Editorial. 11 de Marzo. Tomado de Diario Co Latino.
En dos ocasiones, este periódico, en forma seria, y responsable, ha publicado dos comunicados o manifiestos conjuntos de las pandillas y maras más conocidas en el país.
En dichos comunicados, los pandilleros no solo aceptan ciertos delitos que tienen en vilo a la ciudadanía, en general, sino que también, hacen público su deseo de oportunidades y de reinsertarse a la sociedad.
El tema de maras o pandillas, indudablemente, es un tema complejísimo, y su tratamiento, en los últimos 20 años, fue estrictamente punitivo. Es cierto que en las maras y pandillas, hay acciones delictivas que ni el Gobierno ni el Estado pueden dejar de aplicar la Ley, pero, hay otros millares de jóvenes que trascienden los límites del delito, pero, que se pueden rescatar, o deberían rescatarse, porque el problema, más que criminal es social.
A muchos salvadoreños y salvadoreñas les puede resultar hasta grotesco este planteamiento, en parte porque han sido afectados por las actividades pandilleriles, o porque son presa del manejo mediático del problema. El ciudadano común, debido al manejo del tema en los medios de comunicación, no se ha dado cuenta que, la misma Policía acepta que, del total de los hechos delictivos, sólo el 25% de los crímenes o hechos delictivos se le pueden adjudicar a las pandillas.
Entonces, la pregunta sería, y ¿quién o quiénes cometen el 75% de los crímenes restantes? La respuesta no es simple, pero los responsables puede ser toda una gama, que abarca desde el crimen organizado hasta la violencia intrafamiliar.
Claro, cuando suceden casos horrendos, como el descuartizamiento de jovencitas, lo que se nos viene a la mente, quienes vivimos la violencia de los años 70´s y 80´s, inmediatamente pensamos en aquellos fatídicos Escuadrones de la Muerte.
Los pandilleros y mareros, por cierto, en sus comunicados han negado su responsabilidad en estos hechos.
Ayer, en una entrevista con el sacerdote Antonio Rodríguez, afirmaba que hay muchos mareros o pandilleros que quieren dejar esas agrupaciones, pero, no encuentran ninguna oferta del Estado para reinsertarse.
El Padre Antonio, inclusive, cree que el diálogo con los pandilleros y mareros sería una buena oportunidad para ponerle fin a la violencia social generada por ellos.
El sacerdote, incluso, aclara que no es necesario que sea el Gobierno quien entre en ese proceso, sino un grupo de mediadores, que podría estar integrado por personalidades con credibilidad en la sociedad y los grupos de pandillas o maras.
Este Gobierno, creemos, no le está apostando únicamente a la parte coercitiva, sino también a la prevención. De ahí que sería oportuno, que otros sectores de la sociedad participaran en este debate, para que en el marco de la prevención, haya un mecanismo de solución al problema, como lo han planteado el Padre Antonio, y otras personalidades del país.
Esperemos que este editorial, genere un debate de altura al respecto.
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