Ahora hay que hacer un esfuerzo integrado para poner línea y orden en el cometido de seguir avanzando, tanto en la democratización como en el desarrollo. Es tarea difícil, pero indispensable.
Escrito por Editorial.03 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.El primer fruto del Consejo Económico y Social convocado por el Gobierno e integrado por representantes de los sectores sociales, empresariales, sindicales y académicos del país ha sido ya anunciado: es el consenso sobre las apuestas estratégicas de país de aquí a 2024 y sobre las áreas prioritarias del quinquenio 2010 a 2014. Son 9 apuestas estratégicas y 10 áreas prioritarias. Desde luego, los enunciados de todas ellas abarcan temas bien conocidos de la realidad, como pueden ser, de aquí a 2024, “contar con una población sana, educada y productiva, que tenga la capacidad y las oportunidades adecuadas para desarrollar plenamente sus potencialidades y para convertirse en la base principal de nuestro desarrollo”, hasta lograr, de aquí a 2014, “la reducción significativa y verificable de la pobreza, la desigualdad económica y de género y la exclusión social”.
La gran mayoría de los compromisos que se comprenden en dicho consenso son parte de las agendas más o menos visibles tanto del sector público como de los diversos sectores privados. Aquí la novedad está en definir una lista consensuada, que desde luego no agota ni las apuestas ni las prioridades, aunque sí dibuja de manera explícita contenidos de ruta, que deberán ser viabilizados por una efectiva, sustentada y realista hoja de ruta.
La tendencia en el país es a enfatizar lo conflictivo y lo perturbador, que tanto abundan en la realidad del día a día; pero debemos también ponerle ojo a lo que pueden ser señales positivas, como ésta, que pese a ser un resultado de consenso que por ahora es de orden que podría considerarse formal, representa una apertura hacia el entendimiento en las políticas y en las estrategias. Hay, pues, un buen signo de entrada, que hay que trabajar en serio para que prospere.
Hay que planificar el rumbo
Se viene diciendo que el país tiene rumbo en su avance hacia la democratización plena y hacia el desarrollo sostenido; pero tener rumbo no basta: hay que tener definición, articulación y planificación del rumbo, lo cual implica que la sociedad en su conjunto, y también el Gobierno, que en cualquier caso es una presencia pasajera, estén bien claros de lo que se quiere alcanzar, de cómo se pretende hacerlo y de los medios que pueden irse sumando para ello. En un determinado momento, y a la luz de criterios fundamentalistas que pretendían dejárselo todo a la “mano invisible” del mercado, el Estado dejó de planificar, y eso posibilitó que nuestra endémica tendencia a la improvisación se instalara como un principio casi consagrado. Los efectos adversos de ello fueron quedando a la vista en el desenvolvimiento de la realidad nacional.
Ahora hay que hacer un esfuerzo integrado para poner línea y orden en el cometido de seguir avanzando, tanto en la democratización como en el desarrollo. Es tarea difícil, pero indispensable. Y la seguridad de que se lleve a cabo en beneficio del país y no de ideologías o intereses determinados depende de que todos los sectores participen y se comprometan.
De todo esto tendría que resultar una agenda nacional básica, que pueda proyectarse en el tiempo, la cual, por el mismo hecho de ser una agenda proyectiva, tiene que ser abierta y flexible. Lo que hoy se pueda acordar sólo es una guía hacia adelante; pero tener una guía lo más clara posible es fundamental para no seguir dando tumbos.
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