión” con encapuchados, que a la fuerza y sin ningún derecho se tomaron una propiedad pública y violentaron los derechos de miles de estudiantes, a “negociar” la salida del campus y quién sabe a hacer qué otras concesiones. Los encapuchados salieron confundidos con la multitud, impunes.
El ahora rector, que antes participó de tomas violentas como esta, se negó a “negociar”; fue a cuanta entrevista pudo para denunciar el hecho y exigir que la policía y la fiscalía hicieran su papel: hacer cumplir la ley. Recibió algo de “sopa de su propio chocolate” y se quejó de que el FMLN lo había traicionado. Antes lo hicieron juntos.
Esa cultura no ayuda nada a tener un Estado de Derecho y que la gente cumpla la ley. Ya son gobierno, señores, tienen una importante presencia legislativa, más gobiernos municipales que nadie. La primera fuerza política del país está obligada a comportarse de otra forma, a ayudar a que se respeten las leyes aunque toda su vida hayan vivido de otra forma. Nunca es tarde y es urgente.
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