Para el caso, se está volviendo calamitosa la dinámica oscilatoria dentro de la Asamblea. Un día se decide una cosa, y ante un empujón desde afuera se pone en cuestión lo decidido para buscar otra decisión, que tampoco se logra.
Escrito por Editorial. 18 Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
Cuando las circunstancias se revuelven y se complican, como ocurre en el país en los momentos actuales, se vuelve más necesario que nunca que las acciones y las reacciones se ordenen, para que el desorden de unas y de otras no constituya factor agravante de la situación. Por lo que vamos viendo en el día a día de la realidad, entrar en esa dinámica de orden es cada vez más urgente; y quienes tendrían que dar el ejemplo de entrada serían las instituciones y los que están al frente de ellas.
Un ejemplo bien claro de la distorsión de visiones es la reacción, desde la misma institucionalidad, frente al trabajo testimonial que logró desarrollar un fotoperiodista de LPG que estaba muy cerca del lugar en que un estudiante del Instituto Técnico Industrial asesinó con arma blanca a un estudiante del INFRAMEN. Con esa crispación autodefensiva que expresan constantemente las autoridades responsables de la seguridad, desde el más alto nivel, se cuestionó la labor del fotoperiodista, diciendo que lo que tendría que haber hecho era evitar el crimen. Es decir, se culpa al que cumple su trabajo diligentemente para tratar de evadir la verdadera responsabilidad, que es de aquéllos que están encargados de evitar que estas cosas pasen. Qué fácil y qué simplista.
Y ahora viene una señora Jueza de Menores a querer castigar a LPG por haber publicado las fotografías testimoniales que identifican al “presunto hechor” y por haber puesto su nombre, que corría de boca en boca, cuando hasta la misma Fiscalía adujo, en un primer momento, que lo más probable era que fuera menor. Como que los criterios no se ajustan.
Por una sana interacción
Dice la Constitución de la República que “las atribuciones de los órganos del Gobierno son indelegables, pero éstos colaborarán entre sí en el ejercicio de las funciones publicas”. La norma ha estado ahí siempre, pero su práctica no ha sido nunca la congruente con el mandato. Y eso es aún más notorio cuando, como hoy, la realidad misma es la que reclama interacciones inteligentes y responsables. Y de seguro la cuestión se ha vuelto más compleja porque no hay una clara correlación de fuerzas en funciones. Esto es más evidente desde luego en la Asamblea Legislativa, que es la expresión orgánica principal del pluralismo político.
Para el caso, se está volviendo calamitosa la dinámica oscilatoria dentro de la Asamblea. Un día se decide una cosa, y ante un empujón desde afuera se pone en cuestión lo decidido para buscar otra decisión, que tampoco se logra. El tratamiento de los menores delincuentes viene a ser emblemático al respecto. ¿Es que no se piensa a fondo la posición que se toma, o es que los poderes tras bambalinas todavía no encuentran rumbo?
Lo cierto es que, en una etapa de transición como ésta, todos esos vaivenes, que se están viendo prácticamente en los distintos planos y niveles, son factores que, lejos de clarificar el escenario, más lo enturbian. Para el caso, el limbo inquietante en que se encuentran las relaciones entre el Presidente y su partido es otro elemento de indefinición muy perturbador, que pudiera irse agravando si no se atiende.
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