En los hogares donde hay un arma de fuego la experiencia muestra que lo usual es que se utilicen para matar a alguien de la familia o a un amigo y lo insólito es que se usen para matar a un intruso.
Escrito por Sergio Muñoz Bata.11 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
A sus 71 años de edad y con la pistola al cinto, David Welch entró a la cafetería Starbucks y ordenó un Frapuccino con plátano y una rosca de canela. Los dependientes de la cafetería, según el reporte de la AP, le sirvieron su orden sin inmutarse a pesar del murmullo de los clientes al ver al pistolero.
El estado de Virginia, donde Welch reside, es uno de los 43 estados de la Unión Americana en el que la gente puede portar armas abiertamente al más puro estilo del “salvaje oeste” americano. Hoy, en 29 de estos estados nada les impide a los bravucones hacer gala de su machismo trasnochado pues ni siquiera necesitan tener un permiso para portarlas.
Enfrentados al dilema que los pistoleros han creado, muchos de los más importantes negocios en la nación han preferido contemporizar con los fanfarrones aduciendo, hipócritamente, que no es el temor a una represalia económica de los amantes de las armas lo que les lleva a permitir su exhibicionismo sino su profundo apego a las leyes estatales y federales que lo permiten. Solo Dios sabe los peligros que les acechan detrás del televisor, el libro o la zanahoria.
Afortunadamente, otros negocios no han sido tan cobardes. La California Pizza Kitchen y la Peete’s Cofee and Tea han tenido el valor de ejercer el derecho que les otorga la ley para impedir que dentro de sus establecimientos sus clientes tengan que soportar el espectáculo de convivir con los empistolados aunque se arriesguen a pagar un alto precio por su valentía.
Welch, el septuagenario de Richmond, Virginia, es solo uno de los cientos de activistas provocadores que se han fijado como meta forzar a negocios como Starbucks a aceptarlos armados en las tiendas de la cadena.
Según declaró al periodista de la AP que lo entrevistó, Welch piensa que el ambiente en el que se vive en Estados Unidos es tan hostil que duda que las instituciones o la policía tengan la capacidad para defenderlo en una situación de peligro y por ello solo se siente seguro con la pistola al cinto.
El problema, sin embargo, es que la realidad no se ajusta a la paranoica visión del mundo de Welch y sus correligionarios pues en el mundo real, son las armas de fuego las que facilitan los robos, los asesinatos y las matanzas de seres humanos. El 60% de los asesinatos en Estados Unidos se comete con armas de fuego. Y en los hogares donde hay un arma de fuego la experiencia muestra que lo usual es que se utilicen para matar a alguien de la familia o a un amigo y lo insólito es que se usen para matar a un intruso. No obstante, Estados Unidos sigue siendo el país con mayor número de armas de fuego por habitante. Por cada 100 habitantes hay 90 pistolas o fusiles o ametralladoras.
Estados Unidos es también el país en el que más a menudo ocurren tragedias en las que un individuo dispara sus armas contra gente inocente. La semana pasada, por ejemplo, un hombre se acercó a la entrada del Pentágono en Washington, D.C., sacó una pistola que llevaba escondida y la disparó hiriendo a dos guardias que al repeler la agresión lo mataron. En 2008, un hombre disfrazado de Santa Claus mató a nueve miembros de una familia que celebraba la Navidad en su casa en el estado de California, antes de suicidarse. En abril de 2007, un estudiante del instituto tecnológico de Virginia mató a 32 personas e hirió a muchos más. En marzo de 2005, un estudiante de secundaria asesinó a su abuelo y a su amiga antes de ir a su escuela a matar a cinco compañeros, un maestro, un guardia de seguridad y suicidarse. La lista es interminable, tanto que intrigados por su constante ocurrencia en una nota reciente el diario británico The Daily Telegraph les preguntaba a sus lectores a qué atribuían el fenómeno.
Entre las respuestas que recibieron hubo una de un lector americano que me llamó especialmente la atención. “Tenemos tantas pistolas”, escribió Mike, “porque somos una nación libre en la que vive mucha gente libre”. Aterradora revelación de quienes creen que traer la pistola al cinto o dormir con una ametralladora Uzi bajo la almohada es una hazaña de la libertad.
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