El caso de la jueza de menores que, a la luz mortecina de una lectura ni siquiera literal de la ley, quiere poner la carreta delante de los bueyes, es ilustrativo de lo mucho que necesitamos para que la sindéresis opere sin excepciones en el sistema de justicia.
Escrito por Editorial.22 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
En el ambiente hay un generalizado sentimiento de indefensión entre la población honrada, que es desde luego la inmensa mayoría. Este sentimiento es perfectamente justificado, dadas las condiciones en que se mueve la realidad en el tema de seguridad, ya que la inseguridad que se expresa en tantos modos y de formas crecientemente sofisticadas, desafiantes e imparables, erosiona valores fundamentales para una vida tranquila, estimulante y productiva. El incremento cuantitativo de la “seguridad privada” como mecanismo de protección es un dato irrebatible. ¿Pero quién protege al ciudadano que camina por las calles, que utiliza el servicio público, que vive en comunidades prácticamente tomadas por las pandillas y que está expuesto a todos los peligros y vejámenes imaginables? ¿Quién lo protege? Ésa es la pregunta que, como sociedad y como institucionalidad, habría que responder de entrada.
Tanto la justicia como la seguridad institucionales no sólo no han respondido esa pregunta clave y palpitante, sino que se enredan cada vez más en improvisaciones y tecnicismos, mientras la gente sufre en el día a día, se impacienta sin resultados y con frecuencia muere a manos de delincuentes que no se detienen ante nada.
El caso de la jueza de menores que, a la luz mortecina de una lectura ni siquiera literal de la ley, quiere poner la carreta delante de los bueyes, es ilustrativo de lo mucho que necesitamos para que la sindéresis opere sin excepciones en el sistema de justicia. Antes de partir con la primera, la mencionada jueza debería tomar un diccionario para averiguar qué significan términos como “intimidad” y “discreción”.
Las leyes están para cumplirse
Eso es perfectamente cierto, y si en algo nuestra realidad ha vivido erosionada de manera permanente es en el acatamiento de la legalidad. Pero el cumplimiento eficaz de la ley tiene como base una comprensión real de los contenidos y alcances de la misma. La realidad es un fenómeno en permanente proceso, que va generando facetas y componentes nuevos a cada instante; y por eso la verdadera sabiduría de la aplicación justa y eficiente de la ley descansa en la manera inteligente y creativa en que el aplicador interpreta no sólo los textos legales sino sobre todo los hechos y los actos a los que dichos textos se refieren.
En tiempos tan acelerados de cambio como los presentes, toda visión reduccionista o inmovilista se vuelve perversa y contraria a la misma legalidad. E insistimos en el término “inteligente”, porque si la inteligencia es indispensable siempre para no perderse en el camino, lo es mucho más cuando las circunstancias evolucionan con la vertiginosidad que ahora mismo nos envuelve en todo sentido.
Todo esto lo decimos no por insistir en un caso muy particular, sino para aprovechar la coyuntura en beneficio del entendimiento más amplio de los desafíos que tenemos, tanto en seguridad como en justicia. El cumplimiento inteligente y progresivo de la ley, en sus diversos ámbitos, es vital para que entremos en una ruta de estabilidad y de progreso mucho más firmes y seguros. Es lo que la ciudadanía quiere y merece. Si el sistema no asume el papel remodelador que le corresponde, las víctimas somos todos.
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