El mismo día en que las autoridades guatemaltecas anunciaban la extradición del ex presidente Portillo hacia Estados Unidos por lavado de dinero, el presidente Funes enviaba a los salvadoreños un mensaje desalentador. Decía que no perseguirá a los corruptos que han saqueado el erario nacional.
Escrito por Juan Héctor Vidal. 22 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
Sin embargo, hay que reconocer que el presidente fue claro en señalar que no tolerará actos de corrupción en su administración. Excelente, pero que implícitamente acepte que los que se cometieron en gobiernos anteriores no serán perseguidos deja mal paradas a las instituciones que tienen injerencia en el problema. Hay que decir las cosas por su nombre. Hasta donde llega mi conocimiento, ni la Constitución ni las leyes secundarias asignan al mandatario la función de perseguir el delito.
Para denunciar, combatir y extirpar el cáncer de la corrupción, están la Corte de Cuentas, la Fiscalía General de la República, el Tribunal de Ética Gubernamental, la desvalorizada Sección de Probidad de la CSJ y el Órgano Judicial.
Y si ello es así, mal haría el gobernante en apartarse de su agenda sustantiva para dedicarse a meter presos a los corruptos de gobiernos anteriores como lo hizo el presidente Bolaños en Nicaragua, con los resultados nefastos de todos conocidos, entre ellos el pacto de Ortega con Alemán, que le facilitó al dictador venezolano inmiscuirse en los asuntos centroamericanos. Lo que sí puede hacer es dotar de poder suficiente a la Subsecretaría de Transparencia, para que comience con paso firme su labor.
Quizás sería conveniente que meditara un poco sobre la forma espontánea que se transmite de gobierno a gobierno ese cáncer. En sus expresiones más visibles, los salvadoreños vemos reflejado este fenómeno, en el comportamiento venal de la clase política, los investigadores del delito y los aplicadores de la justicia.
Quiero aclarar, que con esto no me estoy uniendo al coro de detractores a sueldo de la presente administración, que haciendo uso incluso de herramientas que algunos de ellos mismos utilizaron cuando formaron parte de anteriores gobiernos, fueron protagonistas directos en asuntos tan delicados como el manoseo del presupuesto, incluyendo la herencia que le dejaron al señor Funes con el famoso artículo 2 de la ley respectiva y que como ha sugerido FUSADES, él ha aceptado como un simple dato.
Sin embargo en el tema del buen uso de los recursos públicos yo no transijo, aunque me lleve la que me trajo. Son innumerables las ocasiones en que me he ocupado del problema de la corrupción, a la cual le atribuyo, entre otros males, la descomposición política, la infiltración del crimen organizado en las instituciones del Estado e incluso la gobernabilidad espuria bajo la cual sobrevivimos.
Países amigos harían una verdadera contribución al país, a su incipiente democracia y sobre todo al logro de una vida más digna a los millones de salvadoreños que viven en condiciones de pobreza realmente deplorables, si a los saqueadores de nuestra hacienda pública les aplicaran la misma medicina que a los corruptos de otros países, aunque sea negándoles la visa para ingresar a su territorio.
No dudo que usted, señor presidente, será inclemente con los corruptos en su administración; el problema es que este mal opera como metástasis o por generación espontánea, como lo decíamos la semana pasada. Por consiguiente, no es remoto que la salud administrativa de ciertas entidades siga contaminada por los pólipos que les dejaron funcionarios enfermos de administraciones anteriores. Y si bien usted no los puede extirpar porque no es su profesión, al menos persuada a los especialistas para que se ocupen del mal.
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P. D. Mi solidaridad y apoyo incondicional con LPG, sus propietarios y colaboradores.
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